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veintiocho

Laissezfaire: a policy or attitude of letting things take their own course, withouth interfering.

Cuando me percaté de que oscurecía, el miedo volvió. Lo cierto era que la compañía de Dakho había sido incómoda y extraña, pero por alguna razón el hermano mayor de Namjoon no me daba miedo.

Quizá era el hecho de que Dakho no parecía tan seguro de sí mismo como lo había parecido al teléfono. De hecho, era más bien todo lo contrario.

Kim Dakho hablaba con seriedad y con los ojos llenos de rabia e incertidumbre. Las pocas palabras que había intercambiado conmigo habían sonado paranoicas, como si el mayor de los hermanos Kim viviera esperando a que alguien lo apuñalara por la espalda de un momento a otro.

Yo lo había imaginado sarcástico (como lo había sido en la llamada), lleno de seguridad y con una mirada cruel acompañándolo a todas partes. Todo lo contrario a lo que me había encontrado, excepto quizá por el detalle del sarcasmo.

―¿Por qué estamos aquí? ―pregunté cuando el segundo plato llegó. Yo apenas había probado el primero y no tenía el estómago para comer mucho más, así que picoteé un poco y me di por vencida―. Ya hemos malgastado suficiente tiempo. Has conseguido que no pueda asistir a la presentación de Namjoon. ¿Por qué no vas al grano de una vez?

Dakho me lanzó una mirada llena de reproche, como había hecho las últimas veinte veces que me había dirigido a él en busca de respuestas y dejó el cubierto a un lado para centrarse en la conversación que yo había empezado.

―¿Quieres que sea honesto, Minji? ―cuestionó sin dejar de lado su expresión de disgusto que estaba comenzando a molestarme a mí.

―Siempre lo he querido ―respondí con un resoplido―. ¿Por qué si no estaría aquí? Maltrataste a Namjoon y después lo obligaste a vivir una vida que él no deseaba. Impediste que cumpliera su sueño durante años. ¿Crees que te acompañaría a esta farsa si no quisiera tu sinceridad para ayudar a Namjoon?

La mueca de Dakho pasó de mostrar disgusto a mostrar ira, y esa metamorfosis me hizo sentir mucho más insegura y pequeña que el hecho de que estuviera anocheciendo.

―¿Ayudarlo? No hay forma alguna de que puedas ayudarlo ahora, Minji ―habló por fin él, cerrando los dedos en puños sobre la mesa―. Su carrera estaba acabada antes de despegar. ¿Creías que sería tan estúpido como para volver a equivocarme? Claro que no. Esta vez voy a acabar con él, de una vez por todas. Va a terminar tan solo y destrozado que va a desear no haber nacido.

Tragué saliva al darme cuenta de que el tono de Dakho había cambiado por completo. Seguía actuando como hacía unos minutos, mirando en todas direcciones de vez en cuando, dando toques nerviosos con la punta del zapato contra el suelo y frunciendo los labios tras cada frase pero, por primera vez, descubrí un brillo de triunfo en sus ojos.

Busqué mi móvil en el bolso que había llevado tanto a la entrevista como a esa estúpida cena y lo saqué con cuidado. En cuanto lo tuve entre mis dedos busqué el contacto de Namjoon y escribí un mensaje rápido.

"No vengas."

―¿Avisando a tu novio? ―preguntó Dakho de repente―. ¿De qué, si aún no te he contado cuál es mi plan?

"Ya estoy llegando. ¿Qué va mal?"

"No vengas, Namjoon."

―Me has utilizado. Sabía que lo harías... ―murmuré casi para mí misma y me maldije por haber sido tan estúpida―. Creí que no ocurriría nada porque este sitio está lleno de gente y Namjoon aparecería tarde o temprano para recogerme. Conseguiría descubrir qué demonios estabas tramando y solo entonces decidiría si merece la pena aceptar el trabajo o no.