-¿Llamaras a tu madre para que venga por ti?
-No
-Pero si quieres la llamamos nosotros Sam no hay problema
-No
-Pero...
–¡No! –Grité, y en seguida me mordí la lengua–. Yo no tengo madre.
A la enfermera se le suavizaron los gestos del rostro.
–¿Quieres que llamemos...?
–A Tomas –la interrumpí–. Lo quiero a él.
Habían pasado tres meses más y me había recuperado del todo. Caminaba bastante bien y Tomas, aunque no venía seguido no importaba, sabía que se esforzaba estudiando.
Me había dicho que fuera a vivir con él apenas me dieran de alta tanto psicológica como físicamente. Lo físico estaba bien, pero tendría que seguir yendo a tratamiento psicológico aun fuera de la clínica.
Ya había hecho mis maletas. Estaba de pie a la entrada de la clínica esperando por Tomas. Las manos me sudaban, los nervios eran evidentes ya que hace mucho, mucho tiempo no salía afuera de ese lugar.
–Al fin –me dije sonriendo–. Eres libre.
Pero ¿de verdad era libre?
Adentro de la clínica había estado absorta de cualquier comentario malicioso hacia mí. No sabía nada de lo que había ocurrido fuera desde que me intente suicidar. Me pase noches pensando e imaginando posibilidades, y por lo mismo, mi salud mental, me habían prohibido cualquier acercamiento a un celular. Pero quizás eso hizo que no me pudiese preparar para lo que ahora debía enfrentar... No sabía nada.
–¿Vamos? –Salté del susto y frente a mi estaba él, con una camiseta blanca y jeans. Lucía mas guapo de lo que recordaba, tal parece que dormir le ha hecho bastante bien.
–Vamos –le tomé la mano, confiada que el no me soltaría, y no lo hizo. Fue la sensación más hermosa–. ¿Somos novios ahora Tomas?
Él sonrió mirándome al mismo tiempo. Si fuera de chocolate me habría derretido al brillo de sus ojos...
–Si.
Nos subimos al auto y allí me entrego un paquete, una cajita pequeña con una cinta.
–Ábrelo.
Como si supiera lo que había allí dentro mis manos se cohibieron. Tuve que ir contra mis impulsos de tirar la caja lejos y finalmente la abrí.
Un celular. El mismo celular que tenía hace dos años.
–No lo he tocado. Lo único que he hecho fue cargarlo antes de venir aquí y al parecer sigue vivo después del accidente.
Tras mi cara, Tomas continuó:
–Solo quiero que cierres todas tus heridas. Tienes que concluir esa etapa y una de ellas es enterarte de lo que pasó para así empezar de nuevo.
Pero no pude hacer nada.
–Las cuentas de internet las tengo al día Sam –Susurró mientras doblaba por una calle–. Si tu quieres destrozas ese celular, o bien puedes enterarte de todo. Es tu decisión y no te negaré el derecho de saber de ti misma.
No sabia si sonreír o echarme a llorar.
Sabía que dentro de ese celular no me esperaba nada bueno, ¿pero que me haría más daño? Sabía que si destrozaba el único material donde tenía información me arrepentiría por el resto de mi vida. Lo sabía porque me conozco.
Llegamos a su casa, era amplia pero no había nadie más adentro.
–¿Vives solo?
–Siempre. –tomó mis maletas y las dejó al frente de unas escaleras. –Y bien, la pregunta más importante...
Su sonrisa coqueta me gustó.
–¿Dormirás conmigo?
Sentí mi corazón latir más rápido y el sudor empapar mis manos, espalda y frente.
–¿Eso es un sí? –Tomas abrió los brazos y me envolvió en ellos en un cálido abrazo–. Sabes que no te obligo a nada. Si tu quieres estar en otra habitación solo dilo, yo te respe..
–Contigo.
–Que rápido –soltó entre risas separando su cuerpo de mi para mirarme al rostro–. No sabes lo feliz que me siento en estos momentos.
–No se porque y como llegamos a estas alturas, pero... gracias Tomas.
Estábamos cerca, a unos centímetros de distancia y nuestros labios casi se rozaban. Las ganas por besarlo me hacían cosquillas, necesitaba de sus labios, de su piel.
Pero él fue más rápido y estampó sus labios contra los míos en un duradero y apasionado beso, sacando su lengua y haciéndola danzar con la mía, acariciando mi rostro con la yema de sus dedos me hacía sentir en las nubes. Sus besos eran tan deliciosos, que nadie podría comparársele, o quizás yo los sentía así. Simplemente porque me había enamorado.
Nuestros cuerpos se rozaban y envolví su cuerpo con mis brazos, entonces me tomó de la cintura y me jaló para que abrazara su cintura con las piernas. Nuestras respiraciones golpeando nuestra piel, nuestros labios pegados con excitación, nuestras manos tocando y acariciando sin pensar. Jadeábamos tanto que teníamos que detenernos para tomar aire.
Entonces Tomas caminó al sofá mas cercano y me dejó caer en él, viendo como se subía encima entre mis piernas y me abrazaba. Besó mi cuello con pasión, dejando huellas de deseo en su recorrido, bajando hasta las curvas de mis senos y allí me queje con deseo queriendo más, mucho más. Porque no me cansaba de él.
Y cuando comenzaba a sacarse la camiseta dejando en evidencia su abdomen marcado, mi vista giró hacia un lado viendo entonces un aro.
¿Un aro?
–Detente –pero Tomas no escuchó–. ¡Detente! –Dije, saliendo por debajo de su cuerpo.
Tome el aro que se encontraba en el suelo, casi junto al sofá.
–¿Usas aros? –pregunté, queriendo morir por dentro.
–No es lo que tu crees –explicó colocándose la camiseta–Sam...
–No –me quede sentada en el sofá mientras sentía que el rostro de Tomas se iba deteriorando–Solo, déjame sola...
Déjame sola.
.
.
.Espero les guste ❤ linda semana a todos
![](https://img.wattpad.com/cover/136283827-288-k629079.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Eres mi desafío - TERMINADO ✔
Teen FictionSoy una perra. Una que no le importa nadie y de pronto sin darme cuenta, llega un chico a acabar con esa rutina. Me enamoré de él y él odia las chicas como yo. Pero, ¿realmente crees que esa es la historia? Mi historia es más que eso. Rankings ✔ ...