Capítulo 25

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Glock

—Señor Hodgson, ya lleva una buena cantidad de tiempo aquí —comenzó la mujer— y no hemos podido sacarle ninguna respuesta útil. Puede aferrarse a su historia de la puta todo lo que quiera, pero sabemos que hay más en eso de lo que nos dice.

Me encogí de hombros.

—No va a cambiar nada.

No sé cuánto tiempo llevaba ya encerrado aquí, se negaban a decírmelo, pero estaba seguro de que ya iba más de un mes. Esto era una tortura, y los interrogatorios eran siempre lo mismo: mismas preguntas, mismas respuestas, mismo todo. Es como si este lugar estuviera diseñado para hacer cada de tu vida lo más monótono posible hasta que te volvieras loco.

Me estaba volviendo loco y cada vez más agresivo, pero seguía reacio a darle información a esta gente.

Ahora, en lugar de tener a la interrogadora y el guardia en la habitación, como es habitual, tenía tres guardias. Y todo porque había tratado de matarlos a todos. Oh, y también estaba esposado a la mesa, que estaba atornillada al suelo. Había hecho un gran daño esa última vez.

La mujer suspiró.

—Escuche, queremos sacarte de aquí tanto como tú quieres irte. Pero si no cooperas...

—No voy a cooperar. No voy a responder a ninguna de sus putas preguntas —repliqué—. ¡Estoy harto de ver su jodida cara todos los días!

Y entonces pasó lo que ya creía imposible. La puerta se abrió y golpeó contra la pared.

Y Beverly le disparó a los primeros dos guardias en su camino. Fue instantáneo, rápido y brutal. Antes de que el tercer guardia pudiera siquiera reaccionar, ya tenía una bala atravesada en la cabeza. La mujer a la que le había estado gritando un segundo atrás sacó su arma y le apuntó, dándome la espalda.

Beverly se paralizó.

—Baja el arma o no disparo.

No le hizo ni el menor caso. Con un movimiento fluido, balanceó su pierna hacia atrás y la levantó, pateando el arma de las manos de la mujer. Al verse desarmada, la mujer se abalanzó sobre Beverly y le sacó el arma, arrojándola contra la pared, lejos del alcance de cualquiera de las dos.

—¡No voy a dejar que te lo lleves otra vez! —gruñó la mujer que tanto odiaba.

Beverly respondió dándole un puñetazo en la boca. La mujer cayó a un lado, escupiendo sangre y lo que parecían ser dientes. Bev se levantó y se encaminó hacia ella para dejarla inconsciente, pero la mujer la tiró al suelo de una patada.

La cabeza de Beverly dio contra el suelo. Duro.

Me levanté para ir hacia ella, pero las jodidas esposas me detuvieron, hundiéndose en mis muñecas.

—¡Beverly!

Ella gruñó y parpadeó varias veces mientras la mujer se ponía sobre ella y hacía ademán para golpearla, un rastro de sangre cayendo por su barbilla. Beverly la agarró por el cuello, clavándole las uñas y obstruyendo su flujo de aire, y la lanzó a un lado, haciendo que la mujer se golpeara la cabeza contra la pared. Más duro que el de Beverly.

Tambaleante, Beverly se levantó y caminó hacia la mujer torpemente. La mujer seguía luchando por mantenerse consciente y levantarse. Tenía rastros de sangre donde las uñas de Beverly se habían clavado salvajemente.

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