quince

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Kalon: the ideal of physical beauty as well as beauty that is more than skin deep.


―¿De qué iba Yoongi antes?

―¿Te refieres a la parte en la que casi me provoca un infarto?

Namjoon sacudió la cabeza, supuse que buscando las palabras perfectas para soltar lo que fuera que tenía en esa brillante mente suya, y que sabía que podía hacerme enfadar más de lo que ya lo estaba.

―No creo que sea para tanto, Minji...

Quizá no era su culpa, sino la mía. Tal vez todo el problema residía en mí, y en la forma en la que había estado evitando enfrentarme cara a cara a mis mayores miedos durante toda mi vida. Pero eso no hizo que mi ira disminuyese. Ni siquiera un ápice.

―Yoongi es la personificación de todo lo que quiero olvidar. De lo que me quiero deshacer y no puedo. No me digas que no es para tanto, Namjoon. Tú no.

Seguí andando a pesar de que lo había dejado atrás. Aproveché que las ganas de llorar se habían esfumado por el momento para observar todo a mi alrededor y concentrarme en los diminutos e insignificantes detalles que me rodeaban.

Eso era lo que hacía siempre cuando era pequeña. Llenarme la cabeza de pensamientos vanos para olvidarme que los recuerdos que estaban ahí pululando a su antojo.

La farola de luz blanquecina. El cielo completamente liso, sin ninguna estrella, debido a la contaminación lumínica de la ciudad. Los escasos coches que aún cruzaban las calles a pesar de que ya hacía un rato que las jornadas laborales habían terminado. Y, de pronto, los dedos de Namjoon rodeándome el brazo.

Por un momento pensé que el corazón me había dejado de latir.

Ocurrió demasiado deprisa, como si de repente sintiéramos que nos faltaba el tiempo.

Namjoon tiró de mi brazo, haciéndome girar hacia él. A pesar de que estaba dispuesta a rebatir a lo que fuera a decirme, las palabras murieron en mi boca cuando sus labios atraparon los míos.

Me quedé estática, con los ojos abiertos de par en par, como en esas escenas dramáticas que tanto odiaba en las series, en las que le gritaba a la protagonista que reaccionara de una vez, que era solo un beso, que tenía que despertar y corresponder al protagonista.

Solo cuando Namjoon recorrió la piel de mi cuello con sus dedos y se separó unos escasos milímetros de mí, aún rozando mis labios con los suyos, mi cerebro dejó de trabajar como un poseso y me permití empujar mi cuerpo hacia él y besarlo de nuevo.

De algún modo conseguí perderme en él. No como esas otras veces en las que me había perdido en alguien, como esas veces en las que Jungkook me había hecho reír tanto que me habían saltado las lágrimas de los ojos, o como cuando Hye me contaba con su gracia característica algo que le había pasado en clase y yo solo podía sonreír por la ternura que sentía hacia ella.

Quizá porque me perdí a mí misma.

Namjoon fue el primero en separarse, de nuevo. Cuando abrí los ojos me lo encontré muy cerca, con sus pupilas escarbando en las mías, sus labios entreabiertos y su respiración ligeramente alterada.

Era hermoso. No sólo en lo físico, eso ya lo había notado aquel día, meses atrás, en su casa. En aquel momento había sido hermoso y frío, pero aquella noche era hermoso y cálido, como la chispa de un fósforo que se convierte en una llama ardiente.

―Estoy delirando ―musité.

Una de las cejas de Namjoon se alzó hasta casi rozar el nacimiento de su pelo. Después se aguantó una carcajada con la cara teñida en lo que parecía vergüenza, y finalmente rió.

―¿Por qué dices eso? ―preguntó sin separarse de mí, sin dejar de mirarme y sin dejar de sonreír con ese toque de pudor tan adorable.

―¿Por qué has hecho eso? ―rebatí yo en respuesta, ya que no entendía qué había pensado Namjoon para suponer que la mejor idea era besarme.

―¿Te ha molestado? ―Aquella ronda interminable de preguntas sin sentido estaba empezando a molestarme, pero entonces me fijé en que Namjoon seguía igual de cerca, igual de sonriente, y supe que aquella pregunta no quería expresar lo que las palabras significaban al ser dichas―. Te has sonrojado.

―Me he sonrojado porque estaba a punto de decir una estupidez, no por haberte besado ―mentí. En realidad, me había sonrojado por ambas cosas.

―¿Qué ibas a decir?

Le lancé una mirada de pocos amigos que él contestó con otra carcajada. Nunca lo había visto tan lleno de vida como aquella noche, algo ilógico teniendo en cuenta que había estado todo el día trabajando sin parar y debía estar exhausto.

―Contéstame primero ―pedí, haciendo desaparecer aquel tono defensivo de mi voz―. ¿Por qué lo has hecho?

Él se encogió de hombros y dio un paso hacia atrás que me provocó un escalofrío. Como si de repente el frío al que estaba acostumbrada hubiese vuelto.

Conseguí agarrarle el borde de la camisa (como ya era costumbre) antes de que se alejara más y él pareció entender el gesto, porque volvió a su posición inicial.

Lo último que quería era hablar de aquello sin mirarnos siquiera, con una incomodidad innecesaria entre nosotros.

―No quiero pedirte que me cuentes tus miedos. ―Agarró mi mano, la que se aferraba su camiseta, e intercambio el trozo de tela por sus dedos―. Pero si no me lo cuentas no hay nada que pueda decir o hacer para ayudarte. Así que he intentado transmitirte que puedes contar conmigo, sin tener que pasar por la conversación que estás intentando evitar a toda costa.

La sensibilidad de aquel hombre siempre acababa sorprendiéndome. Sin saber nada de lo que había pasado para que yo temiera tanto lo que Min Yoongi representaba, había conseguido entender lo que yo necesitaba (o, al menos, quería); su apoyo sin tener que enfrentarme a ello de forma directa. Y sus actos habían sido acertados, aunque arriesgados.

―No te besaré más si no quieres, pero debía intentarlo.

Sin soltar mi mano, Namjoon retomó su marcha hacia el hospital. Quedaban dos calles cortas antes de que llegáramos a las puertas de éste y ya nos habíamos entretenido demasiado, así que lo seguí sin rechistar por una vez.

―No he dicho que no quiera. Solo te he preguntado por qué lo has hecho ―puntualicé porque no quería que sintiera que lo rechazaba―. De hecho, ha funcionado.

―Me alegra saberlo. Es tu turno. ¿Qué estabas a punto de decir?

Fruncí los labios al escuchar la pregunta. Por un glorioso instante, había creído que Namjoon no recordaría aquella pregunta después de redirigir la conversación. No obstante, lo había infravalorado. Su memoria era envidiable.

―Iba a decir que eres hermoso ―dije al fin, vencida por la transparencia que él había demostrado conmigo unos minutos atrás―. Iba a decir que cuando te conocí en aquel enorme hall pensé que eras guapo, pero a la vez frío, lo que podía añadir o restar belleza a tus rasgos armoniosos. Pero cuando te he mirado hoy he encontrado una hermosura cálida, como la de la chispa que precede a la llama.

Un pequeño silencio se instaló entre nosotros y sentí de inmediato que la sangre volvía a subirme a las mejillas, incendiándolas a su paso.

―Me gusta ―musitó él escondiendo lo que parecía una ancha sonrisa y apretando con sutileza mis dedos contra los suyos―. Podríamos añadirlo en alguna de las canciones.

No me cabía la menor duda de que Namjoon sabía qué decir en cada momento. Debía ser un don.

eufonía » kim namjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora