veintitrés

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Seethe: be filled with intense but unexpressed anger.


―Bienvenido a casa, papá ―dije intentando sonar lo más convincente posible a pesar de mis profundas ojeras y el cansancio que me calaba hasta los huesos.

Pese a todo, a haber dormido poco la noche anterior y a haberme despertado esa mañana con la sensación de que debía hacer algo gordo de lo que podría arrepentirme más tarde, estaba contenta.

Aclarar las cosas con Namjoon había sido como un baño refrescante en pleno verano. Me sentía renovada, con la mente mucho más clara y lista para continuar con lo que fuera que me esperaba en ese momento.

―Muchas gracias, Minnie ―contestó él con una sonrisa de oreja a oreja aunque el dolor aún debía azotarlo por la operación y entró a nuestra casa con un brillo de euforia en los ojos―. Cómo he echado de menos mi cama...

Solté una risa y cargué con lo poco que mi padre había necesitado en los casi dos meses de hospitalización. Por suerte, Jungkook se había encargado de transportar los libros el día anterior, que era lo que más ocupaba y pesaba, así que yo había podido centrarme en mi padre y en su vuelta a casa.

―Yo te he echado de menos a ti ―me quejé con un pequeño puchero―. Y al olor a café que me despertaba por las mañanas, por supuesto.

Daehyung se dirigió directamente a su habitación y, como el médico le había recomendado, se metió en la cama con un libro en la mano y se puso a trabajar.

―No puedes descansar por unos días, ¿verdad? ―quise saber y, aunque mi voz sonó a reproche, en realidad tenía una sonrisa en los labios.

―Tengo que aprovechar para darle un buen tirón a mi investigación ―contestó él sin percatarse del tono en el que yo había formulado la pregunta o mi expresión al hacerlo ya que se encontraba sumergido en la lectura.

Siempre me había fascinado la facilidad que tenía mi padre para internarse en un libro, así que aproveché ese momento para soltar la bomba que tenía en la garganta desde esa mañana.

―Voy a dejar el empleo.

Como temía, Daehyung tenía la misma facilidad para adentrarse en el libro que para salir de él, por lo que me lanzó una mirada interrogante en cuanto terminé la frase.

―¿Por qué?

―No estoy a gusto allí ―respondí, sabiendo que esa afirmación era en realidad una verdad a medias―. No me gusta el trabajo, no me gusta el ambiente y no quiero seguir haciendo algo que, simplemente, no me llena.

Mi padre frunció los labios y, cuando pensé que la conversación había acabado, soltó su dichoso libro sobre la mesita de noche.

―Creía que Namjoon...

―Namjoon es cosa aparte, papá ―me obligué a cortarlo.

―Es por tu madre, ¿verdad? ―cuestionó con un suspiro de tristeza que me pilló por sorpresa―. Por favor, habla con ella. Arregla el problema. Si yo pude perdonarla, ¿por qué tú no puedes hacerlo?

Como siempre que mi padre hablaba de Heesook con tanta dulzura, sentí que la rabia comenzaba a apoderarse de mí.

Entendía a la perfección los motivos de que Daehyung la hubiese perdonado con tanta facilidad: aún la quería. No sabía de qué forma y tampoco me importaba demasiado, pero un sentimiento de profundo cariño hacia Heesook aún persistía en el corazón de mi padre.

Pero, por supuesto, también sabía que existía otra razón para que mi padre hubiese hecho la vista gorda a la infidelidad de mi madre y al supuesto accidente. Él solo conocía la versión de la propia Heesook y sentía pena hacia la mujer a la que había amado durante tanto tiempo y que había tenido que vivir un calvario tras perderlo todo. Incluso el amor de su hija.

―Te lo ruego, Minji ―lo intentó de nuevo mi padre, al percatarse de mi silencio―. Tu madre es una buena mujer. Dale una oportunidad.

―Si supieras lo que yo sé... Si hubieses vivido lo que yo viví, la odiarías ―siseé más para mí misma que en forma de respuesta.

―Dímelo entonces ―pidió él, que me había escuchado a la perfección―. Hazme odiarla si es necesario, pero cuéntame lo que sabes y yo no sé.

Me giré hacia la puerta de la habitación sin añadir nada más y salí de aquel espacio que, de repente, parecía demasiado reducido.

―Tengo que irme. No tardaré mucho. Te he dejado algunos aperitivos en la mesita.

Dicho aquello, alcancé la carta de dimisión que descansaba sobre la mesa del salón y salí de casa.



La estúpida carta de dimisión seguía entre mis dedos, pero ya no estaba tan segura de que hacer aquello ese mismo día fuera una buena idea.

Al parecer, Jieun se encontraba en un viaje de negocios que le llevaría al menos dos semanas y la única persona a la que podía acudir al encontrarse ella ausente era Heesook, debido a que mi contrato había sido creado por la parte de la empresa que ellas dirigían.

Habría preferido a un cincuentañero con cara de pocos amigos al que no hubiera visto en mi vida que a mi propia madre y la razón era evidente por una parte pero muy sutil por la otra.

La evidente era que no me apetecía hablar con ella, ni ese día ni el siguiente y, posiblemente, el siguiente del siguiente tampoco. Además, el tema no me parecía discutible con ella, aunque no habría querido comentar con Heesook ni el tiempo del fin de semana.

La razón sutil era que mi rencor hacia ella estaba creciendo y sabía que pronto no podría aguantar más y explotaría.

Ser testigo de la situación de Namjoon me había hecho consciente de mi propio silencio en cierta medida. Me había percatado de que, en parte, el mantenerme callada durante años se había debido a múltiples factores, y no solo debido al trauma.

¿Y si no me creen? ¿Y si lo he imaginado? ¿Y si por mi culpa...?

Tenía solo diez años cuando la tragedia ocurrió. Once cuando pude volver a hablar. Me sentía no solo aterrada y dolida, también pequeña e insegura. Lo que más temía en el mundo era haberme confundido al oír a mi madre y a Jieun hablar aquella dichosa tarde, porque habría sido injusto de mi parte hacer sufrir a Heesook por algo que yo había imaginado o había querido imaginar.

No obstante, al pasar los años, el recuerdo se hacía más y más nítido en mi cabeza y dejó de preocuparme haber sido injusta con Heesook.

¿Por qué seguir callada, entonces? Por costumbre.

No estaba tan mal, después de todo. Tenía que soportar la presencia de mi madre una vez cada pocos meses, pero Jieun conseguía que el encuentro no fuese tan incómodo. Así que me resigné a ello y decidí vivir con aquella sombra, evitando la eminente catarsis.

La petición de mi padre había sido sin duda un buen detonante para que yo recapacitara al respecto y para que ardiera en deseos de enfrentarme a la mujer que había sido la protagonista de mi pesadillas durante años.

No obstante, cuando accedí a hablar con Heesook en lugar de esperar a la vuelta de Jieun me di cuenta de algo. Un pequeño error en mis cálculos.

Seguía temiendo algo, aunque hubiese intentado autoconvencerme de que no era así. Seguía aterrándome la idea de descubrir que realmente mi madre había sido capaz de hacer algo tan terrible.

Mientras ella no lo admitiera, podía ser falso. Un recuerdo distorsionado, un síntoma del síndrome postraumático o cualquier otra cosa. Pero si lo admitía, no había vuelta atrás.

―Oh, hola, Minji ―me saludó Heesook con una radiante sonrisa, levantándose por unos segundos de su cómodo asiento para pedirme a mí que me sentara―. ¿Qué te trae por aquí?

Con el peso de mi reciente hallazgo aún sobre los hombros, me dejé caer en la silla blanca que Heesook me ofrecía y solté la carta de dimisión que había estado temblando entre mis dedos.

eufonía » kim namjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora