Capítulo 3

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Rabia

Escupí sangre al césped antes de meterme en el club, donde se escuchaban risas, gemidos y botellas chocar entre sí con un tintineo. No sentía la mitad de mi rostro y mi vientre palpitaba. Ni hablar de mi pecho, apenas podía respirar.

Papá fue el primero en verme entrar. Sus ojos cafés se abrieron en preocupación y se quitó a Mindy, una puta, de encima para encaminarse hacia mí. Mis ojos ardían, tenía ganas de llorar del dolor que sentía en el estómago y por lo que me costaba respirar. Estaba entrando en pánico, cada vez menos aire entraba en mis pulmones.

Papá corrió hasta mí y me tomó en brazos.

—Hija, preciosa, ¿qué pasó?

Jadeé y me obligué a inspirar profundamente, pero el pecho me dolía donde el jodido hijo de puta me había dado el codazo. Llevé mis manos a mi vientre, en donde también dolía cuando caminaba y no me permitía erguirme del todo.

—Me duele... —jadeé y lloré, no pudiendo contener las lágrimas que salieron de mis ojos.

Papá me susurró cosas tranquilizantes y cariñosas en lo que corría a algún lado conmigo en sus musculosos brazos. Me acostó en una cama cómoda mientras las lágrimas corrían por mis mejillas. Mi vientre se quejó cuando mi cuerpo quedó completamente recto y tendido sobre el colchón.

Con los mimos de papá y sus palabras cariñosas, finalmente pude relajarme y respirar un poco mejor, aunque no de forma menos dolorosa.

—Dime, preciosa, ¿qué pasó?

Tragué y respiré profundamente. Le expliqué todo. Desde lo del estúpido conductor del auto plateado al imbécil del Silver Sword. Mi viejo escuchó con atención todo lo que le dije, mascullando maldiciones cuando llegué a la parte de la agresión. Luego de terminar de relatarle por qué ese hombre me quería matar, mi viejo me abrazó con fuerza.

—Tranquila, yo mismo me voy a ocupar de que ruede la cabeza de ese jodido maricón.

Negué con la cabeza y hundí mi rostro en su pecho.

—No, papi. Yo me ocuparé de él más tarde, cuando lo vuelva a ver. Pero primero quiero saber a quién estoy matando.

Estaba decidido.

☠☠☠☠☠

Tory no dejaba de romperme las pelotas con Timmy. Todo el tiempo diciéndome lo lindo que era y lo mucho que le gustaba. Dios, ya me tenía harta la pendeja. ¿Había sido yo así de insistente con los chicos a los dieciséis años? Por favor, espero que no. Además, jamás había tenido un novio, así que...

Mientras ella seguía hablando de Soñador, yo la miré con envidia. Ya con dieciséis años estaba terminando de desarrollarse, aunque no era un cuerpo demasiado impresionante. Casi no tenía trasero y sus pechos eran pequeños, pero los tenía bien formados. Su caja torácica se había quedado igual de grande que a los catorce, pero sus caderas se habían engrosado y sus muslos también. Además, su rostro era atractivo. Pero no la envidiaba por su cuerpo, el mío era perfecto para mí, sino porque ella ya había tenido sexo. Y, desde esa primera vez, se había vuelto una puta del grupo.

Yo era la única chica que, por ahora, no lo era.

Mordí mi labio y asentí, haciendo de cuenta como si la escuchara. Yo seguía siendo virgen. ¡Tenía dieciocho años y ni siquiera había dado mi primer beso! Sé que suena mal, pero la verdad era que no tenía nadie con quién hacerlo. Es cierto que la mayoría de las personas que me rodeaban eran hombres de todas las edades, variedad no me faltaba, el tema estaba en que ninguno se quería acercar mucho a mí porque era la hija de líder.

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