veinticuatro

1.1K 191 12
                                    

Kairos: a moment opportune for action, words or movement.

Cuando mi madre se dio cuenta de lo que aquello significaba, me miró a los ojos con los labios semiabiertos y una expresión de incredulidad en el rostro.

―¿Qué significa esto? ―cuestionó.

―Creo que es bastante obvio.

Heesook dejó pasar el afilado tono que yo había decidido utilizar y en su lugar se dedicó a echarle otro vistazo al sobre amarillento.

―¿Por qué, Minji? ― lo intentó de nuevo, pero yo estaba demasiado alterada para seguirle el rollo como las otras veces―. He hecho todo lo que ha estado en mi mano para que te sientas cómoda aquí. He dejado que te ocupes de tu padre a la vez que trabajabas, permitir el cambio de equipo... Incluso dejé que Jieun llevar el asunto de Namjoon porque sé que aún me guardas rencor por lo que pasó.

Le lancé una mirada interrogante, deseando que ahondara más en el tema de Namjoon, porque no tenía ni idea de a lo que se refería. No obstante, decidí que podía preguntarle a Jieun sobre eso más tarde.

―Oh, esto no tiene que ver con mi comodidad. Ambas sabemos eso ―respondí exasperada―. Tenía esa carta lista desde que firme el contrato, de todos modos. No pensaba quedarme aquí por mucho tiempo.

Mi madre soltó un suspiro y se dejó caer sobre el respaldo de su silla, sin dejar de clavar su mirada dolida en mí.

―¿Por qué me odias, Minji?

―No te odio ―aclaré y, muy a mi pesar, estaba siendo sincera―. Solo uso una estrategia que me enseñaste tú misma: preocuparme solo por mí. Así que no te odio, simplemente no me importas.

Me levanté con rapidez, dispuesta a salir de allí lo antes posible. Me negaba en rotundo a seguir hablando con ella. Ya había dicho mucho, demasiado, y sabía que si no huía de ahí en ese instante, todo acabaría por desmoronarse ante mis ojos.

―Me escuchaste aquella tarde, ¿verdad?

Las palabras de mi madre me dejaron congelada en el sitio.

Escuché cómo se levantaba y se acercaba a mí, pero yo seguí con la mirada fija en algún punto del suelo. Aunque quise huir, como había sido mi primer instinto, y la idea tomó forma en mi cabeza varias veces, tampoco pude hacerlo. Estaba petrificada.

―Escuchaste mis palabras aquel día... Mi petición hacia Jieun ―siguió hablando después de un silencio tan tenso que sentía los músculos de mi cuello a punto de explotar―. Es cierto, quise huir cuando te vi en el suelo, sangrando... En ese momento casi perdí la cordura, Minji. Porque era mi culpa...

Las lágrimas comenzaban a formarse en mis ojos. Sabía que era una persona débil por aquello, pero el accidente era mi talón de Aquiles. Siempre que recordaba lo indefensa y dolida que me había sentido al caer de aquella terraza y experimentar cómo mis huesos se partían en dos acababa con la cara empapada en lágrimas y el corazón latiéndome a mil por hora.

Sabía a la perfección que después de doce años debía dejarlo ir. Debía, si no olvidarlo, al menos entender que yo había sido más fuerte que todo aquel dolor que me había consumido. Había sobrevivido, y no solo a las heridas físicas y a la silla de ruedas, había sobrevivido también a la agonía, a la depresión y a la pérdida de mi voz.

Había sobrevivido, y eso me hacía fuerte.

En algún momento mi madre había retomado la palabra, pero yo hacía ya unos minutos que había dejado de procesar lo que estaba diciendo.

―"Si nos quedamos, estaremos acabadas." Eso fue lo que dijiste, entre otras cosas ―murmuré, pero lo hice lo suficiente alto para que mi madre lo escuchara y dejara de hablar―. Ahí fue cuando me di cuenta de que ya no eras mi madre. Eras una desconocida para mí, alguien a quien no podía respetar. Lo que dijo Jieun fue: "No pienso dejar que muera. No vas a dejar que muera." Supongo que ahí comencé a respetarla a ella. Y no lo hice porque fuese a ayudarme, aunque en ese instante era lo único en lo que podía pensar, sino porque fue fiel a sus principios hasta el final. Me di cuenta de aquello con el paso del tiempo, y al conocerla mejor.

Alcé la mirada y observé la reacción de Heesook. Parecía triste, pero no podía decir si esa tristeza se debía a mi sinceridad o al mero hecho de haber sido descubierta.

―Lo siento ―dijo.

―Yo también lo siento ―le aseguré―. Siento haber estado callada durante tanto tiempo. Siento haber sonreído cuando lo único que me apetecía era gritarte lo mala persona que eres. Siento haber malgastado tanto tiempo de mi vida en defenderte de forma involuntaria. Siento haberme autoconvencido por un momento de que era capaz de perdonarte.

Heesook no dijo nada más. No se defendió de todos los ataques verbales que yo le había lanzado, ni intentó hacerme cambiar de opinión. No intentó llegar a un acuerdo para mantenerme la boca cerrada un poco más.

No hizo nada.

―Supongo que aquí hemos acabado ―concluí y, sintiéndome algo más ligera, me dirigí hacia la puerta.

Si Namjoon no hubiese estado ahí, probablemente habría acabado en el suelo porque las piernas me temblaban con tanta fuerza que no era capaz de controlarlas. Pero él estaba ahí, esperándome para abrazarme y consolarme y sostenerme y, en un tono muy dulce, prometerme:

―Todo estará bien. Estoy contigo. Has sido muy valiente. Todo va a estar bien.

eufonía » kim namjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora