Capítulo 12: Propuesta desequilibrada

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Sus ojos celestes se abrieron de par en par al descubrir al dueño de aquella figura que en esos momentos se encontraba parada al lado de aquel gran árbol junto a su casa. Su cara aun con rastros de lágrimas, simplemente quedo atónita al descubrirlo ahí, más que todo por el simple hecho de que eso parecía una verdadera alucinación...«¿Será que me estoy volviendo loco?»

Pestañó un par de veces, con la idea de que aquello se desvaneciera de una vez, pero al ver que no lo lograba, decidió refregarse los ojos con ambas manos. Pero volvió a abrirlos...y él seguía allí. Kenny desde el otro lado parecía no verlo a pesar de que él se encontraba a la altura de la ventana, tal vez producto de que la luz de su habitación permanecía apagada. Agradeció en silencio el estar a oscuras, ya que su cara de espanto al verlo allí, no hubiera sido la mejor imagen que el mayor hubiera podido ver, además de que, su rostro en sí, era un completo desastre debido al llanto anterior.

Pero el no ser visto no lo tranquilizaba, sino que muy por el contrario...el escalofrío que sentía por toda su espina dorsal y el latido descontrolado de su corazón eran incansables, hasta el punto que sentía que su cuerpo se quebraría al más mínimo toque producto de la tensión. Y es que ¡Dios! ¡No lo comprendía! ¿Qué se suponía que estaba haciendo Kenny allí? ¿Por qué había llegado hasta su casa? ¿Por qué había ido...tras él? 

Al pensar en la última interrogante, sintió una fuerte pero cálida punzada en su corazón...¿Qué Kenny haya ido tras él? ¿Era acaso eso posible? Instintivamente llevó sus manos a su pecho y se alejó tres pasos atrás de la ventana. Estaba comenzando nuevamente a sentirse invadido por esa calidez de la maldita esperanza...«¿Es que acaso no aprendo?»

Su boca se curvó en un intento de fingir una sonrisa. Kenny otra vez lo estaba poniendo de cabeza, odiaba el vaivén de sentimientos que ese chico le causaba, pasaba de la total resignación a la esperanza con tan solo verle la cara...¿Acaso era una especie de maldición? Mantuvo su vista fija en la ventana notando de inmediato que el sonido de las piedrecillas había cesado. ¿Será que aquel rubio se había ido? Sintiendo la angustia recorriendo su ser ante tal pensamiento, se abalanzó hacia la ventana y la abrió de par en par violentamente, como a la espera de ver el peor de los escenarios...pero se equivocó, su mirada solo se topó con el sonriente semblante del contrario.

— Hola Leo, yo ya pensaba que te habías ido a dormir... — comentó con una pequeña sonrisa y un tono algo fuerte el mayor para lograr ser escuchado desde esa distancia. Butters tardó en reaccionar, sintiendo como con cada palabra su corazón latía más fuerte. «Él realmente esta aquí»

Kenny observó con algo de extrañeza el semblante enmudecido del menor, el cual no parecía reaccionar ni ante el pequeño saludo que él le había dado. ¿Acaso había hecho algo mal? Entonces fue, que desde la primera vez en que lo decidió, se cuestionó si estuvo bien el haberlo ido a ver. Era obvio que el chico no esperaba verlo allí, pero tal vez había sido imprudente de su parte, ir a molestarlo luego del mal rato vivido en la casa de Clyde, después de todo, resultaba lógico que él lo que más podía desear en esos momentos era estar a solas.

«Bien hecho Kenny» Se reprendió a sí mismo y a su maldito impulso.

— Lamento haber venido de esta manera — se excusó — pero ya sabes, quería saber si estabas bien, después de todo lo que pasó quede algo preocupado — carraspeó un poco — es decir, quedamos preocupados, así que me ofrecí a venir a ver si estabas bien — esbozó otra sonrisa un poco más forzada, sabiendo que había ido a verlo sólo por cuenta propia, no por los demás — así que en verdad lamento si te importune de alguna manera...— se rascó un poco la nuca algo incómodo, intentando excusarse ante tal inesperada visita de su parte.

Butters, abrió los ojos con sorpresa al escuchar las palabras del contrario, notando al instante que al parecer Kenny estaba mal interpretando su actitud. Su silencio le estaba haciendo pensar que en realidad su presencia le molestaba, siendo que era todo lo contrario. Dios... odiaba cuando no se podía dar a entender por no saber cómo reaccionar. Finalmente cuando vió a Kenny hacer un ademán de estarse despidiendo, supo que debía aclarar las cosas inmediatamente y hacerle ver a ese tonto chico, que su mudismo no era por desagrado, sino que por todo lo contrario...el sólo hecho de haberlo visto ahí, lo había dejado completamente anonadado.

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