32. Sacarse las dudas

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El estúpido de Kyle me ha desatado las manos. Error grave para él. Para mí, una ventaja. Sólo tengo que descubrir cómo abrir la puerta de salida y me iré de aquí. No puedo pensar en matarlo con esta dificultad motora, pero cuando mi pie se cure, es lo primero que haré. Por eso antes, debo irme de esta casa. Seguramente puedo encontrar una forma de huir.

Despacio me inclino en la cama y comienzo a vestirme, aguanto el dolor de mi pie para caminar e intento hacer el menor ruido posible para no despertar al pelirrojo que duerme. Cruzo la puerta de la habitación, viendo la escalera y presiono mis dientes por la frustración, pero esto no me detendrá, prosigo escalón por escalón, aguantando el dolor de mi pie.

Miro la puerta de salida, no hay forma de escapar por ahí. Necesito una ganzúa ¡Eso es! El estacionamiento. Voy directo hacia allí. Investigo el lugar, buscando algo que me pueda servir y luego miro la persiana, se ve liviana. Cambio mi idea sobre forzar una puerta y mis labios forman una sonrisa.

Elijo la camioneta blanca y subo a esta. Corto y muevo unos cables, encendiéndola. Me preparo para arrancar el vehículo a gran velocidad. Presiono el acelerador, así choco la persiana, consiguiendo romperla. Conduzco más tranquila cuando me alejo, mi pie duele, pero no importa. Primero debo conseguir un lugar dónde quedarme y luego iré al médico, a ver si me da una solución.

Conduzco hasta reconocer el edificio, estaciono en frente de este y voy directo a recepción.

—Disculpa ¿Me podrías comunicar con Crista Ricoy? —le digo a la recepcionista.

—Pero... —Queda atónita —está en Argentina.

—Sí, es una llamada de larga distancia, pero tu jefa no te matará —Sonrío —. Dile que es de parte de Dasha Collins, su amiga. No tendrá problema.

Duda pero marca el número de todos modos. Espero un momento, la chica se sobresalta cuando la reprenden, pero antes de que siga la conversación, le saco el teléfono y sonrío.

—Hola, Cri ¿Qué tal? —exclamo de manera alegre.

—¿Dasha? Creí que estabas muerta —afirma con confianza.

Me río.

—Ay que simpática —expreso con sarcasmo y luego le aclaro —guárdame el secreto.

—¿Qué quieres? Estoy ocupada.

—Espero que no con tu marido, porque sino me delatas —refiriéndome a que mi anterior esposo es su cuñado.

—Tienes suerte, estoy con un montón de estúpidos empleados. Además, si estuviera con David no te hubiera atendido, sabes lo apasionados que somos.

Ruedo los ojos.

—¿Quién no conoce eso? Resérvate los detalles, no digas nada de mi supuesta muerte y tercero, necesito de tu ayuda.

—Ah puedo oír a la verdadera Dasha hablando, que agresión ¿Qué necesitas?

—Un lugar dónde dormir, tienes miles de casas y sucursales en todo el mundo, préstame algo.

—De acuerdo, pero devuélvemelo con intereses.

Levanto una ceja.

—¿Cuando no te he pagado yo?

Se ríe fuerte, luego me da la razón, corto cuando me indica la dirección del apartamento y la recepcionista me entrega las llaves. Salgo del edificio, entonces subo a la camioneta dirigiéndome a la clínica. Una vez allí, consigo un turno rápido con mi doctor personal, el cual me estuvo atendiendo aquí en Inglaterra y cuando es la hora, me llama para la consulta.

Hago todas las revisiones pertinentes y me lee los viejos análisis, los cuales ni estaba enterada, al encontrarme encerrada en la casa de Kyle, ni tenía idea de mi salud.

—No me gusta para nada, todo lo que me está diciendo, doctor —expreso molesta sentada en la silla frente a su escritorio, me toco la cabeza, apoyando el codo en la mesa.

Estoy muy estresada.

—A mí tampoco señorita Collins, sobre todo por el tiro que recibió en su estómago.

—Creí que me hablaría de mi pie pero...

—Ciertamente su pie no está en condiciones, pero lo que más me preocupa es la salud del bebé ahora.

Quedo tildada ante tal información y alzo una ceja.

—El... ¿Bebé? —Bajo la mano despacio —¿Qué bebé?

—Su hijo ¿No lo sabe? Que extraño, le dije a su marido, usted está embarazada, señorita Collins.

Creo que me titila un ojo.

Me quedo petrificada un momento, hasta que comienzo a reír cómo maniática.

—Ja, ja, que buena broma, un bebé ja, ja —Paro mis carcajadas cuando el hombre me sigue mirando extrañado, entonces dejo de sonreír y frunzo el ceño, me levanto agarrándolo de la ropa muy molesta —¡¿Cómo qué un bebé?! —grito furiosa.

—Es... es cierto.

—¡¡No mienta!! —Lo empujo soltándolo y me alejo de mi asiento —¡¿Qué truco es este?! ¡¡Estoy irritada, ag!! —me quejo, mientras camino en círculos pensativa —. Cierto, la noche de bodas —digo para mí misma —pero yo tome... Ah es un hijo de...

—Señorita, Collins —me interrumpe el maldito insulto —si no me cree... —Alza un test y rápido se lo arrebato.

Es verdad, me tengo que sacar la duda y rápido decidir que hacer, no tengo tiempo que perder, este se ha vuelto oro.

Su último marido (R#8)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora