Capítulo 12

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Rabia

Solo piénsenlo bien, ¿qué era exactamente lo que Rush quería lograr dándome una semana "libre"? No podía estar hablando en serio cuando le dijo a King que terminaría por confesar cuando volvieran, ¿o sí? Si ese era el caso y él realmente creía que abriría la boca, estaba mal de la cabeza. Pero me concentraría en eso luego, cuando me recuperara un poco y lograra salir de este lugar. Porque, sí, iba a sacar mi culo de esta celda antes de que el jodido enfermo mental de King volviera.

Tenía una semana, y el tiempo estaba corriendo.

Primero tendría que recuperarme un poco, aunque no pensaba perder más de dos días para eso. Ahora apenas podía pararme, y llegar al baño era considerado una hazaña de las importantes. King me había dejado bien jodida, no había ni una sola célula de mi cuerpo que no gritara de dolor. Todo me dolía. Mi piel estaba roja y morada, con las definidas marcas del látigo recorriendo mi piel como serpientes rojas, y los puñetazos y patadas de King marcadas en mi piel como si bolas de pintura moradas hubieran explotado en diversas partes de mi cuerpo. Mi vientre era prácticamente negro ahora. Y cada vez que iba al baño y veía en el espejo mi rostro impoluto, era como un recordatorio constante de lo mal que la pasé.

Aún así, jamás traicionaría a mi viejo. Eso estaba jodidamente fuera de la cuestión, ni siquiera dudaba de mi decisión.

Los golpes en mi vientre habían sido tan fuertes que apenas podía comer sin devolver todo por el dolor que me causaba digerir las cosas. Así que Meli tuvo la brillante idea de que viviera a base de sopa, que parecía ser lo único que mi cuerpo podía soportar. Al poco tiempo, ya sentía que ella era alguien que no quería hacerme ningún mal. Se mostró paciente conmigo, siempre revisando por si había alguna mejoría o algo que debía volver a desinfectar. En cierto punto, me avergonzaba que ella tuviera que darme de comer porque yo era incapaz de hacerlo por mi cuenta, pero ella me dijo que no tenía por qué preocuparme.

Estar acostada también dolía. Tenía costras recorriendo todo mi cuerpo, algunas más grandes que otras. Todo por culpa de King y su estúpido cuchillo de mierda. Cada vez que las sábanas rozaban alguna de mis costras, cosa que pasaba bastante seguido, un dolor ardiente se disparaba por todo mi cuerpo y traía lágrimas a mis ojos. Sin embargo, los desinfectantes y cicatrizantes de Meli me estaban ayudando muchísimo.

— ¿Cómo te sientes hoy? —me preguntó al segundo día, sentada junto a mí.

Puso el recipiente vacío en el que había estado mi sopa sobre el suelo.

—Igual que siempre —respondí, incorporándome a paso de tortuga—. Odio este lugar de mierda, no sé como lo soportas.

Miró nerviosamente alrededor, como verificando que no hubiera nadie alrededor. Meli era una auténtica belleza latina, pero ella no parecía ser consciente de eso. Si ella quería salir de este puto lugar, no tardaría en conseguir quien la ayudara con un poco de persuasión. Pero ella solo soportaba este infierno, y no parecía haberse planteado jamás tener una vida además de esta. Eso me ponía enferma. Ella era tan jodidamente leal... Pero ella decía exactamente lo mismo sobre mí, pero yo tenía mis razones para serlo, ella no.

—Beverly, tengo algo que decirte. Es una propuesta muy loca y me costará la vida, pero creo que no te mereces todo esto —declaró luego de cerciorarse de que no hubiera nadie merodeando cerca—. Esta noche, todos se irán a la ciudad a jugar al casino, hacen esto todos los meses. No habrá nadie aquí para vigilarte salvo algunas putas y yo.

Logré terminar de incorporarme y ponerme cómoda. La miré, incrédula y sin palabras. Si esto era lo que estaba pensando, entonces quería decir que Meli estaba dándome el pase libre. Esta es la señal que estuve esperando todo este tiempo, la luz verde.

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