Capítulo 36: Se necesitan sacrificios

1K 88 0
                                    

Emma

Nada, no siento nada. No hay miedo, desesperación, dolor, arrepentimiento... me siento cómoda donde estoy, no quiero volver, no si eso significa que debo seguir luchando contra la tristeza que me ahoga, ya no me siento capaz de seguir ignorándolo todo para no derrumbarme.

Siento que un vago calor inundar mi pecho, no lo quiero sentir, es mejor la oscuridad, es mejor la nada. Pero el calor sigue extendiéndose y cada vez es más fuerte. Arde, todo en mí empieza a arder, no lo soporto, siento dolor, mi pecho duele, mi cabeza duele, todo duele. Ya he pasado por esto y no quiero pasarlo otra vez, pero no tengo opción. Ahora mi garganta quema, me dan ganas de vomitar, necesito vomitar y lo hago.

Abro mis ojos mientras cada arcada hace que mi garganta arda, mis ojos están llorosos y poco a poco se aclara mi vista, lo primero que veo es el césped verde donde empiezo a expulsar el agua que hace unos segundos tenía dentro de mí. Soy cada vez más consciente de donde estoy, de lo que sucedió, de todo; siento una mano sobarme la espalda mientras vomito agua, su voz resuena en mis oídos.

—Eso amor, sigue... expúlsalo todo —su voz es un aliento para seguir votando el agua de mis pulmones hasta que ya no queda más. Empiezo a tomar aire y poco a poco normalizo mi respiración.

—Otra vez me salvas de la misma situación —logro susurrar, casi no tengo voz.

—Al parecer es lo único que hago bien —me sonríe con tristeza.

—Amón... —susurro preocupada.

—Ya no está —sostiene mi rostro con ambas manos y puedo apreciar sus ojos cristalizados por las lágrimas—, le clavé una de mis plumas en el pecho, fue lo suficiente para mandarlo al infierno por unas horas, pero volverá... necesitamos irnos.

Sus manos dejan mi rostro para cargarme en sus brazos, me siento muy débil, abrazo su cuello y recuesto mi cabeza en su pecho, estoy tan agotada físicamente.

—Mi madre...

—Está esperándonos en la casa, le dije que me ocuparía de ti —esa no es excusa, mi madre se debió haber quedado hasta que mis ojos se abrieran. Quería que fuera la primera persona que viera, todo lo que hemos pasado y aun así me deja sola.

—Cómo pudiste... —Stefan empieza a correr conmigo en brazos.

—Larga historia —dice con la voz un poco agitada—, recuperé fuerzas, volé y te saqué. Tienes que cerrar tus ojos, sé que debes estar cansada... quisiera solucionarlo, solo déjame.

—No —esta vez soy yo la que lo interrumpo—, podré con esto, debes estar fuerte y no eres mi energizante personalizado; no me duele nada, solo estoy cansada —cierro mis ojos de a ratos.

Nos acercamos a mi casa en llamas y a mi madre enfrente de ella con los brazos extendidos. Mi casa, mi hogar, hasta eso he destruido. Tantas personas fallecidas solo porque yo me resistí a morir, y ahora todo lo que me queda está en llamas, no puedo evitar a lanzar un sollozo, pero las lágrimas ya no salen, no me quedan.

Noto claramente como mi madre se nos acerca corriendo.

—Tenemos que irnos rápido, metete con Emma en el auto —le dice a Stefan sin siquiera dirigirse a mí.

Stefan entra cuidadosamente al auto, me quedo en su regazo y recuesto mi cabeza en su pecho. Cierro mis ojos y decido descansar un poco, empiezo a temblar del frío, sigo empapada y con el cabello pegado a mi rostro.

Mi madre y Leonard se meten en el auto sin decir palabra, uno de ellos le lanza a Stefan una manta, él me cubre y me aprieta más, no me quejo.

—Solo son cosas Emma —es la primera vez que mi madre me dirige la palabra, y aun así no me mira, ni siquiera noto alguna emoción en su voz, y estoy tan cansada que no quiero ni examinarla.

Tentando al Ángel | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora