treinta

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Lancé una última mirada a Namjoon antes de girarme y golpear la puerta del despacho con mis nudillos. Escuché la femenina voz dándome luz verde para entrar y obedecí de inmediato, cerrando la puerta tras de mí.

Jieun me recibió con una sonrisa, justo como Namjoon me había despedido solo unos segundos atrás, y me pidió que me sentara y me pusiera cómoda para charlar tranquilamente, ya que yo no trabajaba allí y el tiempo de formalismos se había acabado.

―¿Cómo te encuentras, Minji? ―me preguntó en cuanto se formó un pequeño silencio entre nosotras―. Jade me dijo que te habías puesto muy nerviosa al conocer a Dakho y que lo habías pasado mal por ello. Lamento que fuera así, cielo.

Coloqué la mejor sonrisa que pude en mis labios y solté una risita.

―Realmente no fue Dakho el que me puso nerviosa, fue Namjoon. La idea de que podía hacer algo que le costara todo lo que había conseguido ―admití porque era absurdo intentar engañar a Jieun y porque me daba la sensación de que ella me entendería―. Pero gracias a Jade y a ti todo salió bien. Creo que es imposible que podamos agradecerte lo que has hecho, pero de todos modos, gracias.

Distinguí una sonrisa llena de ternura en el rostro de mi madrastra y comprobé que sus ojos me observaban de la misma forma: aliviados, agradecidos (aunque no llegaba a entender el porqué) y enternecidos.

Jieun se levantó de su asiento y se acercó más a mí, rodeando su escritorio para que quedáramos frente a frente. Se reclinó hacia atrás para quedar apoyada en la mesa (aunque sin llegar a estar sentada del todo) y entrecerró mis manos entre sus largos dedos.

―Hay una forma en la que puedes agradecérmelo ―dijo sin perder la sonrisa―. Siendo feliz. Tú y Namjoon. Juntos o separados. Solo sed felices, ¿de acuerdo?

Abrí la boca para contestar algo coherente, para intentar expresar en palabras lo que estaba sintiendo, pero lo único que conseguí responder fue un:

―Jieun...

Ella negó con la cabeza, como si no deseara escuchar lo que yo tenía que decir, y en el fondo se lo agradecí, porque no había palabra que yo pudiera formular y que pudiera hacer justicia a la situación.

―Habría ayudado a cualquiera de mis chicos o chicas de haberse encontrado en la situación de Namjoon, porque es lo que tenía que hacer ―continuó Jieun antes de que yo pudiera volver a hacer un intento fallido de hablar―. Pero con él era diferente. Solo hacía falta observar por un instante la forma en la que él te miraba a ti y tú lo mirabas a él para darse cuenta de que ayudándolo a él te estaba ayudando a ti y viceversa.

»Y ayudarte a ti es lo que he querido desde que...

Sabía lo que estaba a punto de decir. Sabía que, al igual que yo, Jieun se había mantenido callada por mi madre, pero aún recordaba lo ocurrido. Quizá incluso tenía pesadillas también, como yo las había tenido.

―No tienes que decir nada, Jieun ―le aseguré apretando su mano con fuerza y dedicándole una sonrisa que intenté que pareciera tranquilizadora.

―Necesito hacerlo ―respondió ella recuperando la compostura y la sonrisa, aunque ésta era un poco más débil que antes―. Quiero a Heesook. Con todo mi alma, de eso puedes estar segura. Esa fue la única razón por la que hice lo que hice. Por la que me mantuve callada. Y sé que se arrepiente de cada una de sus palabras, aunque sea testaruda y a veces le cueste demostrar lo que siente.

»No voy a pedirte que la perdones porque eso no soy yo la que debe pedírtelo. Ni siquiera voy a hacerte una lista de las cosas buenas que tiene tu madre, que son muchas. Solo voy a pedirte que me perdones a mí.

Sacudí la cabeza con fuerza en cuanto escuché sus últimas palabras porque era imposible que ella estuviera haciendo eso. Ella, la única persona a la que no tenía que perdonarle nada, sino agradecerle hasta la saciedad. Ella, que se había resistido a dejarme sola cuando más necesitaba su ayuda y, con eso, había salvado mi vida.

―Jieun, me salvaste la vida. No hay nada que te tenga que perdonar. Entiendo cómo te sentías y entiendo cómo te sientes ahora, pero necesito que sepas que no hiciste nada malo. Todo lo contrario.

Mi madrastra soltó un suspiro y después volvió a sonreír como si con ello todos sus remordimientos desaparecieran de un plumazo. Y eso era justamente lo que yo deseaba, que Jieun no se sintiera mal por aquello que la acechaba.

Cuando pensaba que nuestra conversación se había acabado, Jieun se reclinó un poco más para llegar hasta el teléfono que descansaba encima de la mesa y lo descolgó, llevándoselo al oído.

―Dile a Namjoon que pase, por favor.

El susodicho no tardó ni un minuto en llamar a la puerta, entrar y sentarse a mi lado, desde donde me mandó una mirada acompañada de una sonrisa antes de centrarse en Jieun.

―Minji y yo estábamos hablando de todo lo que ha ocurrido y he pensado que estaría bien incluirte ―dijo ella con una sonrisa ladina que se acentuó al escuchar la pequeña risa de Namjoon.

―Me alegra que me hayáis tenido en cuenta.

Jieun se sentó finalmente sobre su escritorio (algo que llevaba pareciendo querría hacer desde que la conversación entre nosotras se había hecho más profunda) y nos observó por tan solo unos instantes, sustituyendo la sonrisa traviesa que le había dedicado a Namjoon por una mirada más seria.

―Dejando atrás las bromas, quería deciros algo.

Me tensé ante la seriedad que había envuelto de repente a la situación y asentí con la cabeza, deseando que Jieun hablara de una vez.

―Es posible que la historia no acabe aquí. Es posible que tengas problemas con tu familia en el futuro. No os puedo ofrecer la felicidad eterna porque no está en mi mano, pero puedo ofreceros esto; una oportunidad para crear la vida que vosotros decidáis elegir, rodeados de las personas que queráis mantener y que merezcan la pena. Eso, y mi ayuda siempre que la necesitéis.

Antes de poder pensarlo por más tiempo me levanté de mi asiento, me acerqué a Jieun y la envolví entre mis brazos, apretándola contra mi cuerpo con fuerza.

―Gracias ―le susurré en el oído―. Por todo.

―No hay de qué, cielo ―respondió ella, y casi pude distinguir esa sonrisa suya tan característica en su voz.

eufonía » kim namjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora