Cuando el ascensor se abre en la planta de abajo, un compungido Jamîl que hace por limpiarse la cara se encuentra de frente conmigo. Estoy sudoroso y tratando de contener los jadeos del esfuerzo conforme me apoyo disimuladamente en la pared, sujetando la correa de Hércules. En parte me apoyo porque no podría mantenerme en pie después de bajar a toda hostia seis pisos en mi estado actual.
—Hola —saludo con una sonrisa simpática.
<< Hola, tú >> corea mi yorkshire intentando arrimársele, pero retengo su correa.
—No hace nada, tranquilo. Es muy juguetón.
—Emmm... —El chico indio me mira como si fuera una aparición. —¿Cómo has bajado? ¿Qué haces?
—Aquí estoy —carraspeo y hago como que abro el buzón de mi correo—, recogiendo las cartas, pero sólo hay publicidad. ¿En qué piso vives? No te había visto nunca.
—¿Pero qué...? —Tarda unos críticos diez segundos en comprender lo que pretendo. Cuando el brillito de comprensión ilumina sus ojos, deja escapar un asomo de sonrisa apenas visible y comenta como de pasada. —Ya no vivo aquí. He venido a ver a alguien, al sexto B.
—¿A Bruno? —pregunto elevando las cejas—. Por tu cara no ha ido bien, ¿verdad? Bueno, es normal; ese tío siempre ha sido un poco lerdo.
<< ¡Muy lerdo! >> ¡Hemos conseguido que se ría!
—Estoy de acuerdo.
—Pero últimamente se le ve con ganas de cambiar, ¿eh? —me permito subrayar.
—Quizá. Estaría bien. Le hacía falta.
—¿Cómo te llamas? —me acerco a él y le tiendo la mano—. Yo soy... Portela –mi segundo apellido servirá.
—Vale. —Estrecha mi mano con fuerza y continúa con el juego. —Soy Ahmed.
—¡Ah! Un nombre muy exótico. ¡Mola! —Saco mi móvil del bolsillo, miro la hora y comento como quien no quiere la cosa: —Iba a darme una vuelta para que el perrillo haga sus cosas. ¿Te acompaño a algún lado?
—Pues... —Sopesa la valiosa caja que sostiene —Voy al banco. Tengo que hacer una gestión.
—¡Perfecto! Nos coge de camino al descampado, ¿verdad? Si no te importa, claro.
—Vale —Asiente lentamente, mirándome con curiosidad.
Le abro la puerta de la calle como un caballero y Hércules ya va cantando: << ¡Cagar! ¡Cagar sin paraaar! Más os vale traer bolsitas porque tengo el depósito lleno>>.
—Me gusta tu perro —anuncia el nuevo Ahmed.
—Y tú a él, te lo aseguro —responde el nuevo yo—. Oye, algo me dice que tú y yo podríamos llevarnos muy bien.
—No sé. Aún no te conozco.
—Bueno, eso tiene fácil solución. ¿Te parece si te invito a merendar a un sitio donde hacen unos churros cojonudos? Tú tienes cara de que te gustan los churros.
—¿Sí? —Me mira de arriba abajo, como haciéndome un examen visual. —Yo diría que a ti también te gustan. —Ambos reímos.
—Genial, porque el denso chocolate de doña Pepa es la mejor argamasa para construir unos buenos cimientos.
—Ya me están apeteciendo —anuncia sin poder contener una sonrisa feliz—. ¿Eres de aquí, de Madrid?
—¡Qué va! Soy maño de toda la vida, de una pedanía de Zaragoza —le informo dándome cuenta de que nunca antes se lo había dicho.
—Yo soy inmigrante y divorciado. He tenido una vida complicada.
—Esas son las interesantes —aseguro—. Así tendremos más conversación.
<< Y qué raros son los humanos, leñe... >> se queja el perrete mientras suelta un chorrito dorado en una esquina, pasando a corretear feliz a nuestro alrededor porque su manada vuelve a estar completa.
Ojalá siga así mucho tiempo.
Fin
Copyright © 2014 – Ibrael.com
![](https://img.wattpad.com/cover/154113379-288-k751835.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Inevitable
RomanceLa constante mediocridad de la vida de Bruno se ve agitada ante la más sorprendente petición recibida desde un completo desconocido llamado Ahmed: casarse por dinero. Bruno nunca hubiera aceptado, pero las circunstancias que le rodean le obligan a...