Capítulo 15

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Rabia

¡De ninguna jodida manera! —tronó mi viejo, resaltando cuidadosamente cada palabra para asegurarse de ser claro.

Créeme, viejo, estás siendo demasiado claro, pensé mientras me inspeccionaba las uñas, sentada junto a él. Estaba en la habitación de "conferencias", rara vez la usábamos. La habitación en sí no decía mucho. Estaba dominada por una larga mesa de madera bien pulida con ocho sillas a cada lado. Papá estaba en la cabecera, donde todos podían ver claramente su malhumor.

Dave el Exhibicionista estaba bastante distraído, trenzando y destrenzando su barba blanca sin prestarle mucha atención a lo que pasaba a su alrededor. Frente a mí estaba Vince, que junto con casi todo el resto de los hombres de la habitación, estaba prestado suma atención a todo y sopesaba todas las opciones cuidadosamente, cosa que mi viejo no estaba haciendo. El tipo era terco como yo, era imposible hacerlo considerar ideas que no fueran las suyas propias.

—Pero tenemos la ubicación exacta de la guarida de los Silver Swords —dijo Res, en el fondo de la sala. Me asomé un poco por entre las cabezas masculinas para poder verlo—. Tenemos la posibilidad de tomarlos por sorpresa y atacarlos. Es una oportunidad única.

—Una oportunidad que no tendremos de vuelta en muchos años —corroboró Serpiente.

Rodé los ojos y solté un suspiro exasperado, dejándome caer en el respaldo de la silla y bajando mis pies pesadamente de la mesa. Me levanté para que todos pudieran verme, posicionándome justo junto a mi viejo. Esta conversación no estaba llegando a ningún lado, y dejar a Meli sin mí por más de una hora me ponía nerviosa. Tenía que terminar esto de una puta vez.

— ¿Ustedes en serio creen que los Silvers siguen ahí? —pregunté retóricamente, resaltando su estupidez—. Piensen con sus jodidas cabezas por una puta vez en sus vidas, hombres. Ellos me conocen, saben que soy peligrosa y que lo primero que haría apenas llegara sería decir su ubicación. Probablemente, ahora estén en cualquier otro lado del país.

—Pero King no tiene muchas luces, que digamos —intervino Levin—. No hay forma de que hubiera llegado a esa conclusión. El tipo es un puto inútil.

—Eso es cierto. King no es muy inteligente, pero, por la otra mano, su mano derecha es una situación completamente diferente. Glock es malditamente mañoso e inteligente, llegaría a esa conclusión muy rápidamente y se lo informaría a King.

Caímos en un silencio tenso, tirante e incómodo. La tensión era tal que podía ser cortada con un cuchillo, la incomodidad hacía que todos se removieran en sus asientos y se miraran nerviosamente entre ellos, buscando algún valiente que se atreviera a hablar. Porque yo sabía exactamente qué estaban pensando: que yo tenía un amorío con Glock.

De que lo pensaran a que realmente lo dijeran había un abismo de diferencia. Un abismo por el que ninguno, por su propio bien, se atrevió a saltar dentro.

—Otra cosa que deberían considerar —proseguí, satisfecha de tenerlos lo suficientemente intimidados como para que no se atrevieran a tentar mi rabia—, es que aún si ellos estuvieran en su guarida, no podríamos simplemente ir, atacarlos y contar con que el estúpido efecto sorpresa será suficiente. Eso es jodidamente estúpido. Es decir, por una razón es su guarida, tienen todo su equipo allí con ellos, todas sus defensas, y, además, ellos conocen el territorio mucho mejor que nosotros. Ese es su territorio, uno en el que no pienso meterme estando descubierta mientras ellos tienen todo su armamento a mano.

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