Pequeños instantes

334 21 0
                                    

Marinette debía hacerse una ecografía porque tenía ya tres meses de gestación y había que ver si los niños estaban desarrollándose con normalidad, y afortunadamente era así. Lo único lamentable en ese momento en si, era la salud de Marinette, tenía anemia y por ello su embarazo era ya, un embarazo de alto riesgo.

Para evitar que se perdieran los niños, fue necesario que tuviera reposo absoluto, que tomara un monton de vitaminas y así mismo, una dieta alta en hierro. Como estaba en casa de nosotros era fácil cuidarla, o al menos mientras yo no tuviera nada que hacer.

Laboralmente todo estaba mejor que nunca, con mi hija todo iba bien, había empezado a mostrar interés por la música. Tenía casi dos años y ya iba por aquí y por allá haciendo desastre. Con mi marido las cosas iban bien, sin embargo nos habíamos empezado a descuidar como pareja, con todas las obligaciones que teníamos, era de esperarse.

Un día decidimos escaparnos unas horas del ajetreo doméstico, laboral, etc, encargamos a nuestra hija con mi amiga Nadja, y Gabriel y yo fuimos primero a cenar a un restaurante a donde me había llevado hace mucho tiempo, con la intención de cerrar un trato, un restaurante parecido a los que hay en Dubai, su nombre es Le Chateaubriand. Fuimos a cenar algo, antes de irnos a encerrar un rato.

Me puse un vestido negro corto, off shoulder, zapatillas altas negras, mi cabello lacio, me había puesto lentes de contacto, me habia maquillado como hacía mucho tiempo no lo hacía, Gabriel estaba guapísimo vestido muy a la usanza casual, con jeans negros, zapatos casuales de agujeta, una playera negra con estampado citadino, su platinado cabello levantado hacia arriba y sus anteojos. Jamás había visto a mi marido tan guapo como en esa ocasión. Cenamos sirloin con ensalada, pastel de chocolate y café. Después nos montamos en el auto y fuimos a un hotel muy famoso y caro, llamado Le Cirque.

Llegando ahí, me desató poco a poco los pequeños brochecitos con que se sujetaba el vestido, quitó mis zapatos, y ya que estuve en ropa interior, me depositó lentamente a la cama, así como si acomodará un zafiro en una caja, y deslizó mis medias traslúcidas hacia abajo, una primero, luego la otra, besándome después los pies, las piernas, y mirándome con sus ojos traviesos, después subio sus manos despacio, hasta mis bragas, deslizandolas hacia abajo, lentamente, hace tanto tiempo que no teníamos intimidad, que sentí, que me hacía tanta falta sentirle de esta manera. Después desabrochó mi sujetador, dejándome desnuda prontamente, a la par que, lo único que cubría escasamente mi desnudez, era mi cabello, largo, rojinegro, que caía en tropel hasta las caderas.

Después el se fue despojando de sus prendas, haciendo después, su ropa con la mía, una pequeña pila en el suelo.

Ya desnudos se escurrió entre mis piernas, entre besos y caricias, entre palabras de pasión y amor, palabras que danzaban en una atmósfera de erotismo y frenesí. Me acariciaba al tiempo que se introducía entre mis piernas, aún sin penetrarme, besándome en los labios, bajando por mi cuello, mis pechos, chupando suavemente mis pezones, rozándolos suavecito con la lengua, bajando beso a beso por mi abdomen plano, cayendo por mi monte de Venus y, ahí, empezando a besar mi sexo, lamiendo mis labios, mi clítoris, mi interior, despertando en mi muchísimo placer, necesidad de éxtasis, hambre de él, haciéndome ansiar al punto de la locura, sentirle dentro mío.

Empezó a hacerme un prodigioso sexo oral, a la par que, yo buscaba con manos audaces, su sexo, masturbándole lentamente, haciéndole perder poco a poco el dominio de sí mismo.

Pronto se posó entre mis piernas, penetrando poco a poco, en un vaivén cadencioso, como de ola de mar, en mi sexo, tenía mucho tiempo que no sentía algo tan rico, sentir el pollón de Gabriel era lo más rico que me podía pasar en la vida. Y así me embestia cada vez más furiosamente, haciéndome desear, y, entre más deseaba yo, más me daba el lo que yo deseaba de el, haciéndome prorrumpir pronto en gemidos de placer.

Tenía tanto tiempo que no gozabamos de estos pequeños instantes, pero nos habíamos prometido, disfrutarnos más a menudo. Era increíble, como al pasar de los años de matrimonio, aún estaba vigente el deseo, el amor, pero sobre todo, esa complicidad que nos empujaba a siempre querer experimentar.

La muñeca de Gabriel (Finalizada De Momento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora