Su último marido (R#8)

18. Ningún idiota

Nuevo día, esta vez sí desayuno con Kyle, parece que sus horarios en el trabajo son indistintos. Miro las pastillas y recuerdo la que encontré ayer en el tacho.

—Estaba pensando —me aclara y levanto la vista —debería contratar a alguien para que te cuide cuando no esté, me preocupa que te caigas.

Claro, porque me estás dopando ¿no?

Tantas cosas podría decirte, imbécil. Pero no soy idiota y tengo que tirar esto, sin que se dé cuenta.

—Háblame de tu mujer difunta —Agarro las pastillas disimuladamente y le sonrío.

—Bueno, no tengo mucho más que contar, le gustaba pintar —Se acomoda en su silla y pasa su pie por mi pierna, sin dejar de mirarme, toma de su taza de café —¿Por qué la curiosidad?

Me acerco a su rostro.

—Quiero saber más de ti, que mejor forma que hablando de tu pasado, cuéntame de tu padre —Guardo las pastillas en el bolsillo de mi saco.

—Un buen hombre, me enseñó todo lo que tengo que saber sobre las mujeres.

—¿Qué somos frágiles? —Me alejo de su cercanía y él se ríe.

—Los tiempos cambian, supongo.

—La modernidad ha demostrado que somos tan buenas como ustedes. Así que lo del sexo débil, ya pasó de moda, y nunca va a volver ahí.

—Se ve que la tienes muy clara —exclama con confianza —me parece bien, si eres débil no sirve de mucho.

—Soy la clara demostración de una mujer fuerte y nada ni nadie, me detiene.

—¿Y no piensas que una mujer fuerte necesita a un hombre fuerte al lado? —me coquetea porque se acerca a mi rostro.

—Claro que sí —Sonrío.

Sinceramente no lo creo, pero lo dejaré contento para seguir con mi falso juego y averiguar qué mierda trama. No vaya a ser que esté delante de un psicópata o peor, un hombre como el señor Collins, aunque sin ser viejo y feo. Porque no voy a mentir, Kyle es un pelirrojo atractivo, pero ya no me engaña, ahora sé que no es ningún idiota y debo estar alerta.