tres

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monachopsis: the subtle but persistent feeling of being out of place.

Era muy posible que el cuaderno ya tuviera un significado especial para mí, eso no iba a negarlo, pero el hecho de no querer devolvérselo a su dueño original no sólo tenía que ver con eso.

Sabía que él lo destruiría. No entendía el porqué de ese odio tan inmenso hacia las palabras garabateadas en aquellos folios cuadriculados, pero Namjoon quería deshacerse del diario como fuera, así que estaba aprovechando aquella oportunidad para pedirme que se lo devolviese.

—No. —Mi respuesta fue rotunda e inmediata y eso provocó que Namjoon frunciera el ceño y Baeksok me mirara con sorpresa—. No te lo voy a devolver para que lo quemes o algo peor. Búscate otra forma de solucionar tus problemas.

—Es mío —inquirió intentando no perder los nervios, algo que siempre le pasaba cuando tenía conversación conmigo, por lo que había podido comprobar—. Además, negarte a devolvérmelo sólo me hace sospechar más de ti.

—No, ya no lo es. Lo tiraste a la basura, ¿recuerdas? —insistí yo y negué con la cabeza, dispuesta a no dar mi brazo a torcer—. Si quieres te envío fotos o lo que sea, pero no te lo voy a devolver. Además, me da igual que sospeches o no de mí. De todos modos ya has dejado muy claro que lo haces.

Namjoon soltó un resoplido de resignación y miró de nuevo a Baeksok, que llevaba varios minutos siendo un simple espectador en la escena.

—¿Puedes ponerte en contacto con la persona que te lo envió? —le preguntó por tercera o cuarta vez—. Tiene que haber alguna forma. ¿Cámaras de seguridad? ¿Algún vecino que viera a alguien dejando la carta en tu casa?

Baeksok negó con la cabeza y se quedó unos segundos pensativo, buscando quizá alguna idea que pudiera resultarle útil, o recordando algún detalle que podría darnos una respuesta.

—Mi vecina me dijo que había sido un niño, así que supongo que la persona que lo envió lo utilizó para no dejar ninguna pista de quién era —respondió con una ligera mueca—. No me imaginaba que esto fuese a llegar tan lejos. Creía que era alguien que tenía miedo al rechazo y por eso no quería leer el poema en público por sus propios medios.

Comencé a darle vueltas al asunto. Todo era demasiado retorcido para mi gusto, pero había algo que no me encajaba del todo en la historia de Namjoon. Me faltaba información importante para poder hacerme una idea de la razón por la que alguien estaría haciéndole eso.

—Un momento. —Los dos chicos se giraron para mirarme con atención y me sentí algo intimidada, pero aún así continué hablando, impulsada por mi curiosidad—. Hay varias cosas que no entiendo de todo esto. La primera, ¿por qué alguien estaría utilizando tus escritos de esta forma tan absurda? Quiero decir... Entiendo que si alguien usa material que no es suyo es para que se lo reconozcan a él. Plagio. Pero si no es por esa razón, y está claro que no porque se ha esmerado en que no sepamos quién es, entonces... ¿Cuál es el propósito?

Baeksok se quedó callado, pero me dedicó un asentimiento de cabeza que traduje como un "tienes razón, yo también me lo pregunto". Sin embargo, el silencio de Namjoon dijo algo más que eso y la forma en que su mandíbula se tensó por completo sólo consiguió confirmármelo.

—Deberías hacerte una idea, teniendo en cuenta que has leído todo el dichoso diario.

—Si había algún tipo de mensaje oculto, enhorabuena, chaval, estaba tan bien oculto que ni lo he podido encontrar —repliqué con sorna, aunque era cierto—. Lo que me lleva a la siguiente pregunta sin responder. ¿Por qué te molesta tanto que tus versos sean leídos de forma anónima en un club de poesía pequeño que nadie conoce? Nadie se está llevando el mérito de tus palabras y, aunque puede que no te guste cómo quedó lo que escribiste, esa no es razón alguna para ponerte como un loco. ¿No?  

 Miré a Baeksok en busca de apoyo. Estaba tan callado, tan absorto en la conversación que Namjoon y yo teníamos que ni siquiera sentí los nervios de admiradora recorrer mi sistema cuando me dirigí a él.

—Oh, sí, supongo —asintió él sin mucha convicción, pero al menos dejando claro que estaba de mi lado.

—Eso no es lo que importa ahora mismo, Minji —fue lo único que dijo Namjoon, de nuevo con la irritación tiñendo su voz—. Lo que importa es que necesito el diario. Necesito parar esto si es que la persona que está detrás piensa seguir con esta mierda.

—Ya te he dicho que no te lo voy a devolver —insistí yo encogiéndome de hombros—. Si quieres buscar alguna pista en él, entonces te lo mostraré. Pero después me lo vuelvo a quedar yo.

Exasperado, el castaño se llevó las manos a sus mechones rebeldes y tiró de ellos. Después escondió sus facciones entre los dedos por unos segundos y finalmente volvió a su estado inicial: los brazos cruzados sobre el pecho, los ojos clavados en el suelo y el pie golpeando la moqueta incesantemente.

—Está bien —accedió al fin y le lanzó una mirada rápida a Baeksok antes de añadir—: Si vuelves a tener contacto con esa persona, o vuelven a mandarte un poema, por favor, avísame.

Se sacó de la americana una tarjeta y se la pasó.

—¿Por qué tienes tarjeta de presentación en la chaqueta? —le pregunté sin pensar en qué estaba a punto de decir—. ¿Qué tienes? ¿Cincuenta años?

A Namjoon no le hizo demasiada gracia mi broma, y el ambiente estaba tan tenso que Baeksok ni siquiera reparó en mis palabras. Sólo se quedó mirando la tarjeta, aún sumido en sus propios pensamientos.

—Deja de decir tonterías y vamos —se quejó y me hizo una señal para que lo siguiera a través de las mesas del local.

—¿A dónde vamos?

—A por el dichoso diario.

—¿Qué? ¿Ahora mismo? —exclamé parándome en seco y tratando de encontrar a mis amigos, que ya no estaban en la mesa 8—. No podemos hacer eso.

Namjoon se giró y frunció el ceño al darse cuenta de que Baeksok ya había desaparecido de allí. Sus labios también formaron un línea muy fina, por lo que supuse que también desconfiaba del poeta, aunque yo estaba segura de que él no tenía nada que ver con aquella paranoia que se había formado en la cabeza del primero.

—¿Y por qué no?

—No tengo porqué responder a eso. —Me llevé la palma de mi mano a la frente e intenté pensar en algo creíble que complaciera la necesidad de aquel chico—. No la tengo aquí y no puedo ir a buscarla ahora. Te la mostraré mañana si quieres.

—Te acompañaré a por ella —insistió él y se giró de nuevo para seguir andando—. Creo que tus amigos se han ido ya, de todos modos. Así que no me hagas perder más tiempo, por favor.

Solté un suspiro y seguí los pasos de Namjoon al darme cuenta de que, en efecto, mis supuestos amigos se habían largado sin mí.

eufonía » kim namjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora