Capítulo 36

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Rabia

    La mano de Rush acariciaba dulcemente mi cabeza mientras yo me acurrucaba en su costado y disfrutaba de su calor. Me había acostado con muchos tipos antes, pero con Rush era con la que más cómoda estaba. El tipo me había desvirgado y me había hecho sentir cómoda incluso cuando me odiaba. Tracé círculos imaginarios en sus pectorales desnudos con mi dedo y gruñí satisfactoriamente, pegándome más a él con mis ojos cerrados y una sonrisa vaga esbozada en mis labios.

    Sentí su pecho vibrar por las risitas y me rodeó con ambos brazos, rozando mi frente con sus labios.

    —Gracias por defenderme de Daryl —murmuré.

    —De nada.

    Levanté la mirada.

    —Y perdón por todo lo que dije antes de otras chicas —me disculpé—. Solo estaba buscando excusas para que te enojaras y te fueras.

    Sin abrir los ojos, sonrió.

    —Ya sé, Bev.

    Me apoyé en mi codo y lo miré hacia abajo, frunciendo el ceño.

    —¿Lo sabías? ¿Cómo?

    Abrió los ojos y acarició mi pelo fuera de mi cara.

    —Cuando algo te asusta, lo alejas —murmuró con voz ronca—. Te conozco bien, no iba a dejar que me alejaras de vuelta.

    Fruncí el ceño. Raro. No me había dado cuenta de eso, pero tenía razón. Cómo Rush se había dado cuenta, no tenía ni idea. Pero era una grata sorpresa saber que me prestaba ese tipo de atención y que estuviera tan decidido a seguir formando parte de mi vida. Solo hacía que lo quisiera más. Sabiendo todo esto, era imposible que me fuera y no le dijera a donde iba. Y por esa misma razón, sabía que no me iba a ir lejos. Él no quería alejarse y, honestamente, yo tampoco.

    Me asustaba, sí, pero siempre hay una primera vez para todo. Y Rush en este momento era lo único bueno en mi vida.

    —Dijiste que quieres saber a dónde voy.

    —Sí.

    Su respuesta fue firme, fija.

    —No voy a alejarte —le aseguré.

    Rodó para quedar encima mío y me reí, besándolo y entrelazando una mano con su cabello y la otra recorriendo su hombro.

    Ninguno se dio cuenta cuando la puerta se abrió, creo que a ninguno le importaba ya quien nos viera o no. Todo el mundo sabía de nosotros ya.

    —Después pretendes que no te trate de puta, Beverly —gruñó la voz ronca y rasposa de mi papá—. ¡Maldita sea! ¡Acabas de salir de mi oficina!

    Rush se dejó caer a mi lado con un resoplido fastidiado. Miré a mi viejo con odio, que estaba parado junto a Robbie y King.

    —Hay algo llamado tocar, tal vez algún día aprendas a hacerlo —espeté.

    Entrecerró sus ojos, llenos de ira y el mismo odio que yo le estaba dedicando. Era la primera vez que sentía odio hacia papá. Había sido duro conmigo toda mi vida, pero siempre era enojo lo que sentía y terminábamos arreglando las cosas, pero ahora era distinto. Lo que había hecho era degradarme y maltratarme, y eso no solo era inaceptable para una hija, sino también para cualquier miembro del grupo. Había pasado la raya con honores, y no pensaba permitirle que me tratara así y pretendiera que le siguiera la corriente.

    —Desempaca, Beverly, no estoy para estos caprichos estúpidos. Ya no tienes dieciséis años.

    La sangre en mis venas empezó a arder. Agarré mi ropa y comencé a vestirme en frente de todos, sin importarme quien carajo me viera desnuda. Una vez que terminé, agarré mis dos valijas y me planté frente al viejo.

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