Un asfixiante silencio nos recorrió.
-¿A quiénes? –Preguntó el Alcaide levantando una ceja.
-¿Han sido secuestrados? –Preguntó Regial abriendo los ojos de par en par.
-¿Se lo dijo Nealer? –Preguntó Canis con su seria mirada de soldado.
-Aún no estoy seguro, Nealer dijo algo sobre dar el primer golpe, mencionó a mis hijos un par de veces por sus nombres y dijo también que me esperaba una sorpresa de vuelta en Kentara. Necesitamos regresar de inmediato pero antes tengo que hacer una llamada a mi casa, tengo que saber que todo está en orden. ¿Tienen ustedes teléfonos aquí? –Pregunté al alcalde tan pronto terminé de explicar a Canis y Regial un poco de lo que me tenía tan nervioso.
-Hay uno en mi oficina.
-Bajemos de aquí y lléveme inmediatamente a su oficina, me urge hacer esa llamada.
El alcalde miró desde el elevador al agente que manejaba las palancas del elevador y gritó -¡BÁJANOS! – el elevador comenzó a moverse de manera horizontal y luego descendió en vertical hasta llevarnos a la planta baja.
-¿Dónde está su oficina?-pregunté desesperado. Todo indicaba que tenían a mis dos hijos y no podría vivir si algo les llegara a pasar.
-Síganme. -El alcalde al notar mi desesperación, apresuró el paso y pronto todos avanzábamos a grandes zancadas. Los pasillos de la prisión de Triev me parecían angostos y mi respiración se notaba entrecortada. Giramos un par de veces hasta que el alcalde nos condujo a un área bastante amplia donde todas las puertas eran de madera. Pudimos notar que ahí únicamente circulaban oficinistas y no guardias,
El alcalde volvió a sacar su gigantesco llavero, tomó una de las llaves más pequeñas y abrió la puerta de una gran oficina. –El teléfono se encuentra sobre mi escritorio, gobernador.-concluyó.
La oficina tenía incluso una pequeña sala, se podía ver cómo un marco de piedra había dividido el área en dos oficinas alguna vez.
Me aproximé al teléfono, tomé el auricular y pulsé la marcación que me comunicaría a mi casa. -¡Recibí tono! –grité a los demás, que detrás de mí, aguardaban nerviosos por una buena noticia.
-Buenas tardes, residencia Ebenezer. -La voz de Dante me recibió del otro lado de la línea.
-Hola, Dante, soy yo, Griliam. Escucha, no tengo mucho tiempo, necesito que me comuniques con Niccolo o Eli inmediatamente. -dije apresurando la voz.
-Esta todo en orden, señor Ebenezer? –Preguntó Dante con agobio.
-¡Dante, no tengo tiempo que perder, comunícame con alguno de los dos!
-En seguida, Señor. –Contestó Dante rápidamente. Lo escuché colocar el teléfono sobre alguna superficie mientras iba en busca de mis hijos. La espera me estaba matando.
Volteé a ver a Canis y a Regial y descubrí en sus ojos, que nuestro viaje los había vuelto empáticos con mi situación. El silencio fue interrumpido por el alcalde, que comenzó a hacer ruidos repugnantes con la garganta, acumulando saliva y flemas para luego buscar desesperadamente el bote de basura de su oficina. Los agentes y yo nos volteamos a ver de nuevo y ésta vez, acordamos los tres la imprudencia del alcalde. Me agaché y sin despegarme un segundo del auricular, tomé el bote de basura que se encontraba bajo el escritorio, se lo acerqué al alcalde y éste, sin siquiera recibirlo, escupió su gran flema dentro.
Me quedé estupefacto con la falta de tacto del alcalde, sin embargo había cosas más importantes en las que concentrarnos. Volví a colocar el bote de basura en el piso.
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Erebo
FantasíaA mediados de la revolución industrial de Zefest, Un lugar gobernado por una oligarquía elitista. Un mercado entero se ha construido alrededor de un artefacto capaz de albergar los talentos, experiencias, y recuerdos de las personas. Estos artefacto...