Rabia
Me encantaría pegarme un tiro justo en la sien en este momento. Solo no puedo ser tan estúpida. ¿Quién mierda me mandó a tomar tanto alcohol anoche? ¡Solo mírenme ahora! Es deprimente. Mi cabeza dolía como la mierda, mi cuerpo se sentía cansado, como si hubiera hecho ejercicio, y tenía hambre.
Tengo que repetir esto para aclarar qué tan mal me encontraba: sentía como si mi cerebro hubiera sido picado por un cuchillo, luego metido en una trituradora y luego hubiera sido mezclado y vuelto a poner dentro de mi cabeza. Así de jodida estaba.
—La puta madre, joder —gruñí, esforzándome por incorporarme. Abrí los ojos de golpe y tuve que volver a cerrarlos de inmediato—. Mierda, demasiada luz.
Abrí los ojos lentamente para poder adaptarme a la luz poco a poco. Sin embargo, seguía sintiéndose como un balazo en la cabeza. Mi cerebro estaba hecho sopita.
Puta resaca de mierda.
—Toma esto. Estás hecha mierda —escuché a una voz grave decir.
Llevé mi mirada hacia Rush, que se encontraba vestido solo por un bóxer, sentado en un sofá de una plaza que estaba junto a la cama. Me tendió un vaso de agua y una pastilla que supuse que era para el dolor de cabeza. Me sorprendí al verlo ahí, casi desnudo y en la misma habitación que yo, pero mi cabeza dolía demasiado como para poder decir algo al respecto.
Podía ser que lo que me estuviera dando fuera un veneno mortal, pero la verdad no me importaba. Estaba demasiado desesperada por calmar mi jodido dolor como para darme el lujo de sospechar de él. Así que metí la pastilla en el fondo de mi garganta y me terminé el vaso de agua con tres largos tragos.
—¿Qué hora es? —pregunté, dejándome caer en la cama con un gruñido y una mueca.
—Ni siquiera son las diez de la mañana. Es temprano aún —respondió con esa seriedad y cansancio.
Lo miré. Estaba observándome con sus codos sobre sus rodillas y su barbilla en sus grandes puños cerrados. Era tan grande, tan fibroso y masculino. Podía ver con toda claridad los tatuajes que reptaban por todos sus brazos y parte de su pecho, aunque no eran ese tipo de tatuajes horribles que tapaban todo indicio de piel, sino unos buenos tatuajes bien masculinos puestos en lugares estratégicos y de buen gusto. Su cabello castaño estaba despeinado y sus ojos grises solo me observaban con curiosidad y cansancio, como si estuviera tratando de comprender algo de mí que llevaba tiempo preguntándose.
—¿Cuántos años dijiste que tenías? —pregunté luego de mirarnos fijamente por unos momentos.
—Treinta y dos.
Cierto, once años mayor que yo.
—Dios, me acosté con un viejo —me quejé—. Estábamos realmente ebrios.
—En primer lugar, no soy viejo. En segundo, fuiste tú la que se me tiró. Yo solo era un pobre ebrio con la polla dura por ese pequeño top y minifalda. No puedes culparme.
Gruñí. Tenía la jodida razón, había sido yo quien había tomado la iniciativa, pero para ese entonces estaba tan malditamente borracha que apenas podía mantenerme en pie y me reía por absolutamente todo. De todas formas, Rush no se encontraba en mejor posición que la mía. Él estaba igual o más ebrio que yo, pero él estaba más acostumbrado que yo, por lo que podía caminar por sí solo y sostenerme al mismo tiempo.
ESTÁS LEYENDO
Acompáñame al Infierno
RomanceLa vida de un motero nunca es fácil, ¿pero la de una motera? Mil veces peor. En un mundo donde las mafias son aún más poderosas de lo que parecen, donde la muerte, los lazos sanguíneos y la lealtad lo son todo, la vida es complicada. Y si eres la ún...