Capítulo 30

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Quizás con tiempo (mucho más tiempo) todo habría vuelto a su cauce, ya que el ser humano se hace a todo y tiende a sobrevivir; pero la realidad es que no he conseguido salir de la mierda por mí mismo hasta esta mañana, y si lo he logrado es porque el propio Jamîl me ha mandado un mensaje a través del Facebook.

— Ahmed Jamîl

Hola

— Bruno Tausch

Hola.

— Ahmed Jamîl

¿Cómo estás?

— Bruno Tausch

¿Estás de broma? Pues mal.

— Ahmed Jamîl

Avísame cuando creas que puedes hablar conmigo.

¿Quiere que hablemos? Obvio ¿Si no es así, para qué me ha saludado? ¿Es posible que haya pasado algo importante? ¿Que haya cambiado de opinión? ¿Que se arrepienta?

— Bruno Tausch

Creo que podemos hablar.

Escribo y borro varias veces frases como «qué tal?» o «cómo estás?»; me aterra que me responda contándome lo feliz y enamorado que está de Mario.

— Ahmed Jamîl

¿Seguro que estás lo suficientemente bien para hablar?

— Bruno Tausch

Que sí. Dime.

— Ahmed Jamîl

¿Cómo está Hércules?

— Bruno Tausch

Emm... Pues bien. Es decir, tristón, pero bien. —Dejo pasar unos segundos, y al no recibir respuesta continúo. Oye, no has contactado conmigo para preguntarme por mi perro, ¿verdad?

— Ahmed Jamîl

No. Es decir, me importa Hércules pero hay otro motivo. Necesito que nos veamos en persona. —Casi me atraganto de la impresión, pero él continúa: No te lleves a engaño, es por lo del divorcio. Tenemos que hablarlo, firmar papeles... Hemos de terminar el proceso.

Pensar en el divorcio me hunde por dentro, pero está hablando de vernos en persona después de casi dos meses. Quizá, sólo quizá, no le va tan bien sin mí como se esperaba. Es posible que, al verme, recuerde lo que teníamos juntos y se arrepienta. Si no nos vemos, tengo claro que se irá alejando más y más hasta que yo sea un lejano recuerdo sin importancia. Si hacemos un cara a cara las posibilidades están abiertas.

— Bruno Tausch

¿Cuándo vienes?

— Ahmed Jamîl

¿A tu casa? No, no... al Saturnino.

— Bruno Tausch

Al... ¿bar de la esquina? ¿Y eso por qué?

— Ahmed Jamîl

¿Puedes esta tarde, a las cinco?

— Bruno Tausch

Puedo. — Me resulta raro. ¿A lo mejor cree que le voy a pegar, o a violar? Bueno, a ver qué pasa.

Las cuatro horas que he tenido entre el contacto y la hora de la cita se han pasado volando en medio de nervios, sin poder centrar mis pensamientos en nada más que lo que está por venir. Me lavo la cara hasta dejármela roja (esperando llevarme los granitos con la toalla), elijo cuidadosamente una ropa entre informal y elegante, y se me ha ocurrido la patética idea de hacer unos abdominales a ver si se me disimula la curva de la infelicidad.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora