Capítulo 4

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Otro sábado un par de meses después, de nuevo en un bar con Damián, pero esta vez en Zaragoza y en circunstancias no deseadas.

Mi colega, elegantemente vestido con un traje tan negro como el mío (aunque él lleva una corbata turquesa completamente fuera de lugar) se me sienta delante y coloca un café cargadito en la mesa; él prefiere una tostada de jamón york y tomate rayado junto a su cerveza.

—¿Estás cansado?

—Estoy bien —me encojo de hombros—, aunque me sigue pareciendo una idiotez esto de velar un cadáver. Total, si ella no se va a enterar.

Mi amigo arruga el ceño cansado, pues ya hemos tenido antes esta conversación. 

—No estamos aquí por tu madre —me recuerda—, sino por los demás. Tus hermanos te necesitan aquí, con ellos, y tu abuela no te lo perdonaría si te lo tomases a la ligera.

—Pero...

—Que sí, que sé que tú y la Señora Portela no habéis tenido una relación cordial en los últimos años, pero la familia es la familia y cada uno tenemos sólo una madre. Hay que despedirla como es debido.

Elevo una ceja con desgana. Lo cierto es que no siento pena ninguna por el fallecimiento de mi progenitora, y de alguna manera temo y deseo el momento en que interiorice lo que ha ocurrido, me dé cuenta de que ya no voy a volver a verla y se me caiga el mundo encima (o pegue gritos de júbilo). 

—¡Bah! Ella no hizo nada por acercarse a mí, por aceptarme como soy, así que creo que el afecto desapareció hace mucho. Ahora mismo estoy bien. Lo único que me tiene jodido es que mi padre no ha venido. ¿Cómo puede ser tan egoísta, vago y despegado? Aunque estuvieran separados, mis hermanos y yo seguimos siendo sus hijos y él tendría que estar aquí con nosotros.

—Ya. Menudo palo. Pero precisamente a eso me refería: opinas que él debiera estar aquí, y eso opinan tus hermanos de ti. Este es tu sitio, hoy.

—Pero tú no tienes que quedarte más tiempo. Me refiero... ya has cumplido viniendo y no tienes por qué pasarte toda la noche en el tanatorio. Sabes que la habitación de invitados de mi abuela te espera en su casa.

—Sí, ¿no? Paso, tío. He venido aquí para estar contigo y no te voy a dejar sólo ahora. Además, esa casa es muy fría, muy oscura y tiene los techos muy altos... ¡me da escalofríos!

—¡Já! —Mi risotada resuena inoportuna por los rincones de la cafetería del tanatorio, ya que esas mismas sensaciones me las ha causado siempre la casona de la madre de mi madre. —Pues gracias; pero ya te digo que no estoy tan mal.

—Eso dices ahora. Además, no es únicamente por lo de tu madre; lo has pasado fatal en estos últimos días y esto puede ser determinante. Me quedo, y si la depresión empieza a hacer acto de presencia le doy una patada en todo el culo.

No hace falta que le pregunte de qué habla al insinuar lo mal que lo he pasado en las últimas semanas. Hace mes y medio me hice un nuevo novio llamado Julián; un chaval extrovertido, lleno de artísticos tatuajes con variados significados. Hace algo más de una semana me dejó con explicaciones muy vagas: que si no cuajaba, que si no encajábamos... Y yo me había hecho ilusiones de que ésta vez podría funcionar de verdad, de que lo iba a conseguir. Al menos no me había enganchado tanto como con Isaac. Creo que ya no puedo abrirme de verdad con nadie.

Así que mi nuevo novio es ahora mi tercer ex (el quinto si contamos un par de rolletes de verano adolescente que llegaron y se fueron como el viento), mi rancia madre la ha palmado por la metástasis de aquel cáncer que pareció vencer, y mis dos últimos vídeos de Maxforce han salido fatal. Es normal que no me encuentre de humor para hacer agudas críticas, chistes inteligentes o reportajes acertados y profundos; la gente lo nota y no lo consiente. El número de subscriptores ha bajado, los "me gusta" han descendido alarmantemente y no consigo mantener a la gente enganchada a mis vídeos el tiempo suficiente. La consecuencia es que mi cuenta corriente está adelgazando de forma drástica; y para colmo, mañana no podré ni siquiera subir vídeo por esta defunción familiar. Veremos cómo salgo de esta, ¡que ya me estoy retrasando en el pago del alquiler!

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora