Los pasitos pequeños empezaron a retumbar por el largo pasillo frío, bañado de la primera luz del día que se colaba entre las ventanas. Los pasitos se dirigían (después de haber recorrido todo el pasillo) a la alta puerta que se alzaba delante de su ojos, para con mucha dificultad, -pues estaba alzándose de puntillas para llegar al pomo de esta, para abrirlo- , lo alcanzó a duras penas, porque aparte de su baja estatura, no se soltaba con su peluche inseparable que se encontraba aferrado fuertemente a su mano.
Después de estar intentándolo, lo consiguió: abrió silenciosamente la puerta para darse paso a la enorme habitación (o al menos, con sus ojos) dónde descansaba su papá. Se estremeció del frío que había golpeado esa noche de octubre y a pasos rápidos subió como solía hacerlo otras veces a la cama. Abrió las sábanas para colarse dentro de ellas y se acurrucó lo más cerca que pudo de él.
El hombre se movió al sentir como le separaban sus brazos que se encontraban juntos para que acabase abrazando un pequeño cuerpo que se encontraba entre estos.
Sonrió sabiendo que se trataba de su hija y su peluche, y los acercó más a él, escuchando la pequeña risita que se colocó por los pequeñitos labios de su hija. Dejó un pequeño beso en su frente y continuó con su sueño.
❀❀❀❀❀
-Papá... -la voz melodiosa de su hija dormida mezclándose con una canción de fondo, le acarició los oídos, incapaz de despertarse ante ese sentimiento tan arrullador que su niña le provocaba -Papi... ¡Papá!
La niña empezó a colocar sus pequeñas manitas por la cara del chico, subiéndose encima de su pecho, con las piernas a los lados, acercándose lo máximo que podía a su cara y dando pequeños golpecitos que, cuando alguna vez sentía que lo había golpeado demasiado fuerte le daba un besito allí. Pero aún así no se despertaba.
-¡Papi...! -empezó a lloriquear desistiendo y tapándose los oídos molesta, frunció su carita y sollozó con más fuerza.
El chico se despertó de golpe, rodeando la pequeña espalda de la niña para sentarla en su regazo, examinando qué le había ocurrido.
-¿Qué ha pasado, mi vida? -la meció en sus brazos junto a su inseparable peluche, ignorando todo a su alrededor -¿Por qué lloras? ¿Te duele algo?
-No se d-detiene -señaló con su dedo al aparato que estaba funcionando como una alarma, vibrando y zumbando en su mesita de noche, provocando un estruendoso sonido que molestaba a la niña.
Hyunjin sin apartar a su hija, apagó la alarma; suspiró y se desperezó lentamente, haciendo tronar sus músculos para despertarse completamente.
-Ya está, princesa -le habló cálidamente a su hija, quien se aferró a su cuello en un abrazo, separándose -por primera vez en el día- de su peluche y acabar de sollozar ahí. Hyunjin le acarició la espalda cariñosamente y la continuó meciendo mientras reía suavemente y le alentaba a que dejara de llorar.
La niña se separó y su padre aprovechó para limpiarle los ojitos con el pulgar, y repasarle la carita con sus dedos, mientras le devolvía el peluche a sus brazos y daba una suave pasada con su yema la naricita de la pequeña.
-Vamos, -acabada la escena y tallándose los ojos se levantó de la cama, girándose para ver a su niña bajando de la cama rápidamente para alcanzar los pasos de su padre, y Hyunjin afligido de ternura le tendió su mano para que lo acompañara. -¿qué quieres para desayunar?
Los dos se dirigieron al baño para poder alistarse. Hyunjin la dejó sentada en el lavamanos, donde ella ya sabía qué hacer, a pesar de que su padre la ayudara: se lavaba la carita adecuadamente y seguidamente se cepillaba sus dientes con el cepillo que tanto le gustaba decorado con ositos.
Hyunjin aprovechaba ese momento para afeitarse y de reojo ver a su pequeña cepillándose los dientes efusivamente, sonriendo como un tonto enamorado de ese pequeño ser.
Era su vida, y no necesitaba más.
Después, empezó una pequeña carrera dónde llegaron hasta la habitación para que se alistaran. Poniéndose la ropa, y mimos (pues mientras la ayudaba a vestirse, siempre acababa dejando algún que otro beso por la blanca piel, haciéndole soltar carcajadas sonoras).
-Papi... ¡Aupa! -el pelinegro miró abajo para ver a su niña, quién había soltado su manita para alzar sus brazos, queriendo que su padre la subiese a sus brazos. Y lo hizo, la niña se aferró a su cuello mientras le explicaba el capítulo de sus dibujos favoritos de la noche anterior.
Los dos bajaron hasta llegar a la cocina y Hyunjin, como le había prometido antes, le sirvió sus cereales favoritos, dejándola en su sillita y encendiendo la televisión para que se entretuviese mientras comía y él pudiese acabar sus cosas.
-Hyemi, mi vida -repasó lo que siempre debía antes de salir y separarse de su hijita, para que lo aprendiese correctamente -¿Te acuerdas de lo que tienes que hacer siempre?
-Shi ~ -canturreó con la boca llena, a lo que su papá se apresuró a limpiar las comisuras de sus labios con una servilleta. Colocó tres dedos enfrente de su padre y empezó a dictar: -No hablar con extraños, -bajó un dedo y continuó bajando a medida que iba hablando- llevar dibujitos a casa, -porque a papi le encantan- y hacer siempre lo que el maestro Kim diga.
-¡Muy bien! -la felicitó y vio como la niña le ofrecía una sonrisa que supo, que era la más bonita que había visto. Amaba a esa nena.
Acabó de arreglarla, haciendo lo que más amaba. Peinaba su pelo lacio mientras la tenía sentada en su regazo y escuchaba cualquier cosa que su hija le explicaba. Acabó de hacerle una coleta sin apretar demasiado, para que su pelo no le molestara y los dos se dirigieron a la puerta.
-Espera, papi -antes de cruzar la puerta, cuando Hyunjin le cedió el paso para que ella saliese primero, pero la niña empezó a correr escaleras arriba, y su padre la iba a seguir, pero Hyemi volvió enseguida con su peluche aferrado en sus brazos. -Sha estoy lista, ¡vamos!
Subió a su coche, sentando en la sillita a su hija y cuando se hubo asegurado de que estaba bien, subió a la parte de adelante y se fueron a la guardería.
Donde ahí, su hija bajó ansiosa para entrar; los primeros días le había costado mucho entrar, llorando en la puerta que no quería separarse de su padre, pero al final este, junto al maestro lograban hacer que la niñita entrase y al final, después de algunas semanas, disfrutase del lugar.
Y ahora, entraba sola, corriendo con su mochila aferrada a su cuerpo gracias a sus manitas.
-¡Adiós, Hyemi! -se despidió cuando la vio muy decidida a entrar, pero esta se giró y volvió sus pasos hasta volver y hacer que Hyunjin se acuclillase delante suya y su hija le rodeó el cuello mientras le dejaba un sonoro beso en su mejilla. -Nos vemos luego, mi vida.
La niña retomó su camino hacia la entrada a la guardería mientras se despedía con la manita.
Solo cuando la vio desaparecer en la puerta, suspiró profundo y se frotó su cara preocupado. Tensando sus hombros, como no lo hacía cuando estaba la pequeña y se dirigía a su trabajo.
No era el mejor momento para él, la empresa empezaba a peligrar debido a grandes crisis que estaba teniendo y el pelinegro estaba en bastante riesgo de ser despedido. Pero, a pesar de todo, lo que más le preocupaba si alguna vez, no podía ofrecer un plato en la mesa a su hija.
HYEMI ;
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SINE DIE『HyunMin』
Fiksi Penggemarsine die ; indefinidamente Con dos vidas tan distintas, incapaz de conectarse, Hyunjin y Seungmin se encuentran enredados entre ellos cada vez más por un estúpido capricho de la niña: "sé el novio de mi papá".