—Sí, ¿no? ¿El morito que te pidió matrimonio ha vuelto? ¿El del tremendo pincho moruno?
Rio con el teléfono pegado a la oreja mientras vigilo a mi yorkshire orinando en un portal. Aquí vive una idiota que siempre me riñe por dejar que mee en esta zona, así que me sienta genial saber que (probablemente) lo pisará al salir de su casa.
—Así es. Hace apenas una hora me envió el mensaje.
—Bueno, ¿y qué dice ahora el indio?
—Pues básicamente lo de la otra vez, ya sabes: yo versátil, te pago seis mil euros por matrimonio contigo, tú me ayudas a salir de aquí... o me matan. —Reímos de nuevo, pero las últimas palabras terminan por disipar el jolgorio.
—¿Qué le matarán?
—Eso dice.
—¡Qué gente hay por el mundo!
—Y qué penica dan —hago notar.
—Sí, él y varios otros millones de gays que viven en esos sitios. Tú lo dijiste, ¿no? Además, todo esto... no será ni siquiera verdad. ¿Te has planteado que ese Ahmed puede ser alguno de los fanáticos de tu canal montándose una historia absurda para poder hablar contigo?
—Casi agradecería que alguno de los seguidores de mi canal fuera tan fanático a día de hoy. Ya sabes que Maxforce va de capa caída.
—Verás cómo lo sacas a flote de nuevo. Has estado de bajón y era normal, pero ya te noto el tono de voz distinto de los últimos días.
—A ver, ¿y para qué iba a querer engañarme un fan loco de Maxforce? No le llevaría a nada. No me ha pedido fotos íntimas, no me ha pedido la dirección de mi casa, ni el teléfono...
—¡A saber lo que pasa por una mente trastornada como esa! Pero es seguro que no es el zagalico de la foto que me enseñaste. Un chaval así no pagaría para que se casasen con él, ¡cobraría! —Eso me deja pensativo. Damián continúa mientras cruzo un paso de cebra hacia el descampado. —Pero lo del fanático loco es sólo una posibilidad entre tantas. Quizá sea un policía buscando pillarte.
—A ver, ¿y en qué me iba a pillar un policía? Ahmed Jamil es mayor de edad; incluso tiene diecinueve ahora.
—¿Jamil?
—Sí, Ahmed Jamil se llama, ¿no te acuerdas? Pero la cosa es que ningún policía podría pillarme en nada. Eso son paranoias. —Estiro de la correa para obligar a Hércules a moverse; ha olido algo interesante en una baldosa y está lamiéndola. No quiero ni pensar en qué será lo que cayó ahí que le resulta tan irresistible.
—¿Paranoias? Si tú mismo me contaste lo que le hicieron a George Michaels por ser gay, y en Inglaterra nada menos. ¡Y tú también eres famoso! Primero tientan, engañan, te lían, cogen pruebas y ¡zas! multón y escarnio público.
—A ver, no te me confundas, Damián, que lo que le ocurrió a George Michaels fue hace varios lustros, y no pusieron una trampa concretamente para él, sino que buscaban terminar con el sexo público en unos urinarios. Si se hizo famosa la noticia fue porque él era quien era. Y yo no soy tampoco así de famoso, ¡ni por asomo! Apenas me conocen unos cuantos miles de jóvenes usuarios de la red.
—Decenas de miles, e incluso ¡cientos de miles! No olvides que algunos de tus vídeos han salido en los zappings en teles nacionales, así que no te quites mérito.
—Vale, pero en España no se hace eso de ir a pillar con trampas, y menos hoy en día —o eso creo yo. Por fin llego al descampado y suelto a Hércules para que disfrute un rato mientras hago guardia en la única salida del lugar.
—Bueno, quizá el moro no sea menor de edad; quizá no hayan leyes antigays o no se persiga con tanto ahínco a los que follan en los baños públicos pero ¿quién te dice que no hay comandos de la policía buscando desarticular redes de matrimonios de conveniencia?
Pues no había pensado en ello. —No creo se dediquen a eso, ¿no?
—¿Y por qué no?
—¡Hay crisis! Me cuesta imaginar a un aluvión de inmigrantes queriendo venir a España en estos momentos por medio de matrimonios pactados; y menos estando ahí Francia, Holanda, Alemania... que no tienen esta tasa de paro.
—Pues eso es precisamente lo que quiere tu petisuís indio: matrimonio de conveniencia con un español. ¡Contigo!
—Ya, pero alguien como él no puede ser un soplón de la policía ni un agente; sería surrealista.
Su carcajada me ensordece. —Sí, ¿no? Cosas más raras se han visto. Además, ya te he dicho que es demasiado guapo como para que sea el mismo de esas fotos.
—Lo es.
—¿Y cómo lo sabes tan seguro?
—Me ha puesto la cam hace un rato —le confieso.
Se hace el silencio en la línea por unos segundos hasta que me llega su exclamación:
—¡La Virgen! ¿Os habéis pajeado por cam?
—¡No! —respondo al instante, aunque admito interiormente que ojalá lo hubiéramos hecho. ¡Yum yum!
—Pues si es él, entonces tiene que ser alguna especie de timo.
—¡¿Que timo ni qué timo?! —replico airado por su desconfianza sin sentido—. ¿Cómo va a timarme siendo él quien me ofrece dinero a mí?— Hércules se acerca al escuchar mi tono y me mira con interrogante expresión antes de volver a su sesión de chat perruno mediante olfateos y marcas de orina.
—A saber; hay gente muy lista por ahí. ¿Y si se casa contigo y luego te chantajea de por vida para no contar que accediste a un matrimonio de conveniencia?
—Eso no tiene sentido. —Tampoco se me había ocurrido, pero resoplo sacudiendo la cabeza. —A ver, si me denunciase por algo así, él también pagaría el pato. ¡Sobre todo él! —y vuelve el silencio durante unos segundos.
—Espera... ¡Espera Bruno que no me puedo creer a dónde está yendo a parar esta conversación! ¿Estás de verdad defendiendo al chico desconocido y pensando en serio lo de traértelo para casarte con él?
—No sé...
—¡No tienes ni idea de cómo es! Quizá ni siquiera te caiga bien. ¿Tan cachondo te pone su rabo moruno como para hacerte perder la razón? ¿¡Qué necesidad tienes de algo así!? —Ese es precisamente el quid de la cuestión, pienso; el dinero que Jamil dice que me daría me sacaría de esta horrible situación económica en que estoy; y que sea así de guapo, yo esté así de solo y me vaya a ayudar con la casa y los gastos, conforman un paisaje que no me repele tanto como creía. Y si encima el sexo entra en esa ecuación... eso le echa más leña al fuego (mucha más leña, en realidad). —¿Bruno?
—¡Anda! ¡Qué tarde se ha hecho! Ya nos llamamos mañana —cuelgo.
—¡Bru...!
Pensando en el camino de vuelta a casa me doy cuenta de que había llamado a Damián precisamente para que me abriera los ojos y echase por tierra este proyecto que estoy empezando a aceptar como posible, pero sus reticencias y sospechas únicamente me han hecho notar lo mucho que me apetece iniciar esta aventura.
<< Te meterás en líos. >>
—¿Y tú qué sabes?
¿De verdad me lo estoy planteando seriamente? Con lo precavido que he sido siempre para cosas así de alocadas, y mírame ahora.
Pero claro, me fastidie cuanto me fastidie, todo esto podría ser alguna clase de timo o llegar a traerme problemas. ¿Y si el morito de marras quiere la mitad de todo lo mío en el divorcio? ¿Y si me viene con alguna clase de chantaje? ¿Y si tiene alguna ETS y me la pega? ¿Y si ...?
Mejor me dejo de "y sis". Voy a hacer una lista de pros, contras y dudas, y así mañana lo hablo con él en profundidad. Si no me queda todo claro, que le den morcilla de Burgos.
Y si me queda claro pues... ¡le daré salami maño!

ESTÁS LEYENDO
Inevitable
Roman d'amourLa constante mediocridad de la vida de Bruno se ve agitada ante la más sorprendente petición recibida desde un completo desconocido llamado Ahmed: casarse por dinero. Bruno nunca hubiera aceptado, pero las circunstancias que le rodean le obligan a...