dieciséis

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Nuance: a subtle difference or distinction in expression, meaning, response, etc.


Al tercer día con Min Yoongi, ya quería renunciar. En un principio me había prometido a mí misma que no dejaría que los recuerdos que aquel hombre me hacía revivir dominaran mi razón. No iba a dejar que nada ni nadie volviera a hacerme daño por algo que no se podía cambiar, solo asimilar.

Pero como siempre, la teoría llevada a la práctica fue un completo desastre y me encontré a mí misma rezando porque aquel demonio de ojos felinos se olvidara de mi existencia y no me dirigiese la palabra en todo el día.

Por supuesto, Namjoon no tardó en percatarse de mis silencios incómodos, mi posición tensa y la forma en que contenía la respiración cuando Yoongi, en aquel tono burlón tan suyo, decía:

―Por cierto, Hwang Minji...

No podía evitarlo. Por mucho que lo intentara, me era imposible. De hecho, ni siquiera sabía por qué me había empecinado en un primer momento en hacerme la valiente, cuando llevaba siendo una cobarde doce años.

Estaba a punto de decirle a Namjoon que agradecía que hubiese intentado mejorar mi ambiente laboral, pero que prefería que alguien me tirara una silla a la cabeza a aguantar los comentarios de Yoongi un día más.

No obstante, no fui capaz de hacerlo.

De algún modo, ser capaz de compartir aquellos momentos con Namjoon hicieron que me resultara imposible alejarme de ese estudio que era demasiado pequeño para los cuatro (para Namjoon, para Yoongi, para el mal genio de éste y para mí).

Tanto Namjoon como Yoongi, en realidad, eran muy buenos en lo que hacían, y poder vivir la forma en que ellos experimentaban el proceso de escribir una canción y producirla (al contrario de cómo lo sentían mis antiguos compañeros, para los cuales la música era un objeto de consumo) era demasiado bonito y único para dejarlo escapar.

Así que me mantuve firme respecto a aquella situación y poco a poco conseguí encontrarle el punto a mi nuevo compañero.

―Me ha dicho Namjoon que deje de hacer comentarios subidos de tono sobre vosotros dos ―dijo un día, cuando aún no llevábamos ni una semana trabajando juntos―. Y yo le he dicho que entre tú y yo ya hay confianza, y que me podéis contar si habéis tenido relaciones ya o todavía le estáis dando vueltas al asunto.

A pesar de que me sentí tremendamente avergonzada por sus palabras, me negué a hacérselo saber. Eso era lo que había aprendido de él; era mejor no demostrarle que sus palabras tenían cierto impacto sobre mí.

Así que miré a Namjoon y al percatarme de su expresión de frustración me fue más sencillo reír.

Mi reacción provocó que Yoongi alzara una ceja, quizá sorprendido, y que adoptara una sonrisa ladina.

―Lo tomaré como un sí. Quizá deberías hablar de eso en tus canciones, Joon. Ya sabes, el odio no te va a durar para siempre.

Durante aquella primera semana operaron a mi padre, por lo que tuve que pedirme a Jieun que me concediera varios días libres para pasarlos con él en el hospital. No quería que estuviese solo en aquellos momentos tan tensos y dolorosos, y quería que supiera que, aunque yo estuviese trabajando, no me olvidaba de él, de su situación y de que necesitaba mi apoyo más que nunca.

—¿Te gusta el trabajo, Minnie? ―me preguntó uno de esos días, mientras yo trabajaba con mi portátil en algunas de mis anotaciones, sentada en el sillón de la habitación del hospital.

―No está tan mal como pensaba ―le contesté yo con una sonrisa, desviando la mirada hacia él solo unos instantes antes de volver a la pantalla.

―Entonces, ¿quieres seguir trabajando allí después de que todo esto acabe?

Sabía por dónde iba la conversación de mi padre. Sabía que su intención era, como de costumbre, sacar el nombre de mi madre, de lo maravilloso que sería tener una relación más estrecha, o incluso la posibilidad de heredar parte de la empresa si yo así lo deseaba.

Pero, como de costumbre, yo no estaba de humor para ese tipo de charlas.

―Claro que no, papá. Ya sabes que no soy letrista. Ni siquiera se me da tan bien como para dedicarme a eso ―dije para que él lo tomara como el final de la conversación y me obligué a seguir con lo que estaba haciendo.

Sentí el deseo de mi padre de continuar con aquel tema. Era bastante obvio que él necesitaba resolver aquel puzle sin sentido que era mi escasa (o inexistente) relación con mi madre. No obstante, y como él ya sabía aunque no quisiera admitirlo, yo no iba a proporcionarle las piezas que le faltaban.

Jungkook llegó en ese momento. Tenía el don de llegar siempre para calmar las aguas, y le agradecía en el alma que su simple presencia consiguiera tranquilizarme de esa forma.

Nos saludamos como siempre hacíamos. Yo lo abracé y él soltó un gruñidito de protesta que no llegué a tragarme. Después fue a buscar a mi padre y empezó a hablar con él de a saber qué.

Mi padre y Jungkook tenían una relación totalmente ajena a mí. Compartían gustos en el deporte y Jungkook quería a mi padre casi como al suyo, lo que a mí me hacía sentir muy orgullosa.

Mi móvil comenzó a vibrar. Lo alcancé de mi silla, donde lo había dejado antes de acercarme al recién llegado y me disculpé para coger la llamada.

Cuando lo hice, una vez en el pasillo, la voz de Jieun me provocó un respingo.

―Minji, soy Jieun ―empezó a decir, a sabiendas de que yo aún no me conocía de quién era cada número en la empresa, o cuál utilizaba cada uno―. Has recibido una carta a la dirección de la empresa. Puedes recogerla mañana cuando te reincorpores, pero... ¿Puedo preguntarme porqué ha llegado aquí?

Yo no sabía nada de ninguna carta, así que estaba tan sorprendida como ella. Además, que me llamase Jieun en lugar de mi madre, aunque bastante lógico, me resultó inquietante.

―No esperaba ninguna carta y mucho menos en el trabajo. ¿De quién es?

―No tengo ni idea. No tiene remite ―contestó ella sin perder aquel tono de asombro―. Bueno, sea lo que sea lo descubriremos mañana. ¿Cómo sigue tu padre?

Le expliqué cómo se encontraba mi padre, cómo había ido la operación y lo que los médicos habían dicho sobre su recuperación, agradeciéndole que se preocupara por él o, al menos, tuviera la decencia de preguntarme.

Ella aseguró que se alegraba mucho de que la operación hubiese sido un éxito y me pidió que no olvidara el asunto de la carta. Me recordó que si necesitaba cualquier cosa las puertas de su despacho estaban abiertas para mí y colgó después de despedirse.

Bastantes horas después, cuando mi padre y yo volvíamos a estar solos y él dormía profundamente, yo seguí pensando en lo que Jieun había dicho y en el posible remite de aquella misteriosa carta.

eufonía » kim namjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora