diecinueve

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Chutzpah: shameless willingness to take bold risks.


Despertarme con los gritos de Yoongi se convirtió en mi nueva definición de infierno. Si buscaba la palabra en mi diccionario personal se podía observar la imagen de aquel chico vociferando como un loco a las siete de la mañana.

Mi plan desde un primer momento no había sido quedarme en la ciento doce a dormir. Sin embargo, acabé haciéndolo, porque los brazos de Namjoon, por muy cursi que sonara, parecían un lugar seguro para descansar incluso después de todo lo que había pasado.

Escuché un gruñido escaparse de su garganta y lo abracé con más fuerza para que no se levantara, a pesar de que Yoongi seguía fuera dejándose la voz.

―¿Cinco minutos más? ―rogué a la vez que me colocaba de nuevo en una posición más cómoda y cercana a Namjoon.

―¿Qué hora es? ―siseó él en respuesta y comenzó a buscar su móvil, palpando la cama a su alrededor, como si así fuese a encontrar el dispositivo que descansaba en una mochila que había tirada en el suelo.

Solté una risa y abrí los ojos por fin.

Si había pensado que Namjoon era hermoso aquella noche, su imagen de recién despierto sólo consiguió confirmarme que lo era.

La última vez, Namjoon estaba agotado de una jornada de trabajo intensa, con unas ojeras que se podían comenzar a distinguir debajo de sus pestañas y los ojos brillantes por el sueño y el cansancio acumulado. Pero cuando lo observé detenidamente esa mañana, pude ver una cara completamente opuesta a aquella belleza que había apreciado tiempo atrás.

Namjoon parecía tan relajado que conseguía transmitirme el sentimiento a mí, a pesar del lugar en el que nos encontrábamos, la situación en la que nos encontrábamos y los alaridos de Yoongi. Era tan puro como un bebé recién nacido, con los ojos cerrados para evitar la poca luz que entraba por la ventana, los labios un poco hinchados y su pelo despeinado y rebelde.

Me acerqué a él aún más, si es que eso era posible, y dejé un beso en su mejilla que consiguió más de lo que nuestro compañero había conseguido; que abriera los ojos.

Me miró con unas pupilas dilatadas que comenzaron a menguar hasta convertirse en dos puntitos negros abrazados por sus iris marrones y yo le sonreí como si nada triste hubiese ocurrido la noche anterior.

―Buenos días, Namjoon ―susurré.

―Buenos días, Minji ―murmuró él en respuesta.

Habría sido un momento muy bonito, digno de recordar a nuestros futuros nietos (como habría dicho Sunhee) si no nos hubiesen interrumpido por décima o quizá centésima vez.

―¡Abrid de una puta vez! ¡Tengo que darme una ducha! ―Era la voz de Yoongi, por supuesto, que estaba aporreando la puerta que, sabiamente, Namjoon había cerrado la noche anterior―. ¿Por qué no os vais a un puto motel? ¡Mira, me cago en Dios! ¡Abrid!

―Hay otras tres duchas sólo en esta planta, Min Yoongi ―escuché que otra voz contestaba, cerca de donde Yoongi se encontraba.

No hizo falta afinar mucho el oído para escuchar cómo el susodicho resoplaba.

―No me toques los cojones tan temprano, que no estoy de humor para aguantarte. Piérdete.

―Más quisieras ―contestó ella―. Corre a otra jodida ducha y déjalos en paz de una maldita vez. Estás formando un espectáculo innecesario por ser un vago de cojones.

―Vuelve a Italia y deja de ser un puto grano en el culo.

―Soy francesa, racista de mierda.

Al final no hablamos realmente sobre su hermano, así que cuando Jungkook me preguntó qué demonios estaba pasando no supe qué contestar.

Estaba esperando en un banco al lado de mi casa cuando llegué de trabajar. Parecía cansado, preocupado y enfadado, todo a la vez, pero no sabía cuál de esas emociones era la predominante, así que intenté ser lo más delicada posible al dirigirme a él.

―Jieun me lo ha contado. Lo de la carta y la amenaza ―empezó a hablar muy rápido, antes de que tuviera tiempo de abrir la puerta de casa para poder entrar en ella―. ¿De qué mierda va ese tío? ¿Y por qué no me has dicho nada?

Solté un suspiro, dejé mis cosas sobre la mesa y me tiré al sofá con las manos en la cara.

Lo último que necesitaba era que Jungkook me echara cosas como esa en cara, pero sí que necesitaba su apoyo, así que decidí contarle qué había ocurrido para que él entendiera mejor todo lo que estaba pasando en mi vida últimamente.

Comencé por Namjoon y por cómo nuestra relación había cambiado. Por supuesto, me reservé para mí el hecho de que su hermano fuera un maltratador y que ahora Namjoon viviera en la empresa de mi madre, porque a Jungkook no le interesaban esos detalles. Simplemente le conté que éramos más cercanos y que había surgido algo entre nosotros.

Por supuesto, mi amigo no quedó conforme con mis explicaciones a medias.

―¿Cómo que algo? ¿Estáis saliendo?

Hice una mueca que supuse que él entendería y me encogí de hombros para quitarle hierro al asunto.

―No exactamente. No oficialmente.

―Pero él te gusta. ―Aquello no era una pregunta, sino una afirmación.

¿Cómo podía explicarle a Jungkook lo que sentía por Namjoon si ni yo misma era capaz de definirlo del todo?

Como sabía que sólo había una forma de contestar a Jungkook con sinceridad, asentí con la cabeza.

―Vale, ahora que hemos aclarado lo de que te gusta Namjoon, explícame lo de la carta.

Intenté contarle la historia sin desvelar demasiados detalles sobre el hermano de Namjoon. Le hablé de las dificultades de éste para debutar y del deseo de algunas personas de su entorno de que él nunca llegar a contar su historia. Le hablé de cómo yo lo había ayudado (aunque esa parte él ya la conocía) y de que esa era la razón por la que esas personas habían decidido asustarme con esa carta.

En ningún momento admití que estaba asustada porque eso lo habría sacado de sus casillas y era lo que quería evitar a toda costa. No quería que él supiera que la persona que había mandado la carta era el hermano de Joon, porque eso habría empeorado su opinión sobre él de forma injusta, y, por supuesto, no le hablé de la cantidad de recursos que la familia Kim poseía para poder hacerme daño.

―¿Estás segura de que no es nada serio? ―me preguntó Jungkook una vez que hube terminado de contar toda la historia.

―Claro que sí. No son más que bobadas.

Mi amigo me miró entonces a los ojos. Todo el enfado que había experimentado unos momentos atrás había desaparecido y en ese instante solo quedaba en sus orbes oscuros lo que traduje como preocupación.

―Ahora es mi turno ―siseé de repente, recordando las palabras de Jungkook que hasta ese momento había pasado por alto―. ¿Cómo sabía Jieun que se trataba de una amenaza? ¿Abrió la carta?

Jungkook asintió con la cabeza y soltó un suspiro agotado.

―Sí. Le resultó demasiado extraño que te enviaran una carta a la empresa sin que tú supieras nada, así que la abrió ―comenzó a explicarme, desviando su mirada hacia algún punto lejos de mi cara―. Cuando vio de lo que se trataba comenzó a investigar. Creo que no le ha dicho nada a tu madre, pero también creo que ha descubierto algo sobre el posible autor de la carta. Esta tarde me ha llamado para pedirme que hablara contigo.

Fruncí el ceño sin entender a qué venía todo aquello. No solo el hecho de que mi madrastra hubiera pasado por alto mi intimidad (eso no me importaba demasiado teniendo en cuenta todo lo que estaba pasando), sino la forma en que se había adentrado en aquella historia por su propia cuenta.

¿Qué haría Jieun si se enterara de todo? Ni siquiera quería imaginarlo.

―¿De qué quería Jieun que me convencieras? ―pregunté, sabiendo que había una razón para que mi madrastra mandara a Jungkook a mi casa con tanta urgencia.

―De que te alejes de Namjoon por un tiempo ―respondió él, y lo hizo sin mirarme en ningún momento, por lo que supe que él estaba de acuerdo con aquella petición de locos.

eufonía » kim namjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora