Capitulo 11 : Comenzando con el pie derecho.

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Abrí la pequeña puerta negra con marco rojo de perno redondo con un número "4" en rojo también y entré a mi camarote. Se trataba de un cuarto pequeño en comparación a los que estaba acostumbrado, después de todo era un tren, no una casa. El lugar debía tener unos dieciseis metros cuadrados, tenía una cama de buen tamaño con una colcha color gris,  la enorme ventana que iba del techo a apenas unos 50 centímetros del suelo daba una excelente iluminación, además de un moderno estilo.
La cama estaba pegada al lado izquierdo del pequeño cuarto y del lado derecho había una pequeña mesa con un cuaderno abierto y una pluma a un costado. Había también un pequeño frasco de tinta y a un lado, un espacio considerable para cualquier baúl o equipaje ligero que uno pudiera cargar. Tomé mi maletín con el número de mudas suficientes para los dos días que estaría en el tren y lo puse en el hueco. Me quité la gabardina y la colgué en un pequeño perchero que había sobre la puerta. Debajo de la gabardina traía puesto un chaleco de piel gris, una corbata roja y una camisa blanca, me arremangue un poco las mangas y me deje caer sobre la cama, que a pesar de ser una cama de tren, era bastante cómoda.
Volví a introducirme en mis pensamientos, empecé a pensar en Edmund Nealer, los artistas que fueron asesinados, traté de imaginar el globo gigante del que hablaba la carta y para qué sería utilizado por el sospechoso prisionero.

-Cerraré los ojos un rato en lo que comienza el viaje. Deben faltar apenas unos diez minutos.

-Comandante, nos han dicho muy poco sobre ésta misión, el motivo de que el gobernador salga del estado, qué asuntos tiene en Triev y por qué Bovem no lo escolta estando allá. –preguntó el menos imponente de los cuatro agentes, era un chiquillo de unos veintidós años con pecas en la cara y cabello dorado.

-El gobernador recibió una carta privada proveniente del departamento de logística de la corporación Ebenezer y ha llegado a encargar asuntos de vital importancia en el pasado a ese departamento, sin embargo en Aquilia tenemos que estar al pendiente de este tipo de cuestiones, se desconoce el contenido de la carta, sin embargo en el país han estado ocurriendo asesinatos de personas con talentos únicos y hace poco tiempo hubo una ola de asesinatos en Triev, el asesino fue capturado por Bovem hace poco y sospecho que ahí es a donde vamos precisamente. Al Gobernador Ebenezer no le vendría bien que su producto comenzara a ser relacionado con asesinos seriales, además de que, como gobernador, tampoco necesita más asesinos en el país. Eso es a lo que se espera, que el gobernador Ebenezer se dirija a Triev, debe tratar de detener una crisis antes de que comience. –contestó Regial Larcantos al joven Aquilia.

-Señor ¿no deberíamos insistir en que nos llamen por los nombres que nos fueron dados por Aquilia? -dijo con una leve sonrisa sin mostrar los dientes, otro agente. Este hombre era de piel morena con ojos pequeños,  barba y bigote en los bordes de su quijada, cabello rizado, y rondar los 30 años de edad.

-¿Por qué me haces perder el tiempo con tus preguntas de mierda, Aquil Dorthe? –Preguntó Regial con una venenosa sonrisa.

-El señor Ebenezer es uno de los cinco gobernadores de Zefest, él puede llamar a quien quiera, por el nombre que le plazca. Es un sujeto muy interesante, no parece ser para nada la persona que imaginé que sería. Es bastante normal, el poder y su posición aparentemente no afectan su forma de ser, no es arrogante ni prepotente e incluso me da la impresión de que nos trata como si fuéramos iguales. Sin embargo es correcto, con cualquier otra persona debemos insistir en que nos llamen por los nombres que nos ha dado Aquilia. -Al terminar de explicarse con los agentes. Regial volteó a ver al único que no había hecho ninguna pregunta.

-¿Y tú? ¿No piensas hacer ninguna pregunta estúpida?

-No, Comandante Aquil Veratis. –contestó a secas el más joven de los cuatro agentes, era un muchacho de 18 años, piel negra, cabello rizado y facciones nada rígidas, perecía el tipo de persona que, de reír, asomaría una enorme sonrisa, sin embargo parecia que no lo haria aunque le pagaran millones por hacerlo.

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