Capítulo 15

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Es una gozada dejar que este chico indio tome las riendas de vez en cuando. Tumbado en la cama, mirando hacia lo alto veo su fibroso cuerpo erguido sobre el mío, cabalgando mi hombría como si no hubiera un mañana mientras me agarra de las muñecas y las mantiene presas detrás de mi cabeza. Casi podríamos decir que es él quien me está follando a mí, aunque es mi verga la que entra y sale de su interior con cada uno de sus movimientos.

Usualmente me gusta a mí llevar la batuta, mandar sobre él, decidir posiciones, momentos y ritmos, y reconozco que suelo elegir situaciones y horas en las que él no se lo espera para así reafirmar mi autoridad y mi dominio sobre su persona; pero ahora está sucediendo al contrario... me gusta. Verle así de entregado, de enérgico, me hace sentir tan deseado como si esto que tenemos no fuera la farsa que verdaderamente es; como si verdaderamente él disfrutase de nuestro acuerdo.

Sentirme ligeramente obligado lo hace más excitante.

Sé que no tiene sentido, pero viendo ese torso marcado, ese rostro tan bonito, oliendo el perfume de su duro sexo rebotando contra mi abdomen entre mojados sonidos... siento celos; celos de cualquiera que haya podido verle de esta manera, de cualquiera que haya tenido esto con él o de cualquiera que vaya a tenerlo en el futuro.

Tranquilízate Bruno, me digo; es mío. Ahora es mío. Hasta el momento en que nos casemos y hasta que el divorcio nos separe, me pertenece. Esto son experiencias, momentos pasajeros que recordaré durante toda mi vida y que ya nadie me podrá quitar; ni siquiera él.

Y sin embargo... ¿es suficiente? ¿Me conformaré con este consuelo?

Pese al placer, mis pensamientos están planeando sobre estas ideas cuando Jamîl empieza a disparar su blanca esencia con tanta fuerza que mi pecho y mi rostro son salpicados abundantemente; él se deja caer sobre mí gruñendo como un animal en mi oído mientras su lengua recorre mi cuello. Inevitablemente mezclo mis gemidos a los suyos a la vez que me descargo en su interior. Ver así de rojas sus mejillas cuando hemos tenido sexo me causa incluso orgullo, como si le hubiera proporcionado un placer inconmensurable.

Tras los últimos segundos en que recuperamos el aliento, él se tumba a mi lado y yo me quito el condón para anudarlo con cuidado. Sí, aún lo hacemos con condón, y así será al menos durante un tiempo más.

Ayer le llevé a hacerse unos análisis y el médico fue muy claro al respecto: los resultados de las pruebas del "vih" sólo serán fiables cuando haya transcurrido el llamado "periodo ventana", consistente en tres meses desde la última práctica de riesgo; ante ello, mi futuro ex-marido me confesó claramente que teníamos que esperar. Por lo visto hay otros tests más rápidos, pero no los cubre la Seguridad Social.

—¿Cuándo fue esa... última experiencia? —pregunté ante el médico, notando un nudo en el estómago.

—Unos días antes de venir a España —admite sin asomo de vergüenza. Eso significaba que estuvo follando a pelo hasta casi el mismo momento en que subió al avión que le trajo. Estuve a punto de preguntarle al respecto: ¿Por qué? ¿Con quiénes? ¿Con cuántos? Pero intuí que esas respuestas sólo me causarían dolor. Además, era cosa suya, ¿no? Tampoco podía interrogarle sobre su vida.

Al menos, los análisis del resto de posibles ETS (sífilis, hepatitis, herpes, infecciones...) sí se han podido hacer y el resultado salió en pocas horas gracias a que fuimos a una clínica privada. Salieron negativos. ¡Un alivio!

Me vuelvo hacia él y le observo ahí desnudo, con su rabo ya relajado pero aún grueso y poderoso, y tengo que detener el impulso que me llevaría a acariciar su cabello y a besarle durante largo tiempo. Carraspeo y comento. —Me has inmovilizado mientras lo hacíamos.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora