Capítulo 23

350 53 60
                                        


Me cuesta escuchar lo que mi colega tiene que decirme por encima del rumor de la gente acumulada en mi salón. Hermanos, tíos, amigos y sus parejas, se han ido acercando a mi casa esta mañana para conocer a mi prometido, así como para saludarnos antes de ir al Registro. ¡Que agobio! Con la excusa de tener que arreglarme, me he metido en mi cuarto junto con mi mejor amigo para charlar.

—¿Estás seguro de esto?

—Damián, por favor; me caso yo. Lo lógico sería que fuera yo quien tuviese las típicas dudas de antes de la boda.

— Sí, ¿no? —Su expresión de circunstancia mientras me ajusta la corbata contribuye a ponerme nervioso. —Pero es que tu cara es un poema, tío. Estás pálido, tienes ojeras... —No le contesto mientras me miro al espejo y compruebo que verdaderamente parezco un poco demacrado. Con el cabello recién cortado y mi traje impecable se puede decir que estoy guapo, muy guapo para lo que yo soy, pero por mi cara se diría que voy a un entierro en vez de a mi propia boda. —Bruno, sabes que nada te obliga a hacer esto, ¿verdad? No hay contrato legal y el morito no te podría exigir nada. No podría denunciarte ni nada así. Podrías simplemente decirle que has cambiado de idea y ya está.

—No he cambiado de idea. —Intento sonreír, pero la imagen que me devuelve el espejo de mi habitación demuestra poca alegría—. Quiero casarme.

—Vale, pues a ver si se te nota. —Me pone la mano en el hombro. —Oye, conozco los problemillas que habéis tenido últimamente y cómo te está afectando; aunque no debería afectarte porque todo esto es una farsa y...

—Que síii.

—Me refiero a que sé que sientes alguna que otra cosa por ese morit... por Jamîl, y cuanto antes acabe esto, mejor para ti.

—Estoy de acuerdo.

—No creo que debas hacer esto de casarte por conveniencia, nunca lo he creído; pero si lo vas a hacer, ¡hazlo bien! No puedes fallar o podrías meterte en algún lío si se descubre el pastel a mitad. Te llevo al juzgado, sonríes, disimulas adecuadamente y otro paso dado. ¿Vale, tío? —Asiento—. Bueno, aprovechemos este ratito antes de ir al juzgado. Dime, ¿por qué estáis peleados ahora?

—No es peleados, es... distantes, molestos...

—Peleados —insiste él.

—Lo que digas. Bueno, la cosa es que ha cambiado de trabajo. —Damián me mira con la cejas en alto, pidiendo que continúe. —Y es de modelo —sus cejas no bajan—. Y ya sabes lo puteros que son esos sitios.

—¿Cómo qué puteros?

—Ya sabes; mezcla jovencitos y jovencitas con cuerpazos, guapísimos y ávidos de trabajo junto a directores, clientes y diseñadores salidos, fiestas, alcohol y relaciones públicas... A mí me suena a una orgía casi continua, una competición a ver quién es la más zorra para llevarse los mejores trabajos.

—Sí, ¿no? —Por su expresión, diría que está imaginándose una de esas bacanales con sus modelos favoritas.

—¡Lo sabe todo el mundo! Y un colega de la uni que hizo trabajitos de modelo me lo confirmó.

—¿Y? —Carraspea para centrarse y se encoge de hombros. —¿Y qué te importa eso?

—¿Que qué importa? ¡Se me lo van a follar!

—Vale, tío... —Rompe a reír. —Bruno, que no es tu marido. Es un socio en un trato, y como máximo le tienes que tener aprecio.

—¡Lo sé! Pero igual le pegan alguna ETS, o se convierte en... chapero modelo. ¡No me mola! ¿Y si pone en peligro mi salud? Usamos condón en el sexo anal, pero no en las mamadas y demás... ¡La sífilis se puede pegar por un simple roce!

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora