seis

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eucatastrophe: a sudden and favorable resolution of events in a story; a happy ending.

Tuve una especie de deja vú. Mi padre y yo estábamos paseando por el parque que había al lado de nuestra humilde y pequeña casa cuando recordé que justo en aquel lugar, varios meses atrás, mi padre había encontrado el cuaderno de Namjoon.

Sí, fue él el que se agachó lo mejor que pudo a pesar de sus usuales dolores de espalda y agarró con manos temblorosas aquel diario. Yo me acerqué a él y lo abracé por la espalda, preguntándome con una sonrisa qué era aquello.

—El comienzo de una historia —aseguró mientras leía con rapidez las palabras que había escritas en tinta negra y caligrafía curvada—. ¿Por qué alguien con talento se desharía de una obra de arte?

—No lo sé, papá. —Me separé un poco de él e intenté vislumbrar algún fragmento de lo que había sorprendido tanto a mi padre, pero me fue imposible porque él pasaba las hojas amarillentas con demasiada velocidad—. Quizá no se ha deshecho de ello. Quizá lo ha perdido. Tal vez lo esté buscando ahora mismo.

—¿Puede ser? —cuestionó para sí mismo y buscó la última hoja que contenía algo escrito—. Lo último está escrito casi con desesperación, la letra está apeñuscada y han apretado tanto la pluma que la siguiente página está marcada.

Sonreí un poco al darme cuenta de que mi padre había dejado de estar allí, conmigo, en aquel parque. En ese momento estaba solo en algún lugar de su mente, buscando y fantaseando con mil posibilidades e historias diferentes.

A sus cuarenta y siete años, mi padre seguía adorando la historia y la investigación como el primer día. Impartía clases en la universidad y en su tiempo libre (el que no me dedicaba a mí) teorizaba sobre documentos que la universidad le permitía analizar.

Su trabajo podría haberlo consumido de no ser por mí. Tener que cuidar de una cría fue lo que creó una balanza en la vida de Hwang Daehyun, algo que ni siquiera el matrimonio había conseguido.

—No creo que la persona que haya escrito esto lo haya perdido —puntualizó después de varios minutos de ensimismamiento. Cuando alzó la mirada de nuevo, los ojos le brillaban de esa forma tan especial que a mí me encantaba—. Kim Namjoon. Me gustaría saber qué pasa por su cabeza. Debe ser fascinante.

No entendí la admiración de mi padre hasta que leí yo misma aquel contenido. Había heredado su amor por la literatura y la poesía, su capacidad de análisis y su imaginación, así que no tardé en captar todos los detalles que habían conseguido cautivarlo por completo.

Lo leí entero varias veces antes de sugerirle a mi padre un trato. Yo encontraba al tal Kim Namjoon e intentaba convencerlo de que era bueno escribiendo y de que quizá podíamos ayudarlo a publicar. Él debía hacer el resto.

Por supuesto, no me había imaginado que Namjoon sería un niño rico que podría autopublicarse a la velocidad que pestañeaba.

Fue tal mi decepción en aquel primer encuentro entre Namjoon y yo que no le conté nada al respecto a mi padre. Le dije que había guardado el diario en casa de Heesook y Jieun porque me sentía muy frustraba y deseaba pausar mi búsqueda por un tiempo, a lo que él accedió sin confesarme lo triste que le resultaban mis palabras.

Así que para Daehyun yo no había encontrado a Namjoon, ni estaba por el momento interesada en hacerlo y, por supuesto, el cuaderno seguía en casa de mi madre.

—¿En qué piensas, Minnie?

 Volví a la realidad de un golpe. Estaba de nuevo en el mismo lugar de mis recuerdos, pero las emociones de ambos, tanto las de mi padre como las mías, eran distintas, por lo que mi teoría del deja vú quedó desmontada. Me sentía culpable, decepcionada y confundida, y mi padre parecía preocupado por algo, aunque yo no podía intuir de qué se trataba.

—Oh, nada —aseguré con una sonrisa que no era demasiado sincera—. Ya sabes, solo... pensaba, en general.

—¿Te preocupa algo, pequeña?

Negué con la cabeza y solté un suspiro, preguntándome (no por primera vez) si mi padre tenía un sexto sentido o algún tipo de poder, o si, por el contrario, yo era tan fácil de leer como uno de sus libros. Supuse que un poco de ambas cosas.

—Sabes que nunca vas a decepcionarme, ¿verdad? —Pasó su brazo por mis hombros y me acercó a él para achucharme con suavidad y dejar un beso en mi coronilla. Solo por eso era un gusto medir un escaso metro sesenta y tres—. Siempre voy a estar contigo. No importa lo que pase, jamás voy a abandonarte. Y, aunque metas la pata, aunque te equivoques y te caigas con la misma piedra cien veces consecutivas, siempre voy a ayudarte a levantarte.

Mi padre era un poco sobreprotector y un ñoño. Desde que Heesook nos abandonó y temiendo que el trauma calara demasiado hondo en mi personalidad y mi salud mental, él siempre trató de mostrarme que era querida, que tenía su apoyo incondicional y que nunca iba a dejarme atrás.

Así que sus palabras dolían en cierto modo porque me recordaban que él había tenido que rellenar un doble agujero emocional en mí (como un doble padre), pero también me hacían sentir orgullosa por lo bien que lo había sabido llevar.

Se llevó la mano a la pequeña mochila que llevaba consigo cada vez que salía de casa y me tendió un cuaderno de cuero marrón de tamaño A5 en el que podía leerse con tinta reciente un 'RM'.

Abrí mucho los ojos y acabé cogiéndolo cuando mi padre insistió en que lo hiciera. Le eché un vistazo y me di cuenta de que había algo nuevo escrito en una de las últimas páginas. Era un número de teléfono.

Miré a mi padre sin entender nada y me lo encontré sonriendo. Su pelo oscuro moteado por las canas le hacía parecer mayor, pero sus ojos grandes y aquella sonrisa suya le daban el aspecto de un niño.

—¿Cómo...? —comencé a preguntar, pero ni siquiera pude continuar.

—Apareció el otro día un muchacho en casa y me dijo que te lo diera y que me disculpara en su nombre —respondió a mi pregunta no formulada y se encogió de hombros—. Yo le dije que se disculpara él mismo y estuvo de acuerdo en que era lo más correcto.

Chasqueé la lengua al darme cuenta de que lo surrealista que se había vuelto todo lo que tenía que ver con Namjoon y después lo alejé de mi mente para centrarme en algo que en ese momento, para mí, tenía más importancia.

—Siento no habértelo contado —murmuré avergonzada por cómo había afrontado la situación—. Debí haberte hablado de ello, pero temí que te sintieras decepcionado.

—Sí, debiste hacerlo —coincidió él y me achuchó de nuevo contra su pecho. Cuando hacía eso volvía a ser la niña de diez años que no quería separarse de su papá ni por un segundo—. Pero te entiendo. Así que olvídalo, pero no olvides lo que te he dicho.

Dejé un beso en su mejilla y abrí de nuevo el cuaderno. Debajo del acúmulo de números se podía leer:

"Da miedo la facilidad con la que uno encuentra la dirección de alguien hoy en día."  

eufonía » kim namjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora