—Sí, ¿no? Entonces... ¡el indio te folló! —exclama Damián con una sonrisilla entre burlona y sorprendida provocando que algunas cabezas se vuelvan hacia nosotros. Él levanta las manos hacia mí haciendo una señal de la cruz que podría espantar vampiros. —¡Arg! Menuda imagen mental me has despertado. De ahora en adelante, siempre que te mire te imaginaré siendo empalado por un pincho moruno —pero se da cuenta de que no le sigo la broma, cabizbajo y tamborileando en el reposabrazos de la silla mientras sostengo mi vaso sin beber—. ¿Qué te pasa? No estás bien. Ya decía yo que no me habías invitado un miércoles a tapas y cerveza para contarme otro polvo con tu morenazo.
—Al final no me folló.
Parece confundido mientras repasa mentalmente lo que le he contado hasta ahora.
—¿Por...?
—¿Recuerdas lo que te he contado antes, lo del novio que le puso un puesto en el bazar ese? Pues no me lo podía quitar de la cabeza.
—¿Es que no sabías eso antes de que viniera?
—Pues no. No le he sometido a un interrogatorio sobre su vida. Sólo sé aquellas cosas que han ido surgiendo... pero no le he preguntado mucho. Intento respetar su intimidad porque sé que no lo pasó muy bien hasta que llegó a España.
—Sea como sea, ¿qué importan los novios que haya tenido antes de venir? ¿Acaso él piensa en los que tú has tenido? Además, ¿por qué te tendrían que importar? Es un tío con el que has hecho un trato. A lo sumo os estáis haciendo amigos, o follamigos —se pone serio ahora y me señala acusadoramente—, porque no te estás enamorando, ¿verdad? Dime que no.
—No, ¡claro que no! Sé que esto es todo falso, que el divorcio está planeado de antemano, que él pertenece a una liga distinta (como tú dijiste) y que sería un imbécil si me permitiera quererle.
Se me queda mirando fijamente unos segundos antes de estallar, y parece verdaderamente enfadado. —¡Como una quinceañera! ¡Estás enamorado hasta los cojones!
—Que nooo... —nos miramos un rato más y al final admito—. ¡Joder! Bueno, es un pequeño enganche de nada. ¡Yo que sé! A ver, es imposible no preocuparme por él, no sentirme cachondo en cuanto me roza o cuando me mira... pero no estoy enamorado. No quiero estarlo, así que el asunto no pasará de ahí.
—¿Tú crees que uno puede elegir eso?
—Yo sí —aseguro.
—Sí, ¿no? Entonces cuéntame: —Se inclina hacia mí y pregunta con una ceja levantada. —¿Por qué no le has dejado que te la meta, si dices que no te afectará?
—Ya te lo he dicho, por su novio. Él no dijo "ex-novio", dijo novio. ¿Y si aún lo son? ¿Y si le está esperando allí, en aquel zoco, y cuando se me divorcie se lo va a traer y se casará con él?
—Ya estamos. —El ruido de su vaso al apoyarse en la mesa resuena fuertemente. —¿Y qué más dará? Tú has cobrado, te lo estás follando, cumples tu trato y luego él se irá a vivir su vida. Eso es lo planeado, lo deseado y lo que tú querías. ¿Qué te importa a ti si su próxima pareja es española o si se trae a uno de la otra punta del mundo?
—A ver... —La verdad es que me cuesta explicarlo. —De repente me ha sentado mal pensar que Jamîl pudiera tener un novio ahora mismo, mientras está conmigo. Sería como si me estuviera engañando.
—Ese es el punto... —Suelta una risotada. —¡No está contigo! Tenéis un trato, ¡nada más!
—Sí, lo sé, pero ya me entiendes.
—Pues no, no te entiendo.
—A ver... —Cierro los ojos un momento para intentar aclarar mis ideas. —Puede que sea todo falso, pero tenemos que aparentar que es verdad ante los demás, y mientras está conmigo en casa es muy difícil imaginar que no es cierto. A veces pierdo el horizonte —admito.
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Inevitable
RomanceLa constante mediocridad de la vida de Bruno se ve agitada ante la más sorprendente petición recibida desde un completo desconocido llamado Ahmed: casarse por dinero. Bruno nunca hubiera aceptado, pero las circunstancias que le rodean le obligan a...