Capítulo 20: No le temo a la oscuridad

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—Me quedaré —mi corazón empieza a latir con fuerza, esas palabras son suficiente para desestabilizarme por completo—. No me marcharé.

— ¿Nunca? —pregunto, sé que es mucho compromiso, que esa es una promesa imposible de cumplir, pero aun así quiero escuchar su respuesta, la necesito de consuelo, solo así podré pensar en un futuro donde al menos tendré algunos momentos de felicidad.

—Nunca —suena tan seguro que me hace sonreír, pero no una sonrisa normal, sino una autentica, de esas que borran cualquier rastro de tristeza, de esas que rasgan los ojos y los vuelven pequeños, de esas que te hacen pensar que la vida es hermosa y te hacen desear otro momento para volver a sonreír de esa forma.

—Bueno, creo que he arruinado el baile —se pasa la mano por el cabello para quitarse algunos mechones de la frente. Yo niego lentamente con la cabeza.

—No, ya estaba arruinado antes de iniciar —recuerdo el incidente con Brad y se me coloca la piel de gallina, no quiero pensar en eso—. ¿Tienes planes esta noche? —bromeo.

—Acompañarte hasta que amanezca.

—Entonces busquemos un mejor lugar para quedarnos... —me quito los tacones y los arrojo lejos, luego doy la vuelta sin esperar respuesta y empiezo a correr.

La idea surge de repente en mi cabeza y me siento con suficiente valentía para regresar a mi lugar mágico. Corro y escucho la risa de Stefan tras de mí.

— ¿Ahora que locura se te ocurrió? —no respondo, me adentro en la parte oscura, frondosa y prohibida de mi propiedad, un pequeño bosquecito descuidado—. Tengo algo de miedo... ¿Me estás llevando a rincones oscuros para hacerme cosas prohibidas?

Río a carcajadas, la idea no me parece tan mala, pero la alejo de mi cabeza, siento el cuerpo arder de solo pensarlo.

Cualquier persona que no conociera esta propiedad podría perderse por este frondoso bosque, y más estando de noche, las raíces de los arboles están alzadas y la cantidad de arboles no permite que se filtre la luz de la luna. Sin embargo, conozco este lugar como la palma de mi mano.

Mi madre me prohibió venir a este lugar cuando mi padre murió, y escondió lo que ella creía que era la única llave, yo jamás la saqué de su error, pues mi padre me hizo jurar que jamás hablaría de nuestra copia escondida.

Venir aquí significa traer mis recuerdos a flote, recuerdos felices, pero también dolorosos, pero no quiero entristecerme, no quiero pensar en lo que he perdido sino en lo que he vivido gracias a este lugar, a las risas, las aventuras, los misterios, los juegos... todos aquellos momentos que pasé con la única persona que me aceptaba sin querer cambiarme.

No debería traer a un chico que recién conozco a este lugar, es más, ni siquiera a mi novio falso le hablé de esto, pero quiero que él esté aquí, conmigo, a mi lado, quiero mostrarle todo lo que nunca le he mostrado a nadie, con él no importa el tiempo pierde significado porque siento que lo conozco de toda la vida.

Quizá superficialmente llevamos días conociéndonos, pero cada día, cada hora, minuto y segundo siento que dura una eternidad a su lado. Siento que una hora con él es lo equivalente a un año con cualquier otra persona; lo que veo en sus ojos, lo que siento a su lado, todo es demasiado intenso como para pensar que algo tan ridículo como el tiempo defina su importancia.

— ¿Sucede algo? —la pregunta de Stefan me devuelve a la realidad, no me había dado cuenta de que me había quedado inmóvil.

—No.

Continuo el camino que está fresco en mis recuerdos. Clarissa siempre odió este lugar, se quejaba de la oscuridad y la humedad del camino, decía que no valía la pena pasar ni cinco minutos en este trayecto solo para llegar a un lago. Ella no entendía que esa era la idea, atravesar la oscuridad, los obstáculos, la soledad, perderse... todo solo para encontrar la luz.

Tentando al Ángel | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora