Capítulo 18

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Rabia

—Bueno... Beverly —decidió Vince—, ¿verdad o reto?

Entrecerré mis ojos en su dirección, todos en la ronda nos miraban expectantes.

—Reto.

Se puso a pensar seriamente en lo que me diría mientras yo lo desafiaba con la mirada. A mi alrededor, las otras siete personas en la ronda se inclinaron hacia adelante en expectación. El árbol nos hacía sombra fresca sobre donde estábamos sentados, pero afuera de ésta el sol mataba. Los pájaros cantaban, se escuchaban risas, murmullos de conversaciones y el sonido de carne asándose. El aire tenía impregnado el aroma a carne jugosa y plantas.

Era un lindo domingo, bastante cálido para ya estar a mediados de otoño.

—Te reto a hacerte dos perforaciones —declaró finalmente—. Tienes hasta las ocho.

Mis ojos se iluminaron y yo salté de mi lugar, presa de la felicidad.

—Ok, ya voy —asentí, demasiado feliz—. ¿Quienes me acompañan?

Se levantaron todos. Rodeé a Meli por el cuello y me encaminé felizmente a mi moto, pensando en qué perforaciones hacerme. Siempre quise una, pero, hasta ahora, nunca había tenido tiempo para hacérmelas. Y cuando tenía tiempo, simplemente me olvidaba.

Meli se subió a la moto, detrás de mí.

—Te noto demasiado feliz con este reto —comentó.

—Es que lo estoy, siempre quise hacerme una perforación. Tal vez me haga un tatuaje o dos, de paso.

Se quedó callada por unos instantes mientras yo conducía. Tenía ocho motos siguiéndome, todos viajando como cualquier otro grupo de moteros jóvenes. Era típico de una película de jóvenes rebeldes, no pude evitar pensar.

—¿Puedo hacerme yo también? —preguntó Meli de repente.

—¿Qué cosa?

—Un tatuaje.

Me sorprendí bastante, tengo que admitirlo. Me tomó con la guardia baja. Este solo era otro signo de su progreso. Antes, de seguro que jamás se habría siquiera planteado hacerse un tatuaje sin quedar horrorizada ante la idea. Sin embargo, Meli no hacía más que mejorar y progresar, demostrándome cada día lo mucho que su propio hermano la había subestimado.

—Por supuesto, puedes hacerte todos los que quieras. Corre por cuenta mía.

Cuando entramos en el local de tatuajes, nos acercamos los nueve al mostrador, por más que solo Mel y yo nos haríamos tatuajes o perforaciones. Detrás de él había una mujer que tenía tatuajes en cada centímetro de su piel a partir del cuello y tantas perforaciones en la cara que parecía un puercoespín. Tenía el cabello liso hasta la mandíbula de color azul.

—¿Puedo ayudarlos? —preguntó amablemente.

—Quiero perforarme el labio, la nariz y el ombligo y hacerme tatuajes. Y mi amiga aquí quiere hacerse un tatuaje.

Los ojos azules de Vince se abrieron desmesuradamente cuando mencioné que Meli se haría un tatuaje. Al ver su reacción, rodeé los hombros de mi amiga con un brazo y le sonreí a Vince con satisfacción.

—¿La arrastraste contigo para hacerse un tatuaje? —preguntó, horrorizado.

—Para nada —respondió Meli con una sonrisa—, yo le pedí de hacérmelo. Y quiero dos tatuajes, no uno.

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