Rabia
Supe que algo iba muy mal en el momento en que escuché la puerta del pasillo abrirse. Acababan de llevarse mi almuerzo y ya había tenido mi chequeo diario con Meli, así que esto no era una visita esperada. Cuando miré a Red, mi vigilante de turno, levantarse rápidamente y mostrarle sus respetos a King, supe que estaba jodida en serio esta vez.
Mi estómago cayó cuando escuché el tintineo y el quejido de algo metálico ser arrastrado por el suelo y chocar entre sí. Cadenas. Conocía ese sonido. Y estaba realmente aterrada por lo que podrían hacerme. No pensé que llegaríamos este extremo en tan poco tiempo, pero tuve que haberlo sabido.
Sentí que mi corazón dejaba de latir cuando vi a King cargado de cadenas, tiras de cuero y hebillas. También tenía varios fierros, cuchillos y látigos. Luego de que mi corazón se saltara como tres latidos, comenzó a palpitar frenéticamente y mi mirada corrió por todo el lugar buscando una salida que hubiera pasado por alto en toda mi estadía aquí. Pero sabía que eso era algo inútil y estúpido.
Cuando Rush cerró la puerta de la celda tras de él, supe que no había escapatoria.
King dejó todo caer sobre el suelo con un ruido metálico y me sonrió.
—No quería hacer esto, pero no me dejaste otra opción.
Mierda. Estaba muerta. Iba a morir. No había forma de que abriera la boca, y sabía que las torturas terminaban en la muerte cuando la víctima no respondía las preguntas. Y yo no pensaba abrir mi boca para nada más que gritar y mandarlo al décimo infierno.
—Siempre hay otra opción. —Sonreí amargamente—. Liberarme.
Se rió. Glock y él se encaminaron hacia mí. Luché contra ellos tanto como pude, y puedo decir con cierto orgullo que había dejado a King sin sexo por unos cuentos meses y a Rush con la nariz medio rota y un par de muelas menos. Grité, pateé, arañé, abofeteé y golpeé tanto como me fue posible, pero lograron agarrarme de brazos y piernas por más de mis golpes y mordidas. Entre maldiciones tanto de su parte como mía, pudieron atarme a dos argollas que había en la pared con las tiras de cuero y las hebillas.
Juro que traté con todas mis fuerzas retorcerme y falsearlas, pero me fue imposible librarme del apretado agarre. Como si fuera poco, King las reforzó con cadenas para cerciorarse de que no me fuera posible escapar. Se me hizo ese nudo en la garganta que me anunciaba que iba a llorar si no me contenía, así que cerré los ojos y me concentré en cualquier otra cosa para no demostrar lo realmente aterrada que estaba. No era ninguna niña inocente ni estúpida, yo sabía muy bien en lo que consistían las torturas porque yo había presenciado unas cuantas y ejercido otras tantas más. Yo misma había torturado gente hasta la muerte, así que en el fondo sabía que me lo merecía, de cierta forma.
Glock solo miraba la escena y ayudaba a King cuando este se lo pedía, pero nunca dejó mi mirada.
—Bueno, Rabia, ya llevaste mi paciencia al límite —me dijo King, jugueteando con un látigo—. Espero que esto funciones. Glock, su ropa.
Sin dejar mi mirada en ningún momento, rajó mi camisa y cortó mis shorts, por lo que solo estaba en ropa interior. Los vellos de mi piel se erizarse a medida que la mirada sucia de King repasaba mi cuerpo semidesnudo. Me repugnó, me sentí sucia y usada bajo su mirada.
—Última oportunidad, Beverly. ¿Responderás a mis preguntas o necesitas un empujoncito? —preguntó juguetonamente, volviendo a juguetear son su látigo.
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Acompáñame al Infierno
RomanceLa vida de un motero nunca es fácil, ¿pero la de una motera? Mil veces peor. En un mundo donde las mafias son aún más poderosas de lo que parecen, donde la muerte, los lazos sanguíneos y la lealtad lo son todo, la vida es complicada. Y si eres la ún...