Día 6: Sábado

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Mi cuerpo me duele, pero no más que mi cabeza, no más que mi corazón. Abro mis ojos sintiendo una pesadez horrible; me doy cuenta de que estoy durmiendo en una posición incómoda; deseaba que al abrir mis ojos me encontrara en mi cama, preparada para ir al instituto, quería que todo fuera una simple pesadilla.

Mi cabeza solo tiene espacio para visualizar los rostros de todos los que murieron, al menos los que conocía. Me torturo a mí misma culpándome. Una parte de mí sigue sintiendo todo irreal. Miro por la ventana y veo el sol asomarse, es un amanecer hermoso que para mí ya no tiene sentido.

Mi estómago empieza a protestar por el hambre, necesito comer, ayer me olvidé por completo de alimentarme. Noto que el auto no se mueve y miro a mi alrededor, solo está Stefan con la cabeza pegada en la ventana de su lado, mirando hacia fuera. Su ropa está manchada de sangre demoniaca, su cabello está completamente despeinado y varios mechones caen en su frente.

—Salieron a comprar comida —su voz hace que pegue un grito ahogado. No quería que me notara observándolo como una idiota.

— ¿Que? —estoy desubicada.

—Ellos salieron a comprar comida —sigue con la mirada fija en su ventana. Logro ver a través de ella que estamos en una gasolinera en medio de la nada.

No me atrevo a hablar, así que miro por mi ventana.

—Sé lo que harás —su voz inunda el auto, ni siquiera me volteo—, aunque me quede cerca de mí, estarás lejos.

—No es solo... —me interrumpo a mí misma, es mejor ser sincera, aunque él nunca lo ha sido—. Si, Stefan, nada entre nosotros será igual, nunca.

—Aun así, me quedaré —responde con tristeza, y duele, duele que este sea nuestro final.

—Es tu decisión —respondo con el mismo tono. Tenerlo cerca va a complicarlo todo, pero una parte de mí se alegra de que haya decidido quedarse.

Cada uno se sume en sus propios pensamientos. Quisiera que nada de esto fuera así, que solo fuéramos dos chicos normales que se quieren, que se besan en cualquier lugar, que tienen constantes citas, que pelean por ridiculeces sin sentido. Pero no, nada en mi mundo es normal, ni siquiera el chico que me ha robado el corazón.

—Lo que siento por ti no es un juego —susurra rompiendo el silencio. No voltea a mirarme, yo tampoco lo hago. Sus palabras perforan mi corazón como siempre lo hacen.

En otro momento hubiese saltado a sus brazos, lo hubiese besado y ambos nos reiríamos, pero ese no es nuestro caso. Suspiro y cierro mis ojos mientras una lagrima rueda por mi mejilla, sellando mis sentimientos.

—Los míos tampoco —sé que ninguno de los dos volverá a hablar de sentimientos a partir de este momento.

No lo dejaré de querer con facilidad, en tan poco tiempo se ha apoderado de mi corazón, debo recordar todo lo que hemos causado. Todo es tan injusto, se han hecho demasiados sacrificios, por eso no puedo correr a sus brazos y refugiarme en ellos. Querer a una persona a veces no es suficiente para estar a su lado.

Cuando mi madre y Leonard entran en el auto voltean a vernos como si sintieran la pesadez en el ambiente, ignoro sus miradas y me concentro en la vista de mi ventana; ambos nos preguntan si estamos bien al mismo tiempo, demostrando lo conectados que están, pero ni Stefan ni yo respondemos.

Duele, pero es necesario.

Mi madre nos pasa comida, yo ni siquiera la abro, se me ha quitado el apetito. Pasa aproximadamente una hora hasta que Clarissa habla.

— ¿No piensan comer? —pregunta—. Están débiles, deben alimentarse. No actúen como dos insensatos por lo que más quieran.

Empiezo a darle algunos mordiscos a la hamburguesa, todo para no tener que escuchar a mi madre quejarse, mi paciencia está en sus límites y no creo poder seguir callada sin soltar todo lo que pienso, y sé que cuando lo haga la heriré.

Tentando al Ángel | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora