Capítulo 28: Son como las estrellas

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Me cuesta creer la rapidez en la que puede cambiar una vida, días, horas o simplemente un par de minutos, todo se basa en una decisión, un acto.

Camino con la mirada baja hacía la cama, él me sigue en silencio. No sé qué decir, necesito tiempo para procesar una explicación razonable, una excusa que me salve de sincerarme, porque tengo miedo, no quiero que al abrirme él se aleje y se lleve consigo el ultimo pedacito de corazón que me queda.

—Yo...

—Quítate la peluca —cierro los ojos con fuerza, él lo sabe.

La conversación con mi madre reveló todos los secretos que he escondido durante toda una vida, Stefan no es ningún tonto, él no es de los típicos humanos que al mencionar algo sobrenatural se ponen a dudar, ni de los que buscan diferentes excusas para dar una explicación racional a lo irracional.

Siento como las lágrimas se deslizan por mis mejillas, y no puedo ocultar un sollozo que se me escapa. Abro mis ojos y dejo que salgan libremente, sin trancas. Lentamente llevo mis manos a la peluca y la quito suavemente, tomando mi tiempo para desabrochar, quitar la mantilla y los ganchos.

Mi cabello blanco cae rebeldemente por mis hombros cuando ya no hay nada que lo oculte. Alzo mi mirada y me levanto de la cama para encararlo, prefiero pasar el mal rato ahora, así luego podré continuar con mi vida.

Cuando nuestros ojos chocan siento que no podré soportar el silencio, él... me mira como siempre lo ha hecho, como si no le estuviera mostrando mi mayor secreto. Stefan se acerca y queda a centímetros de mí, luego alza su mano y la posa en mi mejilla.

—Tus ojos son los más bellos que he visto en mi vida, porque jamás he visto unos iguales —suelta mi mejilla y toma un mecho de mi cabello entre sus dedos—, y eres la chica más hermosa que he conocido, porque no he conocido otra como tú.

Sus palabras aceleran mi respiración. Jamás esperé esas palabras, esa reacción; me acepta, me acepta sin si quiera dudar ni preguntar, no tiene miedo, no tiene pánico. Miro sus labios. necesito besarlo, necesito sentir sus labios contra los míos y perderme en él.

—Eres hermosa, única. Eres una tentación para mi Emma, he caído por ti, no por como luces sino por quién eres.

Y me rompo a llorar, no puedo parar las lágrimas llenas de felicidad y tristeza entremezclada, él intenta consolarme diciéndome cosas bonitas para que pare de llorar, pero yo simplemente no puedo. Lo abrazo y escondo mi rostro en su pecho mientras mi cuerpo tiembla; siento sus brazos corresponder a mi abrazo y rodearme lo cual hace que llore más.

—Stefan... —alzo mi rostro y no puedo continuar hablando porque él se inclina hasta juntar nuestros labios.

Stefan me besa con pasión, se toma el tiempo para hacerme perder el conocimiento solo con sus labios, adoro su manera de poseerme con su boca, es demandante; cada uno de sus besos es como si fuera el último y me encanta la sensación. Estoy loca por él, por lo que despierta en mí. Mi cuerpo se derrite, pierdo el control y solo deseo que este momento no acabe nunca.

Alguien toca la puerta y gruño, no quiero que me interrumpan, no ahora. Stefan intenta alejarse, pero no lo dejo, lo atraigo hacia mí y una risa encantadora sale a relucir mientras está pegado a mis labios.

Otra vez la maldita puerta. Esta vez soy yo la que rompe el beso. Tengo la respiración agitada y siento que me puede dar un paro cardiaco en cualquier momento, mi corazón está a mil.

— ¿Quién? —gruño frustrada.

—Señorita, el chocolate caliente y la ropa para el señor —dice una voz apenas audible detrás de la puerta. Abro los ojos como platos.

—Yo lo recibo —dice Stefan alejándose de mí, siento el frio invadirme. Me hace señas para que me oculte y me meto en el baño.

— ¡Oh dios mío! —escucho que exclama la mujer. Si, debe estar sorprendida con semejante hombre; pero me frustra que pierda los cabales de esa manera.

—Muchas gracias —responde Stefan en tono cortante.

—Es todo... un... placer —escucho que se detiene en cada palabra y no puedo evitar poner mis ojos en blanco—. Por cierto, no le he mencionado a nadie de su presencia, pero la señora Clare ya se encuentra en la casa. Espero que se lo mencione a la señorita, para que note mi lealtad —pongo los ojos en blanco, tomaría bien sus palabras si no fuera por el tono coqueto con el cual las pronuncia.

Escucho la puerta cerrarse y salgo de mi escondite.

—Ella manda a decir...

—Escuché todo ¡Oh dios mío! —hago una mueca exagerada mientras la imito.

Stefan deja la bandeja en la mesita de noche y pone la ropa doblada en la cama, la miro de reojo, sin duda es de Leonard. Nadie más en esta casa una únicamente pantalones de lana y camisas blancas con rayas.

— ¿Puedo quedarme desnudo? —abro los ojos de la sorpresa; oh no, definitivamente no podría soportar eso.

—No —me cruzo de brazos —ponte la camiseta y quítate esos pantalones mojados, no quiero que te resfríes.

— ¿Me quieres desvestir tú?

—Ujumm —le lanzo una advertencia con la mirada y él se echa a reír.

Stefan se mete en el baño y cuando sale minutos después la que se echa a reír soy yo. Los pantalones le quedan grandes y lleva la camiseta abotonada de una forma chistosa.

Sorbo un poco de chocolate caliente mientras lo observo.

—Tus ojos son como las estrellas —dice y me atraganto de chocolate, empiezo a toser y dejo la tasa en la bandeja.

—Ven, siéntate —palmeo a mi lado en la cama, apenas se sienta decido hablar sobre el tema, ya sé que no lo tomará mal, así que lo mejor es explicarme con la verdad.

—Jamás le había mostrado a nadie mi verdadera apariencia, es de esos secretos que debía llevarme a la tumba, sé que escuchaste todo, sobre mi apariencia física, sobre mis poderes... —la última palabra la digo en un susurro, es difícil expresarme. Empiezo a retorcer mis manos sobre mi regazo.

—No necesitas contármelo todo —agarra mis manos entre las suyas y las aprieta, alzo la mirada directamente a sus ojos y continuo.

—Soy muy extraña, luzco extraña y hago cosas extrañas.

—Emma... —me interrumpe—, me gustas mucho —sus palabras me dejan en shock.

—Stefan yo... —muerdo mi labio inferior y suelto su mano para poner mi palma en su mejilla—, también me gustas y tengo miedo.

Después de tomar nuestros respectivos chocolates sin despegar nuestros ojos del otro, decidimos ver películas que yo misma elijo, Stefan se ríe porque todas son románticas ¿Que hago si me encantan? Pero, aunque sé que no son de su gusto, se las ve completas.

Después de tres películas en las cuales termino llorando como magdalena, empezamos a hablar de cosas triviales, le cuento acerca de mi infancia, mi padre, el cambio de mi madre, lo importante que se volvió Leonard en mi vida, luego le explico superficialmente sobre mis poderes; él me escucha todo el rato en silencio, nunca cambia su mirada de ternura.

Intento sacarle información acerca de su infancia, su familia, sus hermanos, sus padres, su madre, y responde superficialmente; dejo de insistir porque siempre acabábamos hablando nuevamente de mí y la verdad es que no me disgusta, se siente bien ser escuchada por alguien.

Pido una pizza en la noche y comemos mientras vemos películas que esta vez él eligió, fueron horribles, odio el miedo y la sangre, y todas sus elecciones tenían ambas. Al menos tuve buenas excusas para abrasarme a su cuerpo.

Ambos nos acostamos abrazados y me quedo dormida mientras él acaricia mi cabello.

Tentando al Ángel | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora