Llegamos a casa casi amaneciendo y mi huésped se dirige a su habitación sin hablar. Yo le sigo.
—Jamîl... —se desviste muy despacio y se sienta en la cama, y yo al lado—. Oye, ¿estás bien?
—Estoy cansado y... asustado.
—Lo sé. Cuando uno sufre una agresión así, le queda dentro una intranquilid...
—No es eso —asegura—. Tú sabes cuál es mi situación aquí y cuáles son los planes con lo de la boda. Y ahora me he metido en líos y la policía tendrá sus ojos sobre mí.
—Tranquilo. —Es terrible tener más miedo de los representantes de la ley que de haber sido apaleado. —Todo ha ido bien. Les buscarán y se hará justicia.
—Bruno, la justicia en este momento me da igual. Yo necesito casarme, los papeles y poder tener un futuro aquí. ¡Lo he apostado todo a esta nueva vida, en este viaje! No puedo fallar.
—Ya pero...
—¡Puedo soportar una paliza! —Parece alterarse por momentos. —Insultos, burlas... pero no puedo soportar que me cojan manía las autoridades y me saquen del país; ahora no. ¡Falta tan poco! No tenías que haberte metido en esto. ¡No tenías que haberme puesto en riesgo! —Lo dice mirando al suelo, pero puedo ver sus lágrimas rodar por sus mejillas. Es la primera vez que le veo llorar y se me hace un nudo en el estómago, sobre todo porque dice que es por mi causa. A mi pesar, pienso que debería estar prohibido ser tan guapo como él; es como ver llorar a un ángel.
<< ¿Qué pasa? ¿Por qué peleáis? >> gruñe mi pequeño yorkshire nervioso, sin saber dónde meterse.
Puedo ver más allá de las palabras de Jamîl; sé que son los nervios los que hablan, el dolor de sus heridas, la humillación del ataque, la impotencia de no poder defenderse y la creencia de que todos sus planes están en peligro. Le cojo del cuello de la camisa de tirantes y me encaro con él, no violentamente pero sí con firmeza:
—Atiende a esto, caramelito: eres mío. Eres mi prometido, mi amigo, mi amante, ¡incluso mi cómplice! Te han hecho daño y no voy a permitir que se salgan con la suya. Te voy a proteger tanto de esos cabrones violentos como del mismo sistema corrupto y cruel que tanto miedo te da. Nadie te hará daño sin recibir su merecido, y no voy a permitir que ni la ley, ni la policía, ni ningún estúpido funcionario te robe la vida que deseas; eso te lo juro por lo que más quieras. Me voy a casar contigo y vas a ser español.
Se había quedado paralizado durante mi discurso, pero entierra su cabeza en mi cuello y trata de contener los gemidos. Le abrazo tan suavemente como puedo, conmovido por su miedo, su pena y su vulnerabilidad. Es alto, fuerte, hermoso, inteligente... pero es sólo un jovencito (¡casi un niño!) lejos de su hogar y de su gente, tan indefenso y necesitado de ayuda como un cachorrillo. Yo lo sé y él lo sabe; necesita mi protección y mi apoyo, y le he corroborado que no voy a fallarle.
Le tumbo en la cama y yo me coloco detrás, abrazándole y disfrutando de su contacto y su aroma. Está temblando, así que le beso en la nuca (esperando que mi erección presionando en su trasero no desmerezca la calidez del momento) hasta que finalmente se duerme, agotado. Es una gozada dormir a su lado. Ojalá pudiera hacerlo todos los días. Hércules debe pensar lo mismo, ya que se las ingenia para subir a la cama y se coloca a nuestros pies.
Pese al hambre, el cansancio nos mantiene inconscientes hasta las doce y media, y nos despertamos únicamente porque mi teléfono suena con irritante insistencia.
—¿Quñes...?
—¿El señor Tausch?
—Sí, yo. Quie..nes...

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Inevitable
Roman d'amourLa constante mediocridad de la vida de Bruno se ve agitada ante la más sorprendente petición recibida desde un completo desconocido llamado Ahmed: casarse por dinero. Bruno nunca hubiera aceptado, pero las circunstancias que le rodean le obligan a...