Capítulo 6

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Rabia

Miré la estructura de aquel bar desde fuera. Bonito, muy al estilo cowboy y todo gritaba estar en perfecto estado para cumplir su cometido: ser un bar llamativo y original con ese estilo tan propio de Tennessee. Me arreglé el pequeño top que dejaba mi vientre al descubierto y dejaba poco de mis pechos a la imaginación, y entré en el lugar, meneando mi trasero casi descubierto por la apretada falda de jean que llevaba.

Tory no estaba conmigo esta noche, pues decía sentirse mal, cosa que era mentira. Sabía que ella quería tener más tiempo a solas con Timmy, pero ya comenzaba a romperme las pelotas que me mintiera tanto. Últimamente, no hacía más que esconderme cosas que eran obvias a los ojos de cualquiera, hasta de Bernard, que estaba ciego. Mi relación con Tory comenzó a ser más distante desde que perdí la virginidad, hace un año, o ella comenzó a ser más distante conmigo. El punto es que desde que comencé a acostarme con chicos, no tardé en superarla y esa fue razón de su distanciamiento.

Por suerte, apenas entré, mis ojos hicieron un breve repaso de aquel conocido lugar y me encontré a Raquel, una chica que también venía a este bar durante las vacaciones de verano. Tenía la misma edad que yo, veintiuno, y también estaba de vacaciones de verano en Tennessee para ver a su familia. La conocí la primer noche que vinimos con Tory aquí, escapándonos del club un rato. También podía ser esa otra razón para que Tory no viniera, Raquel y ella se llevaban pésimo.

Raquel sonrió y se alejó de la barra para acercarse a mí. Tenía unas preciosas piernas, pechos voluptuosos y una hermosa piel morena. Sus labios carnosos estaban pintados de un rojo carmesí, sus saltones y hechizantes ojos verdes estaban delineados, dándole más volumen del que ya tenían, y largo cabello color marrón oscuro. Ella sí que era una chica preciosa y su contextura física era bastante similar a la mía, por más que yo tuviera un poco más de trasero y los pechos más redondos y parados que ella.

—Bevie, preciosa. —Se empujó el cabello detrás de su hombro con una hermosa sonrisa blanca saliendo de sus labios y achinando sus ojos saltones—. Estás para morirse.

Le sonreí de vuelta en lo que caminábamos hasta el bar, pasando por la pista de baile donde ya unas cuantas personas estaban bailando.

—También estás para morirse, Raquel, como siempre.

Pidió dos cervezas con solo levantar sus dedos y mostrar dos de sus largas uñas rojas. Se volvió hacia mí e imité su gesto de tirar mi cabello hacia atrás, dejando mi clavícula al descubierto.

—Veo que tu amiga no vino hoy contigo. Bien, no la soporto mucho.

Le sonreí al barman cuando dejó los vasos de cerveza y tomé un largo sorbo.

—Se, Tory prefirió quedarse en casa. —Rodé mis ojos—. Ya sabes, dice que se siente mal, pero en realidad debe estar con Timmy, el que te dije.

—¿Ese que las acompañó el otro día? —Me miró por encima de su vaso al tomar.

—Ese mismo. Tory está jodidamente enamorada de él desde que tiene dieciséis años —afirmé con cierto fastidio—. Ya me tiene harta de tantas mentiras, no sé por qué me lo esconde como si fuera a decirle que está mal o alguna mierda así.

—Déjala, nena. —Puso su mano sobre mi hombro y yo terminé mi cerveza—. Ella se lo pierde.

Me reí y me levanté, tironeando de ella para ir al medio de la pista a bailar. Había muchas personas ahí, todos jóvenes adultos o adolescentes con falsas identificaciones. Raquel no opuso resistencia, solo me siguió el juego y comenzó a menear sus caderas de la misma forma que yo. No quiero sonar mala, pero me la pasaba mejor con Raquel, a quien conocía desde hace unas pocas semanas, que con Tory, la que se suponía que era mi mejor amiga. Pero, de vuelta, ¿era Tory mi mejor amiga? ¿Qué clase de mejor amiga era si me dejaba de lado solo por envidia?

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