Aún no terminaba de creérmelo cuando aquella misma tarde revisé por internet mi cuenta del banco y comprobé asombrado que había llegado la anunciada transferencia de seis mil eurazos íntegros desde el Vijaya Bank en Calcuta. ¡El moro iba en serio!
Pero aun así, me resistí a darle completa credibilidad al asunto durante las siguientes semanas. Pese a mis conversaciones con Jamil, he estado temiendo todo el tiempo que esto fuera un timo, un engaño, un malentendido o trampa que terminase en desilusión o algo peor.
Tuve que escribir una carta de invitación para el indio, haciéndome cargo de su acomodación durante su estancia (como turista, con un máximo de tres meses difícilmente prorrogables), pero ni siquiera eso disipó esta inseguridad.
Y aquí estoy ahora, sentado en un banco de la Terminal 4 de Barajas con un molesto tic en la pierna, asustado como si fuera un pollo camino del Kentaky Fried Chicken, con la vista fija en el enorme panel de llegadas indicando que el vuelo desde Calcuta aterrizó hace casi veinte minutos. Imagino que Jamil debe estar todavía más alterado que yo; al fin y al cabo ha dejado atrás su patria, su familia, sus amigos, su cultura... y viene a encontrarse con un casi desconocido del que dependerá completamente durante los próximos meses.
Estos días han sido un caos para mí ya que, queriendo acelerar el proceso y siendo el único de los dos con capacidad de movimiento en esta zona, he estado informándome en el registro civil de todo lo que se ha de hacer para pedir matrimonio: testigos, documentación, tiempo de tramitación, las tasas implantadas por el puñetero ministro ultraderechista que tenemos con el PP...
¡Es larguísimo! Primero se han de pedir los papeles y llevarlos rellenos y firmados junto con los dnis de los contrayentes (algo que no puedo hacer aún, pues Jamil no está todavía aquí, y al ser extranjero tendrá que pedir y obtener antes los documentos de identidad que le permitan hacerlo); luego nos darán cita para ir los dos con testigos a entregarlos, tras lo que habremos de esperar más o menos un mes mientras nuestra boda se anuncia en no sé qué tablones por si alguien se opone; sólo entonces podremos casarnos por lo civil. Eso sí, cada trámite pagándolo en su momento.
Obviamente no podemos divorciarnos al día siguiente de casarnos, cantaría demasiado; así que... entre pitos y flautas, tardaremos al menos uno o dos meses en casarnos y alguno más para pedir la separación legal (y eso suponiendo que el indio ya tenga un trabajo y capacidad para mantenerse por sí mismo). Va a ser una época muy curiosa en mi vida, ¡y muy excitante!
Hay una cosa tengo muy clara: aunque yo esté cobrando por esto, aunque él sea un desconocido y este enlace una farsa, no tengo la más remota intención de aprovecharme del muchacho y dejarle tirado en la calle. Voy a cumplir con mi parte y me aseguraré que sale bien parado de esto y con su sueño cumplido de "ser español".
¡Si es que soy un sol! Jamil tenía muchas posibilidades de haberse encontrado con gente deshonesta que le hubiera cobrado el dinero y luego hubiera bloqueado cualquier contacto con él para no saber más. Me da la impresión de que mi futuro ex marido va algo escaso de neuronas por arriesgarse a tanto con un desconocido, pero ha tenido la suerte de dar conmigo.
He decidido tomarme todo este asunto como si él fuera un estudiante de intercambio que viene a casa un tiempo; un erasmus cachondo a quien me follaré y con quien mantendré cierta amistad. Ni más ni menos. Al fin y al cabo, cuando estemos divorciados, ya nada nos atará y simplemente habrá sido una aventura divertida y morbosa que recordar con unas risas dentro de unos años.
Hace un par de días Jamil me dio una sorpresilla: un amigo adinerado le había prestado por un rato un smartphone y se le ocurrió hacerse un vídeo erótico (más bien porno; pero ¡porno porno!) que me sirvió de inmediata inspiración para mi afición onanística. ¡Joder, la madre que parió al indio! El cuerpo, la cara, el rabo... confirmo que es completamente mi tipo. Aunque en el vídeo estaba serio todo el tiempo, tras venirse sobre su propio pecho acercó su rostro a la cámara y me guiñó un ojo lanzándome un beso. No he podido parar de ver ese vídeo una, y otra, y otra vez. ¡Es que no termino de creerme que este tío sea el que viene a mi casa!
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Inevitable
RomanceLa constante mediocridad de la vida de Bruno se ve agitada ante la más sorprendente petición recibida desde un completo desconocido llamado Ahmed: casarse por dinero. Bruno nunca hubiera aceptado, pero las circunstancias que le rodean le obligan a...