dieciocho

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Vagarious: erratic and unpredictable in behaviour or direction.

Eran las tres y diecisiete de la madrugada cuando metí la llave que me había dado Jieun en la cerradura de la puerta trasera del edificio blanco en el que trabajaba.

Supuestamente, aquella llave estaba reservada para emergencias, o necesidades repentinas, pero aquello era, sin ninguna duda, un asunto muy importante y delicado que debía resolver cuanto antes.

La aparición de Jade aquella mañana me había abierto los ojos respecto a algo que había estado pasando por alto todo el tiempo. Bueno, en realidad, había sido una de las frases llenas de veneno que ella le había dedicado a Yoongi.

―Que vivas aquí como un sintecho no te hace un buen profesional.

Por supuesto, él le había contestado. Se habían estado lanzando comentarios de ese tipo sin parar durante toda la mañana y parte de la tarde (hasta que por fin ambos desaparecieron del estudio y Namjoon y yo tuvimos un merecido descanso).

Abrí la puerta, que chirrió a mi paso, y me adentré en la oscuridad.

El edificio estaba, en realidad, dividido en dos. Una parte de éste estaba ocupada por aquellos que se encargaban de las finanzas, la gestión y todo lo necesario para no ir a la quiebra. La otra parte (en la que yo me encontraba justo en ese momento) era la de los "artistas".

Por supuesto, aquella parte era mucho más grande que la reservada a los altos cargos. Las salas de prácticas, los estudios de grabación... Todo aquello estaba allí.

Entre esos estudios estaba el que yo compartía con Yoongi y Joon (y, desde esa misma mañana, también Jade).

Me dirigí hacia allí en silencio. A mitad de trayecto, el guardia me pilló y me apuntó con la linterna a los ojos a la vez que decía:

―Identificación.

Por suerte, había sido lo suficiente avispada como para llevar la documentación conmigo aquella noche (ya que sabía que algo así podría pasar), así que el guardia no tardó en dejarme ir y seguir con sus paseos constantes en silencio.

Una tenue luz se percibía por debajo de la puerta. Parecía una simple lámpara (quizá la que Yoongi tenía sobre el escritorio), pero la escasez de luz del exterior la hacía parecer mucho más intensa de lo que en realidad era.

Entré sin llamar mientras guardaba la llave que había usado en el bolsillo de mi chaqueta.

Yoongi estaba tumbado sobre el escritorio, con la espalda arqueada en lo que parecía un ángulo doloroso, los brazos colocados a modo de almohada, los ojos cerrados y la boca abierta.

Estaba solo y verlo en aquella situación hizo que me sintiera un tanto enternecida y preocupada por él. Aunque claro, eso sólo duró hasta que abrió los ojos y comenzó a gruñir.

―¿Qué coño haces aquí?

―Hola a ti también, Yoongi ―repliqué yo ante su forma tan peculiar de saludarme.

―No es hora de decir hola... ―Estaba tan adormilado que ni siquiera se le ocurría una buena frase para dejarme por los suelos. Adorable.

―Tampoco es hora de estar trabajando, así que vete a dormir como es debido ―le aconsejé, recordando las palabras de Jade una y otra vez.

―Si quieres dar sermones, corre a misa ―murmuró colocándose de nuevo en la posición en la que yo lo había encontrado.

Sí, ese era más el Yoongi al que yo conocía.

eufonía » kim namjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora