Rabia
Deben pensar lo peor de mí. Mentira, deben pensar que esto era lo mejor que podría haberme pasado en la vida. Lo era. Definitivamente. Había sido una liberación, como desencadenarme luego de mucho tiempo de mantenerme aferrada al suelo y volar. Porque cuando Rush estaba conmigo, sentía como si estuviera desafiando todas las reglas con las que me había criado y eso me encantaba. Romper las reglas, eso era genial.
Sin embargo, a mi viejo no le parecía genial. Cuando lo llamé y le dije que había mandado la misión a la mierda, se enfureció conmigo. Me mandó a la mierda y de vuelta como cinco veces, pero yo sólo le di la información que había recopilado y le corté. La información: la empresa Emerson sí tenía contacto con los Silvers, esa era la razón por la que la fiesta había estado plagada de ellos. Por supuesto, Rush no sabía qué hacía yo allí y tampoco sabía que yo sospechaba que la empresa Emerson tenía una alianza encubierta con ellos de la que los Victorians no teníamos ni idea.
Eso había sido suficiente para calmar a mi viejo y que me dejara hacer la mía por un tiempo, sin molestarme.
Y, oh sí, me había convertido en la amante oficial de Rush Hodgson, damas y caballeros. Ambos teníamos una atracción sexual irreprimible y unos sentimientos enterrados muy en nuestro interior, razón por la cual nos pareció bien a ambos convertirnos en amantes. Los Silver Swords nunca se enterarían de lo nuestro y los Victorians tampoco. Era un trato.
Llevábamos ya dos semanas de esto, lo que sea que fuera "esto", y la verdad es que íbamos bastante bien. Puedo decir que hasta me encontraba más relajada, más satisfecha, más saciada. Podía notar que él también estaba más manso, aunque esa relajación se iba cuando comenzábamos a quitarnos la ropa.
Funcionábamos así: nos veíamos cuando queríamos, cuando se nos presentara la oportunidad. En dos semanas, habíamos estado alrededor de cinco veces. Y eso era bueno, porque no era demasiado, pero era suficiente como para mantenernos fuera de límites de sospechas y para satisfacernos lo suficiente.
Loco, ¿verdad? Estaba admitiendo que un Silver Sword me satisfacía, me amansaba. Si alguna vez mi viejo escuchara esto, se moriría de un paro cardíaco al instante. Pero bueno, así eran las cosas. No iba a decir que nos amábamos ni que nos necesitábamos para respirar, eso es mierda, es mentira. Con Rush no nos necesitábamos, solo nos saciábamos y nos satisfacíamos de una forma en que nadie más podía. Nada de sentimientos profundos y toda esa cursilería de mierda.
Solo puro y poco inocente sexo.
—Bev, ¿estás siquiera escuchándome? —escuché a Meli preguntar.
Parpadeé y la miré.
—Por supuesto.
Se cruzó de brazos y alzó sus cejas, sin creerme.
—¿De qué te estaba hablando?
—De Vince. —En realidad, no sabía de qué me estaba hablando, pero ese pareció dar en el clavo.
Se puso roja de la vergüenza. Obviamente, la chica y el chico estaban que se daban contra las paredes. Eh, no, no en el sentido sexual, por favor. O sea, sí, lo dije en el sentido sexual, pero ellos realmente no habían tenido sexo. No aún. Y más le valía a Vince tener cuidado con mi Meli porque juro que lo mataría. Podía caerme bien y todo, pero con Meli nadie se metía. Si la hería, si escuchaba una sola queja, Vince tendría que buscarse otra manera para mear.
—Sí, bueno. Tengo miedo. Creo que debería irme de aquí.
Me puse tensa de repente y reaccioné como un resorte.
—¿Qué? ¿Irte de aquí? ¿Estás loca? —Al ver que se encogía, me di cuenta de mi brusquedad—. Quiero decir, ¿irte por Vince? Es un buen chico, Meli, te va a esperar todo lo que sea necesario. Lo conozco, lo veo. Te quiere. No deberías tirar todo por la borda por el miedo, no dejes que esa mierda te controle.
Hizo una mueca y apartó la mirada, dudando. Odiaba en lo que Lucas la había convertido. Meli había progresado muchísimo, hasta el punto de soltarse estando alrededor de hombres, pero aún había pequeños destellos de su vida anterior, en la que el miedo la dominaba. Sabía que nunca podría librarse del miedo y la inseguridad del todo, pero tenía que ayudarla a seguir adelante. Pero ¿cómo podía ayudarla a seguir adelante cuando no estaba dispuesta a correr el riesgo? ¿Cómo podía explicarle eso?
Supongo que tendría que poner manos a la obra.
—Beverly —lloriqueó Meli cuando bajé de la moto. Ella bajó de la suya y me siguió—. ¿Qué hacemos en el centro comercial?
Me volteé hacia ella y le dediqué mi mejor sonrisa.
—Estamos oficialmente de compras.
Confusión cruzó su rostro. Claramente, ella no había vivido esta experiencia que era tan normal para las chicas de hoy en día. Yo no era una chica normal, no salía de compras muy seguido, pero ciertamente había vivido la experiencia con Tory, sobre todo cuando estuvimos en la universidad, a la cual me había olvidado de volver, por cierto.
La tomé por el brazo y la arrastré dentro, emocionada.
—Vamos, solo tenemos cinco horas antes de que cierren —apuré—. Vamos a gastar todo lo que me gané con Emerson.
Y así comenzó la misión "subirle el autoestima a Meli". Fue complicado, y la verdad es que se mostró demasiado tímida cuando miró los precios. Sin embargo, la calmé diciendo que era el salario que me había ganado en mi escaso tiempo trabajando para Emerson y que a mi viejo no le estábamos sacando ni un solo centavo. Se calmó, se relajó, y se dejó llevar. Para el final del día, Meli parecía mucho más a gusto con su increíble cuerpo y parecía estar mucho más segura de sí misma.
Como dice el dicho, no hay nada que salir de compras no pueda solucionar.
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Acompáñame al Infierno
RomanceLa vida de un motero nunca es fácil, ¿pero la de una motera? Mil veces peor. En un mundo donde las mafias son aún más poderosas de lo que parecen, donde la muerte, los lazos sanguíneos y la lealtad lo son todo, la vida es complicada. Y si eres la ún...