Capitulo 21 :Los Blackallers.

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-Creo que nunca había caminado tanto en un solo día. -Se quejó Niccolo de manera casual, lo cual no hacía mas que poner nerviosos a Eli y a James.

Los tres chicos habían salido caminando a paso lento de los cuarteles de Aquilia después de haber transcurrido la que habia sido la peor semana de sus vidas hasta entonces. James llevaba una férula en la pierna y los agentes le habían donado un par de muletas de los cuartees.
Kentara estaba desierta. Tras los eventos ocurridos, no existía local abierto, el tránsito era casi inexistente, el transporte público iba prácticamente vacío y después de dos horas de espera en una abandonada parada de autobús, apareció por fin uno que los llevaría al distrito en el que vivía el padre de James.

Después de que Kentara sufriera lo que fue denominada por los periódicos como una “revolución gubernamental”, había quienes aseguraban que en Kentara el gobierno era bueno, que los impuestos eran bajos, la economía estable y el crimen controlado, a comparación de Portos y Triev o incluso Esvera. Cada estado había sufrido un diferente mal: Triev estaba decayendo debido a su programa “Obras de Triev” instituído por el Gobernador Febran Huly. En Portos las riquezas estaban totalmente mal distribuídas, los dueños de los muelles y puertos marinos habían construído un monopolio dejando al resto de los habitantes como empleados sin la posibilidad de aspirar a algo mejor de lo que tenían. Cabe mencionar que los puertos eran propiedad de la familia de Topaz Escrith, la gobernadora, quien utilizó su poder político para fortalecer su control sobre el negocio y beneficiarse tanto a ella misma, como a su familia.
Por último estaba Esvera, donde el orden podía decirse que reinaba. Servio Voran era un hombre recto, su filosofía del orden había entrenado a los agentes Canis como verdaderos soldados, leales hasta el fin. Esvera implementó un toque de queda a partir de las 9pm y a cualquier persona que se le sorprendiera fuera de su hogar después de la hora, sería arrestado y de resistirse, los agentes tenían ordenes de implementar “medidas de seguridad extremas” lo cual solo era el nombre que le daban a abrir fuego a discrecion.

-Dante tenía razón, Nic. El auto habría llamado demasiado la atención. Ocultarlo fue lo mejor. -Dijo James.

-Ya lo sé, solo digo que hemos caminado demasiado. Vives muy lejos, James.-volvió a quejarse Niccolo incomodando a Eli y a su amigo. No le respondieron. James sabía que Niccolo esperaba que él le contestara algo sobre cómo él en muletas no se había quejado, pero precisamente porque lo conocía, prefirió no comentar nada al respecto.

Los tres jóvenes se limitaban a caminar por las banquetas siempre alertas en caso de que alguien estuviera buscándolos. No podían arriesgarse.

-Llegamos a mi colonia, no tardaremos en estar en casa. Sólo serán un par de calles más.-dijo James entusiasmado aunque avanzaba con dificultad. Eli no había emitido un solo sonido desde que sucedió todo. Parecía haber llorado todas las lágrimas que se podían en una vida. Y Niccolo, bueno, con su casual actitud pretendía que nada había ocurrido. Los demás sabían que esa sólo podía ser la peor de sus reacciones. James se encontraba profundamente preocupado por él, sin embargo no sabía cómo ayudarlo. Nic había empezado a hacer comentarios a modo de “broma” a los que él no sabía cómo responder. De repente soltaba ironías como “-Bueno, siempre puedo vender mis zapatos para comprar comida por un mes, no?” o “-Eli, espero que tengas buenos reflejos porque de ahora en adelante comeremos gatos callejeros y tendremos que cazarlos nosotros mismos.”

Doblaron en la última cuadra antes de llegar a la casa del padre de James, sólo tenían que pasar un callejón con un pequeño puente de piedra sobre él, y estarían en casa. Mientras se aproximaban caminando lentamente, vieron a un hombre con un puesto pequeño de relojes de bolsillo, formado con barricas de madera y anillos metálicos con unas cuantas mantas. Capturó de inmediato la atención de Niccolo, el hombre daba la impresión de estar haciendo algo indebido, tenía una mirada nerviosa y Nic empezó a sospechar de él, así que cuando pasaron frente al puesto, éste analizó detalladamente al mercader y sus relojes, que por cierto, eran de muy buena calidad. Nic distinguió marcas que él mismo acostumbraba comprar aunque evidentemente no debajo de un puente.
-¿Qué hace éste extraño sujeto vendiendo relojes de calidad en un callejón?-se cuestionó Niccolo. Se acercó un poco a observar la mercancía pero en cuanto el hombre  lo notó, tiró desesperado de una pequeña cuerda activando un mecanismo que, de un solo movimiento, levantó la manta roja sobre la que estaban los relojes envolviéndolos todos listos para que  y salió corriendo en dirección opuesta a los tres chicos.

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