Rabia
Reajusté mi falda lápiz dos dedos por encima de mis rodillas y desabroché el botón superior de mi camisa para que se viera un poco más de carne. Me sentía muy extraña con este conjunto, y esa falda de marca me resultaba incómoda, sentía como que mis muslos no tenían suficiente oxígeno. Los tacones eran lindos y todo, pero eran una mierda, incomodísimos. Me preguntaba por qué carajo no me dejaban simplemente usar mis putas botas vaqueras.
—Ni se te ocurra. —La tía Elsa había chasqueado la lengua—. Tienes que verte presentable.
—Y tus gastadas botas vaqueras son muy monas, pero no son para la ocasión —había corroborado la tía Ally.
«Traidoras.», pensé mientras la puerta del despacho se abría y un hombre trajeado asomaba su cabeza.
—Señorita... ¿Volkov? —dijo en tono de pregunta.
¿Qué era lo que me habían dicho mis tías? Ah, sí. Sonrisa cortés, espalda recta, manos sobre el regazo, piernas cruzadas y nada de malas palabras. Sonaba fácil, ¿verdad? Tenía que ser fácil. Lo que más me preocupaba era el tema de las malas palabras; solía sentarme con las piernas abiertas al estilo masculino, era mucho más cómodo, pero esta falda envolvía mis muslos como si yo no fuera más que un pedazo de carne, apenas si podía caminar.
Sonreí cortésmente y me levanté, tomando mi estúpido bolso. No tenía sentido tener un bolso, yo no llevaba más que dinero, un arma y mi celular, y solía llevar todas mis cosas en el cinturón de mis shorts vaqueros, metidos en mis botas vaqueras y en los bolsillos de mi short. Pero esta maldita falda no tenía bolsillos, y se ceñía tanto a mi diminuta cintura que no dejaba lugar para un arma, y en mis tacones simplemente no entraba nada. Maldita fuera mi vida.
—Volkova —corregí—, es ruso.
El hombre dio una inclinación de cabeza y se hizo a un lado para que yo entrara. Tomé aire y entré, lista para encontrarme con la típica pulcra y ostentosa oficina de tipos ricos en las películas. No me decepcionó, hasta tenía una fuente en la pared, con luces que cambiaban de color. No mostré sorpresa, me lo veía venir.
—Tome asiento, señorita Volkova.
Me senté en la silla frente a la de él, del otro lado del escritorio. Estuve a punto de abrir mis piernas para sentarme como usualmente hacía, pero recordé que no llevaba shorts, llevaba una puta falda que me envolvía como a un matambre y que estaba frente a mi futuro jefe. Crucé mis piernas y puse mis manos plegadas sobre mi regazo, mi espalda recta y parte de mi larga coleta rubia cayendo hasta media espalda y por mi hombro derecho.
—Soy Jeff Emerson, dueño de la empresa y su jefe si decido darle este trabajo. —Me miró y asentí educadamente, tratando de mantener mis labios quietos—. En su currículum dice que usted es muy diestra con los negocios, y que ha tenido mucha experiencia. Sin embargo, no entra en detalles al respecto. Me encantaría saber qué tipo de negocios ha hecho.
Ya tenía mis historia preparada. Eran todos ciertos, pero había tenido que quitarle y agregarle algunas cosillas para no delatar mi verdadera identidad ni de dónde venía.
—Tuve un acuerdo con la mafia por seis años que aún sigue vigente, señor Emerson. Mi tío, Alexei Volkov, es un tipo que ha tenido trato con la mafia y ha estado metido en temas ilegales por un largo tiempo —expliqué, la mentira saliendo naturalmente de mis labios—. Cuando la policía descubrió a mi tío y el trato que tenían con la mafia, la mafia se puso en contra nuestro. Ahí es donde entro yo, señor, negocié con la ley, conseguí que el único acusado fuera mi tío y trabajé para la mafia por dos años haciendo negocios. Sé que le sonará como un muy mal ejemplo como empleada, pero tiene que saber que negociar con la mafia no es fácil y que ya no mantengo ningún contacto con ésta.
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Acompáñame al Infierno
RomanceLa vida de un motero nunca es fácil, ¿pero la de una motera? Mil veces peor. En un mundo donde las mafias son aún más poderosas de lo que parecen, donde la muerte, los lazos sanguíneos y la lealtad lo son todo, la vida es complicada. Y si eres la ún...