veintiséis

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Minutiae: the precise, beautiful, sometimes trivial details of something.

―Me defraudó que cancelaras la entrevista. Pensaba que Joon y tú tendríais una relación más sana.

No sabía qué contestar. No sabía qué decir o hacer para que mis actos no pusieran ningún problema para Namjoon más tarde, así que opté por alargar el silencio un poco más.

―¿Sigues ahí, Minji? No me digas que te doy miedo... ―añadió el hermano de Namjoon ante mi falta de respuesta, empleando un tono burlón que parecía albergar cierto nerviosismo―. Nunca haría daño a la novia de mi hermano. Lo sabes, ¿verdad?

Había cierta similitud en la forma de hablar de los hermanos Kim. Ese parecido se habría acentuado si yo hubiese conocido a Dakho al mismo tiempo que conocí a Namjoon, pero aunque hacía mucho que Joon no se dirigía a mí de la misma forma que aquel día en su casa, me fue imposible pasarlo por alto.

―¿Por qué lo odias tanto? ―acabé preguntando en forma de respuesta.

―Pregunta equivocada, Minji ―replicó él y escuché que chasqueaba la lengua―. Ese es un tema del que no me gusta hablar a través del teléfono. Demasiado impersonal.

―¿Qué es lo que quieres, Dakho?

Quedaba solo una actuación para que Namjoon pisara aquel escenario, y si había desaprovechado una gran oportunidad (aunque no había sido tan mala idea no ir a aquella entrevista, después de todo) para acompañarlo, no quería perderme su momento por una llamada de alguien a quien, además, despreciaba.

―¿Por qué querías que hiciera esa entrevista? Además de para que Joon se sintiera abandonado y herido, por supuesto ―insistí.

Dakho pareció titubear al otro lado de la línea, pero su respuesta no tardó más de unos pocos segundos en llegar.

―Quiero que trabajes para mí, por supuesto.

―¿Por qué iba a hacer algo así?

―Bueno, ya que tu madre le ha dado un trabajo a mi hermano, creo que sería correcto que yo te ofreciera un trabajo a ti, ¿no crees? ―concluyó de forma casual, como si lo que estaba diciendo tuviera algún sentido realmente.

La actuación previa a la de RM acabó. Tenía solo algunos minutos para acabar con aquella conversación, así que decidí cortar por lo sano para que Dakho no acabara saliéndose con la suya.

―Dime fecha y hora. El lugar será el mismo que me comunicaron ayer ―dije, usando un tono firme que en realidad no sentía.

―Me parece bien ―aseguró Dakho y me proporcionó los datos que yo había pedido unos segundos atrás―. No me falles esta vez, Hwang Minji. Nunca doy terceras oportunidades.

Cuando finalicé la llamada por fin, el corazón me latía a toda velocidad. Ignoré esa vocecilla en mi interior que me decía que había caído en la trampa de Dakho y me concentré en disfrutar de Namjoon, aunque fuese a través de una pantalla.

Namjoon apareció con una sonrisa enorme en la cara, saludando a sus compañeros con un envidiable ímpetu, dando las gracias a todos por haberlo ayudado a conseguir su sueño.

Nuevamente me percaté de lo bonito que era. Esa sonrisa que le iluminaba la cara lo hacía el ser más brillante y hermoso que jamás había visto.

Lo escuché preguntar por Yoongi, pero él no estaba en la sala y, por lo que le contestó una compañera, tampoco en el edificio. El sobrino de Jieun no había aparecido aquel día ni por el edificio de la cadena donde nos encontrábamos ni por la empresa (lo cual era el doble de extraño).

Tras aquel pequeño inciso, Joon levantó la mirada de la multitud que lo rodeaba y me buscó a mí. Su sonrisa se hizo aún más ancha, si es que eso era posible, y se acercó a mí con los brazos abiertos.

No tardé ni un minuto en llegar hasta él y corresponder a su abrazo.

―¡Ha sido fantástico, Joonie! ―le aseguré con toda la sinceridad del mundo―. Estoy muy orgullosa de ti.

Él no dijo nada, solo agarró mis mejillas con fuerza (supuse que debido a la adrenalina que aún recorrería su cuerpo) y me besó allí en medio, delante de todos, sin importarle quién estuviera mirando o grabando.

Cuando se separó de mí, aunque solo fueron unos centímetros, alcancé a ver el brillo en sus ojos. Y supe que no podía arruinar aquel día que quedaría en su memoria para siempre.

―Te quiero, Namjoon ―solté, sin pensar en las consecuencias de esas palabras o la profundidad que abarcaban. Simplemente lo dije.

Él sonrió como un niño y dijo:

―Yo también te quiero, Minnie. Más de lo que te puedas llegar a imaginar.

b-side veintiséis

Cuando Yoongi despertó, Jade se levantó del incómodo sillón que había hecho de cama para ella aquella noche y se acercó a la camilla real en la que el mayor descansaba. Lo observó abrir los ojos con parsimonia y sintió cómo la ira iba creciendo en su interior, sustituyendo a la paciencia que le había costado años conseguir.

¿Cómo era posible que una sola persona acabara con años de trabajo en segundos? Jade no lo entendía, y tenía la sensación de que era mejor así. Conocer la razón de aquel fenómeno solo conseguiría hacerla enfadar aún más.

―Buenos días, bella durmiente ―siseó con los dientes apretados y los dedos cerrados en puños―. ¿Has descansado bien, princesa?

Yoongi abrió los ojos por completo (o, al menos, todo lo que podía abrirlos a pesar del hinchazón) y clavó su mirada en ella. Al contrario que la noche anterior, no había en aquella mirada ninguna señal de victoria o desafío. De hecho, Jade no pudo encontrar nada. Estaba vacío.

―Si sacarte de ese estúpido sitio con vida no me hubiese resultado tan jodidamente complicado, te mataría yo misma. Con mis propias manos y estas uñas tan bonitas que la genética me dió.

―No me esperaba tu pena, de todos modos ―murmuró Yoongi con voz ronca, como si formular esas palabras supusiera para él un terrible esfuerzo―. Solo deseaba verte perder el control. Como aquella vez cuando me abofeteaste en medio de la calle. Quería ver ese fuego en tus ojos azules, Jade... Me hace sentir que no soy el único que...

―Cállate ahora mismo, Min Yoongi ―lo interrumpió ella antes de que pudiera terminar aquella frase―. Cállate si no quieres quedarte sin lengua. Y te juro por mi vida que no me va a temblar el pulso al hacerlo.

Por primera vez desde que habían comenzado esa conversación, Jade pudo distinguir un brillo de diversión en los ojos de Yoongi. Los labios de éste se alzaron apenas unos milímetros antes de que una mueca de dolor se dibujara en sus facciones destrozadas.

―Eres una mierda de persona, Yoongi. Eres egoísta y destructivo, pero yo soy muy inteligente. Más de lo que tu cerebro atrofiado puede llegarse a imaginar. Y no vas a arrastrarme de nuevo al infierno solo por capricho. Ya salí de ahí una vez, me conozco todos los caminos.

De la garganta de Yoongi brotó una carcajada amarga, que no tenía nada de humor.

―Yo he vivido en ese infierno durante décadas, bombón. Estoy seguro de que conozco las entradas y salidas mejor que tú.

eufonía » kim namjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora