Capítulo 13

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         Rabia

Fue un acto imprudente de mi parte, pero no me quedó otra opción. Le había prometido a Melissa que haría que ese mensaje le llegar a King sin importar qué, y lo había logrado. Glock era perfecto para la tarea, además de que era su mejor amigo. Si ese sobre estaba en manos de Glock, sin duda llegaría a manos de King.

No sabía que había en ese sobre y prometí tampoco preguntar, pero tanto enigma por parte de Melissa estaba haciéndome sospechar. Puede que todo esto fuera un plan para localizar a mi viejo, aunque me sentía un poco culpable por pensar en Meli como una traidora. Ella no tenía ninguna razón para tener la más mínima intención de lealtad hacia King luego de todo por lo que ese maníaco la había hecho pasar. Era estúpido que yo dudara de ella.

Toqué la puerta de la habitación de hotel donde había dejado a Meli, a trescientos kilómetros de la ciudad en donde me había reunido con Rush. La mantuve alejada por si las dudas, no quería que nadie la atrapara si llegaban a atraparme a mí.

Suspiré de alivio cuando la puerta se abrió y reveló a una muy preocupada y aliviada Meli. Y me sentí culpable por pensar que tal vez escaparía en lo que yo estaba fuera.

—Estoy de vuelta —anuncié como si no fuera obvio.

Suspiró de alivio y echó sus brazos a mi alrededor. Me tomó un poco con la guardia baja, pero acepté el abrazo. Me pregunté cuando habría sido la última vez que Meli había recibido un abrazo, y mi respuesta fue que seguramente hacía mucho tiempo.

—Me tenías preocupada —dijo mientras entraba en la habitación y yo cerraba la puerta tras de mí—. No pude dormir nada, no podía dejar de caminar de un lado a otro preguntándome si estabas bien o si estarías muerta.

—Pues aquí estoy —aseguré—. Muéstrame tus manos.

Me miró con extrañeza pero hizo lo que le pedí. Extendió sus manos hacia adelante para que yo pudiera tomarlas y examinarlas. Esto era exactamente lo que había imaginado. Meli había estado tan nerviosa que se había mordido las uñas casi hasta la cutícula, algunas hasta tenían sangre.

— ¿Eres idiota, Melissa Bianchi? —le reproché—. ¡Te lastimaste!

Sacó sus manos de un tirón y sus mejillas se tiñeron de rojo.

—Lo siento, lo hago inconscientemente cuando me pongo nerviosa.

Suspiré de cansancio y la obligué a sentarse. Me ocupé de las heridas y arreglé tanto como pude sus uñas. Tardarían unas buenas tres semanas en volver a la normalidad, pero no habían quedado tan mal. Luego ambas nos fuimos a dormir, recordándonos que bien entrada la noche viajaríamos a Nashville. No le había dicho a Meli que mi padre era Ed Rage, pero no pensaba hacerlo aún.

A ver, no es que quisiera traicionarla ni nada, era mi amiga, pero había ciertas sospechas dando vueltas en mi cabeza que no me dejaban confiar en ella del todo. Era la hermana de el líder de mis enemigos, el enemigo mayor. Puede que ella hubiera sufrido maltratos y demás, pero es muy difícil despegarse de la familia y no estaba del todo convencida de que ella se hubiera despegado de su hermano.

Pero también estaba la posibilidad de que Meli realmente quisiera empezar una nueva vida libre de maltratos en donde pudiera contar con una amiga de verdad, y esa amiga era yo. Si iba a hacer esto, necesitaba confiar en ella plenamente, como lo hacía con Tory. Sí, puede que Tory me hubiera ocultado su amorío con Timmy, pero sabía que podía confiar plenamente en ella cuando se trataba de cosas serias.

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