diez

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exonerate: to be freed from the weight of your burdens.

La sudadera debía ser calurosa, porque Namjoon estaba empapado en sudor. También respiraba con fuerza, así que supuse que su actuación había sido más agotadora de lo que yo imaginaba.

―Has estado increíble ―admití sin poder ni querer ocultar la sorpresa que sentía en ese momento―. Nunca habría pensado que se te daría tan bien el rap. No lo aparentas en absoluto.

Él sonrió ante mi comentario y lo hizo de una forma que yo no había tenido la suerte de contemplar hasta ese instante, una sonrisa de verdad, de felicidad y alivio, sin cansancio ni ironía.

―Gracias, supongo ―respondió al conseguir normalizar su respiración y se sentó en uno de los sillones que habían en aquel improvisado camerino―. Me alegra mucho que hayas venido porque es de esto de lo que quiero que hables en la introducción.

Hizo un gesto con la mano para que tomara asiento, pero en lugar de obedecer me di un paso por el espacio, observando cada foto en la pared blanca, rozando el cuero de cada sillón rojo con las yemas de mis dedos.

Era un lugar acogedor, con recuerdos de artistas famosos que habían pasado por el escenario del club colgados en las paredes de aquella habitación en la que, según me explicó Namjoon, a veces se concentraban algunos compañeros y se dedicaban a hacer "free style" durante horas.

―Hay algo más que necesitas saber antes de poder escribir sobre mí ―volvió a hablar tan de repente que me provocó un sobresalto―. No quería asustarte, disculpa.

―No importa ―aseguré yo con un encogimiento de hombros y me senté en el sillón que había justo en frente del suyo para poder hablar con más comodidad.

―Y, ¿qué es? ―quise saber, aún más curiosa que antes, si es que eso era siquiera posible.

―El porqué no me puedo dedicar a esto, que es lo que realmente deseo.

Me quedé mirándolo fijamente durante algún tiempo, y él me sostuvo la mirada sin pestañear. Creció cierta tensión entre nosotros, quizá por mi respuesta a sus palabras, pero eso no me impidió seguir analizándolo.

¿Era posible que, de repente, confiara en mí? ¿O que confiara al menos lo suficiente para contarme aquella parte de sí mismo? No lo creía, en absoluto, pero escucharía lo que tuviese que decirme, y después juzgaría su confesión.

―Soy todo oídos ―acabé por decir al darme cuenta de que Namjoon esperaba mi reacción para continuar.

―Ocurre una cosa curiosa cuando escribes poesía o la letra de una canción ―empezó a hablar en un tono bajo, dejando que el ruido ensordecedor de fuera llegara a nuestros oídos como un susurro, a pesar de que todas las puertas estaban cerradas―. El significado que le doy yo mientras lo escribo no se va a asemeja al que le des tú leyéndolo, o cualquier otra persona.

―¿A dónde quieres ir a parar con eso?

Hasta ese momento, Namjoon había estado hablando cabizbajo, casi murmurando para sí mismo, pero al oírme levantó la cabeza y me clavó su mirada oscura.

Sentí un escalofrío al distinguir el dolor en aquellos ojos grandes, pero intenté disimularlo como mejor pude.

―¿De qué crees que hablaba el diario, Minji?

―De traición ―contesté sin dudarlo ni un segundo―. Hablas de sentirte traicionado y pequeño, como la víctima de un abuso. Hablas del dolor, más fuerte que cualquier golpe... El dolor que te produce no saber quién eres.

Namjoon soltó una risa que no albergaba ni una pizca de humor y negó con la cabeza varias veces.

―Minji, no era una metáfora. Hablaba del abuso. Del abuso de mi hermano.

Por un momento no supe qué decir. Me quedé tan en blanco que sólo pude intentar atar hilos en mi cabeza, intentar encontrarle sentido a lo que Namjoon había escrito y lo que había dicho en ese instante.

Quise sacar el cuaderno que tenía en el bolso y repasar algunos de los fragmentos que parecían cuadrar con lo que había dicho, pero eso habría sido muy insensible de mi parte.

―Lo siento, Namjoon ―fue lo único que se me ocurrió decir.

―No tienes porqué sentir nada. ―Se encogió de hombros, se levantó de su asiento y se dirigió hacia el sofá en el que yo me encontraba sentada para tomar asiento a mi lado―. Nos han estado amenazando desde hace varios años y no he podido debutar debido a que mi padre temía que todo saliera a la luz y la empresa se fuera al traste. Ya sabes cómo es el mundo de los negocios en este país.

Lo sabía. Aunque no tuviera una estrecha relación con mi madre, sabía todo lo que había tenido que luchar (tanto ella como Jieun) y aún luchaba para que la relación entre ambas no afectara a su trabajo.

―Eso es terrible.

No me había percatado de entre la cercanía entre nosotros hasta ese momento y me sentí, contra mi voluntad, un tanto nerviosa.

Aunque odiara admitirlo, saber aquella historia había provocado que yo mirara a Namjoon de una forma diferente. No necesariamente una forma negativa, pero sí distinta. Era algo que odiaba con todo mi ser, pero era la verdad.

Una de las cosas que más me unían a Jungkook era que después de conocer mi historia, después de que yo le contara lo que había pasado con voz temblorosa y lágrimas en los ojos, todo había vuelto a la normalidad. Jungkook seguía mirándome, hablándome y tratándome de la misma manera, a pesar de conocer mi mayor secreto.

Así que cuando estaba con Jungkook era como si estuviera en casa, en un hogar en el que era yo misma al cien por cien y nadie me juzgaba por ello.

Esa sensación era hermosa y era la que yo quería transmitirle a Namjoon, pero me estaba costando más de lo que me habría gustado, porque en el fondo comprendía lo que Namjoon sentía y me era imposible ocultarlo.

―No me mires con pena, Minji. No hay razón para hacerlo.

―Lo siento... No es eso. ―Intenté explicarle lo que ocurría pero me quedé en silencio, sin saber cómo hacerlo.

―Da igual. ―Suspiró y se removió en el sofá, quizá intentando deshacerse de la rigidez y la incomodidad que ambos sentíamos―. La cosa es que, después de lo que voy a hacer... Después de publicar el diario y exponer a mi hermano, no voy a poder debutar bajo la firma de mi padre.

Tenía sentido. Era muy posible que su familia se tomara aquel acto como una traición y, de no hacerlo, era igualmente probable que su padre no quisiera que él entrara en el mundo de la empresa y el comercio de música.

―Y, ¿qué vas a hacer, entonces? ―cuestioné dejando caer mi cabeza en el respaldo del sofá.

Mi gesto pareció divertir a Namjoon, porque sus labios se tensaron en lo que parecía una sutil sonrisa.

―Bueno, ahí es donde entras tú de nuevo ―explicó, como si fuese lo más lógico del mundo, a pesar de que yo no entendía nada―. ¿Sigues estando dispuesta a ayudarme?

Asentí con la cabeza con determinación.

―Si está en mi mano, por supuesto.

Aunque él también parecía muy convencido de lo que iba a decir, por un momento titubeó. Supuse que consideró sus palabras durante algunos segundos y, finalmente, lo soltó.

―Me gustaría intentarlo en la agencia de tu madre. Si a ella le parece bien, claro.

eufonía » kim namjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora