Capítulo 32

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—Hola, Bruno —saluda mi ex. El traductor emigrante me mira de arriba abajo, probablemente sorprendido por mi escasa indumentaria.

Me ha costado reconocerle, y es normal tras un año y pico. Está guapo y delgado, y viste muy elegante, pero sus ojitos tiernamente pillos siguen siendo los mismos que me sometieron bajo las flechas de Cupido.

—¿Qué... qué haces aquí?

—Hace una semana que estoy en Madrid y me queda otra semana de vacaciones. Vivo con mis padres, pero estoy aprovechando para ver a los amigos así que he pensado en venir a ver a Hércules ¡y a ti, claro! ¿Puedo pasar?

—Emmm... —Está haciendo evidentes esfuerzos para mantener sus ojos fijos en los míos, y eso me hace gracia. —Sí, bueno, claro. ¡Hércules, mira quién ha venido!

<< ¿¡Quién es!? ¿Qué pasa? >> Mi llamada le ha despertado de su típica siesta bajo el sol del balcón acristalado y ya corretea por el camino hacia nosotros.

—¡Hércules! ¡Ay, mi niño bonito que grande estás! —Se agacha y le ofrece un abrazo. Mientras el recién llegado está distraído, me peino el cabello mojado con los dedos en un intento de estar más presentable.

<< ¡Eh! ¿Quién...? Este tipo me suena. ¡Ah! Es... ¡este! ¡El tipo este que era majo! ¡Hola, Hola! ¡Ven que te lama todo! >>

En medio de carantoñas y mimos, les guío hacia el salón y nos sentamos frente a frente en los sofás. Otorgo unos minutos al perrillo y al inesperado visitante para recuperar el tiempo perdido. Debería ir a vestirme, pero tengo el cofrecito con el dinero al lado de mi Mac y por alguna razón no puedo confiar en dejarlo aquí con Isaac. No es que tenga a mi ex por un ladrón, pero... me dejó, y mi confianza hacia él está muy mermada; además, ha pasado mucho tiempo y ya no puedo poner la mano en el fuego por él.

Cuando Hércules parece perder el interés y se va a su comedero, Isaac me pide permiso para ir al aseo a lavarse la cara y las manos.

—Claro, claro. No te asustes por el desorden, que me acabo de duchar.

—Oye —dice al volver y sentarse de nuevo ante mí. —¿Cómo te va todo?

—Muy bien, gracias. —Casi puedo palpar la tensión entre nosotros.

—¡Menuda casa! —El echa un ojo a la sala, observa mi equipo de grabación, acaricia el sofá de piel y asiente. —¡Sí que te va bien, sí! —Le devuelvo la sonrisa.

¿Qué me pasa? Este tipo me abandonó para quedarse a vivir por las capitales de Europa, y no fue una separación amistosa; me hizo un daño terrible y me dejó compuesto, con perro y planes de futuro que se fueron al traste. ¿Acaso voy a perdonarle todo eso por lo bonico que está y por los buenos recuerdos compartidos que se agitan en las profundidades de mi mente? ¡Debería ponerle de patitas en la calle ahora mismo! Se supone que Jamîl vendrá pronto, y preferiría que mi antiguo ex no estuviera aquí; claro que se supone que mi nuevo ex avisará antes de venir y tendré tiempo de pedirle a este que se vaya.

—Isaac —pero tengo que reconocer que me come la curiosidad por la visita del traductor—, ¿qué haces aquí?

—Ya te lo he dicho; en esta semana antes de retomar el trabajo quería ver a los... verte los...—¿Por qué balbucea? ¿Por qué tiene la mirada fija en mi entrepierna? ¡Qué poca vergüenza! ¿Eso que se marca en su pantalón es una erección?

Tarde, me doy cuenta de que, sentado como estoy ante él, mi albornoz muestra todo mostrable y me ruborizo cruzando las piernas. La verdad, ante la visión de su bulto me asaltan ciertas imágenes subidas de tono de cuando compartíamos cama y fluidos; y es que todos dicen que es muy fácil sentir atracción por un ex, ya que se trata de alguien con quien has tenido una confianza sexual plena. Toso e intento cambiar de tema:

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora