uno

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Sciamachy: a battle against an imaginary enemy.

Quizá solo estaba enamorada de su forma de escribir, de su preciosa caligrafía y de su expresión. Quizá al conocerlo lo único que conseguiría sería una decepción más en la enorme lista que me acompañaba a todas partes.

Pero debía encontrarlo.

Respiré hondo y llamé al timbre. Escondía la desgastada libreta de tapa dura detrás de mi cuerpo y jugueteaba con ella entre mis dedos con nerviosismo e impaciencia.

Una señora de unos cuarenta y pocos años salió a recibirme con una sonrisa amable y una mirada interrogante.

—¿Sí? —preguntó a la vez que me repasaba de arriba a abajo, quizá intentando averiguar qué demonios hacía yo allí, ya que aún no había conseguido articular palabra.

Era posible que aquel lugar me hubiera intimidado un poco y por eso no supiera qué palabras usar para no parecer una paleta.

—Eh... Buenas tardes. Me llamo Minji y estoy buscando a Namjoon. ¿Se encuentra aquí?

Tragué saliva esperando que mi poca elocuencia no supusiera un problema para aquella mujer que supuse que era una trabajadora de la casa por su uniforme.

—¿Eres una compañera suya, cielo? Lo llamaré para que baje —contestó ella sin deshacerse de su sonrisa en ningún momento y entrando en la casa sin cerrar la puerta tras de sí—. Por favor, entra.

Por supuesto, no tardé en obedecerla. La casa era incluso más lujosa por dentro, por lo que estuve a punto de deshacer mis pasos y volver por donde había llegado, pero en lugar de eso me quedé en el hall petrificada, esperando a que Namjoon decidiera recibirme.

La señora, al darse cuenta de la incomodidad de mi postura, me invitó a pasar al salón, pero yo lo rechacé con toda la educación que pude.

Me quedé observando el mobiliario de estilo japonés moderno (similar al que había visto en la nueva casa de mi madre) boquiabierta, mientras ella se dirigía al lugar en el que estuviera Namjoon. La organización del hall ya era una absoluta obra de arte, así que una parte de mí estaba deseosa de poder comprobar si el resto de la casa era tan bonita y acogedora.

Un carraspeo interrumpió mi análisis.

Me giré de golpe y me encontré a un muchacho alto (podía sacarme perfectamente veinte centímetros), de pelo castaño claro, ojos oscuros y facciones suaves.

Alzó una ceja en mi dirección antes de acercarse varios pasos a mí. Por la expresión de su cara supuse que estaba inspeccionándome, quizá estrujándose el cerebro en un intento de recordar mi nombre, aunque eso fuera imposible porque él no me conocía en absoluto.

—¿Y tú eres...? —habló al fin, cuando sólo quedaba un metro escaso de distancia entre nosotros—. No te he visto nunca en mis clases o en la agencia, así que supongo que le has mentido a Youngmi.

Tragué saliva de nuevo. Era más guapo de lo que me podría haber llegado a imaginar por la forma en que curvaba las eses cuando escribía. Vestía bien a pesar de que llevaba ropa de estar por casa y lo rodeaba un aura extraña que no podía descifrar, pero que conseguía alterar mis nervios aún más si cabía.

—¿Vas a contestarme? ¿Cómo te llamas? —volvió a intentarlo al darse cuenta de que yo no era capaz de abrir la boca y contestar a sus primeras preguntas.

Inesperadamente volví a mis sentidos. Carraspeé y me removí para poder salir del trance en el que me había visto inmersa y sacudí la cabeza antes de soltar:

—Yo no he engañado a Youngmi.

La ceja que ya tenía alzada ascendió un poco más y sus labios se curvaron en lo que parecía una sutil sonrisa.

—Entiendo.

No dijo nada más y supuse que esperaba que yo siguiera hablando y contestara a sus preguntas, así que lo hice.

—Soy Minji y no le he dicho a Youngmi que vaya a tus clases o a tu agencia —aseguré y me crucé de brazos tras colocar el cuaderno en la tira de mis vaqueros, escondidos por mi jersey—. Le he dicho que estaba buscándote, y eso es verdad.

—Bien. —Namjoon me imitó, cruzando los brazos sobre su pecho, y después se llevó una mano a la mandíbula y comenzó a rascarse la barbilla, sin dejar de clavar sus ojos rasgados en mí—. Y, ¿por qué me buscas?

Me alisé una arruga inexistente en el jersey y, aprovechando que mi mirada se había apartado de los ojos de él, hablé en voz baja.

—Quizá sea esa sombra, ese manto oscuro que me cubre los ojos como las estrellas cubren la cúpula celestial...

Quise continuar, pero en ese momento dirigí de nuevo mi mirada hacia Namjoon y pude comprobar que sus rasgos dulces y delicados se habían tornado duros y tensos. Su ceño se había fruncido y sus puños se habían apretado hasta que sus nudillos se habían tornado blancos por la falta de circulación en ellos.

—¿Qué quieres? ¿Dinero? No voy a caer otra vez en este estúpido juego —gruñó Namjoon con una rabia que no habría imaginado posible en un rostro sereno como el suyo. Se acercó más a mí, pero al darse cuenta de que yo retrocedía asustada por su repentina actitud, se contuvo—. Vete de aquí. Sal de esta casa y no vuelvas. No vas a conseguir nada de mí.

Quise pedirle una explicación. Quise preguntarle porqué no me dejaba terminar y explicarle la razón de mi presencia en su estúpido hall de multimillonario. Y, por supuesto, quise preguntarle qué se suponía que había hecho para que él supusiera que yo estaba... ¿chantajeándolo?

—¿De qué hablas? —pregunté al final y en mi tono de voz se mostraba mi sorpresa—. ¿Por qué iba a querer dinero de ti? ¿Quién te crees que eres para suponer que necesito algo de ti?

Quizá su comentario rozó en mi orgullo y fue éste el que habló, pero era cierto que no entendía su actitud de prepotencia hacia mí, cuando yo sólo quería decirle lo agradable que había sido leerlo e, incluso si así lo deseaba, entregarle de nuevo lo que yo poseía, pero le pertenecía a él.

Le habría dado el cuaderno de habérmelo pedido, pero como no lo hizo (quizá porque creía que yo había sido muy perspicaz y lo había escondido donde él no pudiera encontrarlo), no se lo entregué.

—¿Por qué ibas a venir aquí si no, recitando mi mierda delante de mi cara? —cuestionó él en forma de respuesta, sin mover ni un músculo de su cuerpo a parte de los que necesitaba para formular aquella pregunta.

—¿Sabes qué? Olvídalo. Sólo quería decirte que he disfrutado mucho leyendo lo que sea que es ese cuaderno —confesé cuando me di cuenta de que decir otra cosa sería inútil debido al estado de Namjoon—. Sólo quería que lo supieras e iba a ofrecerme a leer algo más tuyo si querías una lectora beta con poca experiencia pero muy apasionada. En fin. Ha sido un placer conocerte, Namjoon. Espero que te vaya bien.

Cuando me giré, él aún no había dicho nada de mi discurso improvisado y desastroso. De hecho, salí de aquella casa y él aún no había articulado palabra alguna, así que lo entendí como un no rotundo a mi propuesta y me largué de allí lo más rápido posible, aguantando como mejor podía las terribles ganas de llorar que me azotaron en ese momento.

eufonía » kim namjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora