cinco

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inimical: harmful in effect; unfriendly, hostile.

Cuando llegamos a casa de mi madre (a solo veinte minutos andando desde el club) ya eran casi las doce de la noche. Sabía que mi madre y Jieun no solían irse a dormir temprano, pero tampoco estaba segura de que fueran a contestar a aquellas horas.

Una parte de mí deseaba que ellas estuvieran allí, nos recibieran con unas galletas y Namjoon encontrara lo que estaba buscando para acabar con aquel asunto tan retorcido y extraño que ni siquiera entendía.

Pero por otra parte suponía que si eso pasaba no habría razón alguna para poder saber más sobre el chico que escribía sobre el dolor de la traición, sobre sentirse solo y sobre el deseo del éxito.

Sí, a pesar de todas las veces que en nuestros dos escasos encuentros le había asegurado que no deseaba nada de él, lo hacía. Me moría de curiosidad y de ganas de conocer la historia detrás del tipo que llevaba tarjetas de visita en la chaqueta a pesar de no tener edad suficiente para dirigir una empresa o negocio de algún tipo. Deseaba saber por qué había comenzado a escribir en aquel cuaderno, qué le había inspirado y porqué lo había tirado a la basura.

Además, estaba el asunto de mi padre.

—¿Vas a llamar o no? —preguntó Jungkook sin una pizca de tacto.

En ese momento me di cuenta de que me había quedado absorta delante de la puerta exterior (porque sí, aquella casa tenía varias puertas), pensando en las cosas que habían ocurrido y las que iban a ocurrir, quisiera yo que ocurrieran o no.

—Sí —contesté sin demasiado entusiasmo y toqué al timbre un par de veces, como siempre hacía.

Cinco minutos más tarde, Jungkook, Namjoon y yo habíamos cruzado el pequeño jardín delantero (típico de los barrios y las casas ricas de la ciudad) y estábamos esperando a que alguien nos abriera la puerta interior.

Heesook abrió la puerta con una sonrisa enorme y exclamó un:

—¡Minji! ¡Jungkook! ¿Cómo es que estáis por aquí? ¡Cuánto me alegro de veros!

Le dediqué una sonrisa forzada a mi madre y le devolví el abrazo que me dio sin demasiado entusiasmo, intentando ignorar el hecho de que Namjoon había clavado sus ojos en mí desde que llegamos y parecía examinar mi conducta sin sutileza alguna.

—¡Oh, a ti te he dejado atrás! Lo siento, no te conozco —siguió hablando Heesook mientras saludaba a Jungkook pero refiriéndose claramente a Namjoon—. ¿No nos presentas, hija?

—Se llama Namjoon —contesté con sequedad y entré en la casa en cuanto tuve la oportunidad de hacerlo—. No vamos a quedarnos mucho rato, así que no creo que sea necesario que entréis. Sólo vengo a buscar una cosa. No tardo ni tres minutos.

Mientras cruzaba el recibidor para dirigirme a mi supuesto cuarto escuché que Jungkook le preguntaba por las galletas de Jieun y mi madre los invitaba a entrar.

Entré en la habitación y cerré la puerta detrás de mí para que nadie me molestara y para que nadie husmeara dentro. Odiaba aquel sitio a propósito (yo misma había llevado allí todos los objetos y los recuerdos que deseaba tirar a la basura pero no podía hacerlo), así que prefería que nadie me interrumpiera mientras me encontraba allí dentro.

Lo primero que vi fue la silla de ruedas y supe que, para empezar, no había debido llevar allí el cuaderno y, para seguir, no había debido ir allí aquella noche. ¿Por qué no había mentido a Namjoon y le había dicho que me deshice del diario aquel mismo día? Porque era idiota y honesta, en ese orden.

eufonía » kim namjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora