Capítulo 16: Élégance Noire

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Después del angustioso momento con Brad tomo un taxi; el taxista me mira todo el camino por el retrovisor y me pregunta si estoy bien, pero no puedo si quiera responderle sin echarme a llorar, intento limpiar mis lágrimas con brusquedad y le digo como puedo la dirección de mi casa. Necesito llegar rápido, solo allí me siento segura por muy raro que suene. Si, peleo frecuentemente con mi madre y odio las reglas que impone, pero sé que esa gran mansión es mi refugio.

El taxista me deja en la puerta no sin antes lanzarme una mirada llena de sorpresa, le doy el dinero correspondiente y me bajo, gracias al cielo aprendí mi lección y ya no salgo sin efectivo. El guardia que está de turno me mira y me deja pasar sin preguntas; en el camino hacía mi casa intento demorarme caminando para que la hinchazón de mis ojos se baje. Abro la gran puerta de mi mansión con mis llaves y agradezco no chocarme con nadie.

Subo las escaleras suspirando cada vez que puedo, me siento agotada, esta semana ha sido la peor de mi vida y eso que no termina. Camino hacía mi habitación y abro la puerta, pero al entrar me detengo en seco. Hay demasiadas personas, demasiada ropa por todos lados.

— ¡Emma! —sonríe mi madre cuando me ve, pero su sonrisa desaparece al cabo de unos segundos, se acerca preocupada a mi como si realmente le importara, aunque creo que solo quiere aparentar delante de todos estos estilistas—. ¿Estás bien?

—Si —digo secamente—, más vale que empiece a arreglarme —sonrío con falsedad, necesito fingir, guardarme la bomba que tengo dentro.

No quiero hablar del tema, no ahora, no me siento preparada para eso. Tengo miedo de que mi mamá no me crea, que me eche la culpa, que me obligué a ir dónde Brad y pedirle perdón por algo que él cometió, le temo tanto a su reacción y desconfío tanto de ella que me siento demasiado sola en el mundo. ¿Con quién podré contar si no puedo con la persona que me dio la vida?

No quiero pensar en el futuro, no quiero pensar en lo que sucederá en la noche o dentro de unos minutos, solo viviré el ahora, actuaré según lo que me suceda en el momento e intentaré no perderme a mí misma mientras lo hago. Es mi única manera de sobrevivir.

Me siento en mi cama y todos los estilistas empiezan su trabajo mostrándome diferentes vestidos que mi madre rechaza antes de que yo diga algo, siempre suelo quedarme callada y mi madre elige. También me muestran opciones de peinado y maquillaje a la misma vez. Intento prestarles atención a todos, concentrarme en algo me hará bien. Esta vez quiero ponerme algo que me guste y con lo que me sienta bien.

—No le pega con su cuerpo —dice mi madre, rechazando un horrible vestido amarillo.

Me levanto de la cama y todos se quedan callados, me acerco a los percheros y empiezo a pasar mis manos por los vestidos.

—Quiero algo que no sea tan llamativo pero que aun así deslumbre... no sé si me hago entender —digo en voz baja temiendo algún regaño, sin embargo, mi madre se coloca a mi lado con una sonrisa gigante la cual intento copiar.

— ¿Algún color se te viene a la mente? —pregunta.

—Mmmm... No quiero colores —respondo con timidez.

Siento que la emoción de mi madre estalla por todo el lugar, solo la siento a ella y su felicidad; sé que está feliz por mi participación, siempre me he mostrado desinteresada por todo el asunto de la moda, es la primera vez en la vida que opino sobre algo que me pondré.

Clarissa es una mujer dura, a veces me aterra, con nada se complace y a veces temo que me odie más de lo que me ame, pero es mi madre, y aunque tengo mis momentos de duda, sé que ella me protegería contra todo. Pero, ahora quiero aprender a protegerme yo misma.

Tentando al Ángel | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora